Se perfila el mapa de la nueva guerra
En
su tercera fase la guerra en Siria se internacionaliza y expande,
abarcando el Golfo Pérsico, mientras las potencias occidentales se
reparten Brasil
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
12 de abril de 2018
Infobaires24
12 de abril de 2018
Cuando
la expulsión de los últimos terroristas de Guta Oriental parecía
anunciar el fin de la guerra en Siria, un supuesto ataque con gas contra
civiles en dicha región sirve de pretexto, para que EE.UU., Gran
Bretaña y Francia preparen, con apoyo israelí, un masivo bombardeo del
país. En tanto, la inauguración de la base naval británica en Baréin y
el puerto chino en Gwadar, Paquistán, amplían enormemente el teatro de
operaciones de Medio Oriente. Para asegurarse la retaguardia, las
potencias occidentales ya han ocupado en los últimos tres años el
Atlántico Sur y están desguazando Brasil, pero su poder no es tan seguro
como suponen.
En Siria comienza el capítulo 3
El
miércoles 11 por la mañana el presidente Donald Trump anunció por
Twitter que pronto “caerán sobre Siria nuevos cohetes hermosos e
inteligentes”. Ésta fue la primera reacción pública del mandatario a la
versión de que el sábado pasado 70 civiles habrían sido hallado muertos
con gas clorín en Duma, Guta Oriental, pocos kilómetros al este de
Damasco.
Mientras que la Media Luna
Roja (el equivalente de la Cruz Roja) y los gobiernos de Siria y Rusia
niegan el atentado, sólo los llamados Cascos Blancos (una organización
asistencial ligada a la oposición siria) confirmaron el ataque. Sin
prueba objetiva alguna, los líderes occidentales –ante todo Emmanuel
Macron- se apresuraron a inculpar al gobierno sirio. La exigencia rusa
de una investigación independiente fue desoída.
Respondiendo a Trump, Maria Zakharova, vocera del ministerio ruso de Relaciones Exteriores, posteó en Facebook que
“los cohetes inteligentes deberían ser disparados contra los
terroristas y no contra el gobierno legítimo que ha estado combatiendo
al terrorismo en su territorio durante años”. Advirtió también que un
bombardeo con cohetes podría destruir la evidencia necesaria, para
determinar si en el ataque se usaron armas químicas. Al advertir que
cualquier ataque contra Siria sería respondido, Rusia descolocó a los
estrategas del Pentágono. Su hesitación hace crecer las dudas sobre la
veracidad de sus afirmaciones y la tardanza en responder debilita al
gobierno norteamericano.
Hasta la
semana pasada el presidente era partidario de que EE.UU. se retire
pronto de Siria. Sin embargo, la presión conjunta del secretario de
Defensa Jim Mattis, del presidente francés Emmanuel Macron, del Emir de
Catar Tamim bin Hamad Al-Thani y de la primera ministra británica
Theresa May parece haberlo arrastrado a profundizar y extender la
intervención occidental en Medio Oriente.
Si
EE.UU. en Siria sólo ataca un objetivo, no hará mella en la conducta de
sus enemigos. Si, en cambio, ataca un alto número de blancos (como se
prevé), la reacción de sus adversarios puede afectar a las fuerzas
norteamericanas, europeas e israelíes en Oriente Medio, el Mediterráneo
Oriental y el Golfo Pérsico. Por su parte, el presidente ruso Vladimir
Putin, apuesta alto, al confrontar a Trump con el riesgo de una guerra
regional en la que no es seguro que Rusia pueda vencer, pero es su única
chance para obligarlo a negociar. Esta batalla definirá el curso de la
gran guerra de Medio Oriente y el balance de poder mundial.
Nostalgias del Empire
La
inauguración el pasado miércoles 4 de una base naval permanente en
Baréin (Golfo Pérsico) muestra que la monarquía británica quiere
refundar su poder mundial con la ayuda de los capitales de las ex
colonias. A cambio les ofrece lo que más sabe hacer: la guerra.
En
el acto realizado en Manama estuvieron presentes el príncipe Salman Bin
Jamad Al Jalifa y Andrew, Duque de York. La Base de Apoyo Naval (NSF,
por su sigla en inglés) puede alojar alrededor de 500 efectivos de la
Marina y es la primera instalación militar permanente del Reino Unido al
este del Canal de Suez desde 1971. También las fuerzas especiales
usarán la base para sus acciones en el Medio Oriente ampliado y
Afganistán.
La construcción del
puesto fue posible, porque el gobierno bareiní pagó 31 de los 40
millones de libras esterlinas (56 millones de dólares) que costó la
obra. Londres decidió construir la base en parte, porque EE.UU. estaba
desplazando sus principales operaciones hacia el área del Asia-Pacífico,
pero también, porque la crisis de la unidad europea –aún antes del
Brexit- aconsejaba a la Corona apoyar su poder en el área atlántica y
africana. Con bases navales en Ascensión, Santa Helena, Gough, Tristan
da Cunha, Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, el Atlántico Sur está
firmemente en manos británicas. En alianza con Holanda, Francia, Israel y
Chile tiene, además, el control de Argentina, mientras que los golpes
de estado de 2016/18 en Brasil y 2018 en Suráfrica eliminaron la
competencia de potencias emergentes. Por otra parte, la fuerte presencia
rusa en Siria ha hecho muy inseguro el Mediterráneo Oriental. Asegurar
la línea de abastecimiento petrolero desde el Golfo Pérsico e intervenir
en el Medio Oriente es, en la visión de la Casa de Windsor, la única
alternativa para superar a Alemania y Rusia e imponer a China sus
condiciones.
Perspectivas internacionales del golpe de estado en Brasil
La
exitosa batalla defensiva que Lula da Silva libró el pasado fin de
semana opacó el desguace del Estado brasileño que las potencias
occidentales están realizando desde 2016.
Muchos
analistas ven el enorme paquete de privatizaciones que el gobierno
golpista de Michel Temer intenta imponer desde el pasado agosto como la
continuidad de las reformas neoliberales de Fernando Henrique Cardoso
(1995-2002). Sin embargo, sus alcances son menores, por un lado, y sus
efectos mayores, por el otro.
En
agosto de 2017 el ministro de Hacienda, Henrique Meirelles, presentó un
plan de 57 privatizaciones que incluía Petrobras, Eletrobras, Embraer,
otras empresas públicas, la Casa de la Moneda y la Caixa Econômica
Federal. Sin embargo, hasta el momento sólo pudo entregar a empresas
extranjeras cuatro grandes represas hidroeléctricas y grandes áreas del
presal, los yacimientos submarinos frente a la costa de São Paulo y Rio
de Janeiro.
Después de que Meirelles
renunciara la semana pasada para hacer campaña presidencial en la línea
del presidente, su sucesor, Eduardo Guardia, destacó la prioridad de la
privatización de Eletrobras, la gigantesca transportadora estatal de
energía, y el presidente designó este domingo 8 a Wellington Moreira
Franco, hasta entonces secretario de la Presidencia, como ministro de
Minas y Energía. Con un valor de mercado cercano a los 9500 millones de
dólares y una participación estatal del 80%, Eletrobras afronta fuertes
deudas, dificultades operativas y una capacidad insuficiente para
invertir. Además fue involucrada en escándalos de corrupción que bajaron
aún más su valor de mercado. Sin embargo, su carácter estatal es la
garantía de abastecimiento de energía accesible para grandes regiones
del país. Por eso la batalla en torno a su eventual privatización es un
combate mayor.
Otra lucha épica se
libra en torno a la posible fusión de Embraer con la norteamericana
Boeing. Tercera fabricante de aviones del mundo, la empresa (en la que
el Estado aún tiene una acción de oro) es un bocado codiciado por
europeos y norteamericanos. Aunque hasta hace poco promovía la
operación, ante la fuerte oposición sindical su presidente, Paulo Cesar
de Souza, aseguró el martes 10 que la posible fusión no es “una
asociación vital” y no descartó la posibilidad de “considerar otras
cosas interesantes”.
Los frenos y
obstáculos puestos al programa de privatizaciones no compensan, empero,
la enorme pérdida de soberanía que Brasil sufrió al entregar en octubre
pasado grandes áreas del presal. Seis de los ocho bloques licitados
fueron entregados a precio vil a empresas europeas, norteamericanas y
chinas. Entre las 16 habilitadas estuvieron algunos de los gigantes del
petróleo mundial. Por ejemplo, el campo de Norte de Carcará, en la
cuenca de Santos, fue entregado a ExxonMobil (Estados Unidos), Statoil
(noruega) y Petrogal (portuguesa). El campo Sur de Gato do Mato, también
en la cuenca de Santos, en tanto, quedó en manos de la angloholandesa
Shell y de la francesa Total. Sólo em Sapinhoá Petrobras retuvo el 45%
de participación, complementada con 30% de Shell y 25% de Repsol Sinopec
(España-China).
La destrucción de
Petrobras anula sus históricas operaciones en Nigeria y Angola y deja el
control de los hidrocarburos del Atlántico Sur en manos europeas y
norteamericanas. Además, debilita enormemente la capacidad de
negociación internacional de Brasil y su capacidad de liderazgo
regional.
La
reanudación de la guerra del Medio Oriente ampliado está motivada por
la desesperación de las fuerzas atlantistas ante el predominio ruso en
la región, pero la simultánea inauguración de la base naval británica en
Baréin y del puerto chino en Gwadar, Paquistán, amplía sustancialmente
el teatro de operaciones. El desguace del Estado brasileño y el reciente
golpe de estado en Suráfrica dan a los británicos la sensación de
controlar el Atlántico Sur sin rivales, pero el enorme desarrollo
reciente de las flotas rusa y china y la extensión de las líneas de
abastecimiento en torno a África indican que la marina insular no
debería estar tan tranquila. Estamos más cerca del Golfo Pérsico de lo
que se piensa.
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Eduardo J. Vior