Una apuesta extremadamente riesgosa
EE.UU.
se retiró del acuerdo con Irán para negociar uno mejor, abriendo un
vacío que Rusia quiere llenar, mientras se separan los caminos de
Damasco y Teherán
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
9 de mayo de 2018
Infobaires24
9 de mayo de 2018
Al
cumplir el martes pasado su promesa electoral y retirar a los Estados
Unidos del acuerdo nuclear con Irán firmado en 2015 por los cinco
miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania, el
presidente Donald Trump apostó
a que Rusia, China y las potencias europeas se encarguen de mantener el
orden en Medio Oriente y a que Israel, Siria e Irán no se enfrenten
frontalmente, mientras él arrastra a la República Islámica a una
renegociación y ampliación del pacto que incluya los cohetes persas de
alcance medio y sus intervenciones militares en la región. Son
demasiados supuestos, como para que salga bien, pero, si lo logra, habrá
avanzado seriamente hacia una paz duradera en Oriente Medio.
Por
el Acuerdo 5+1 se levantaban las sanciones internacionales contra Irán a
cambio de que éste limitara su programa nuclear y aceptara un estricto
régimen de inspecciones. Desde 2015 el Organismo Internacional de la
Energía Atómica (OIEA) certificó repetidamente que la nación persa
cumplía el acuerdo y los países europeos fueron levantando las
sanciones. En rigor de verdad, la República Islámica ya había puesto fin
a su investigación nuclear militar en 1988, porque el padre de la
revolución, el ayatolá Ruholá Khomeini, decretó que las armas de
destrucción masiva contradicen los principios del islam. O sea que el
único país de Oriente Medio que posee armas atómicas y rechaza toda
inspección internacional es Israel. El aspecto nuclear del acuerdo es,
por consiguiente, una farsa. La preocupación de Washington se dirige, en
realidad, a los cohetes de medio alcance desarrollados exitosamente por
Irán y a las intervenciones externas de su Guardia Revolucionaria.
En
las próximas semanas habrá que estar atentos a la evolución interna
tanto en Arabia Saudita e Israel como en Irán. Los sauditas están
felices con el retiro norteamericano del acuerdo, porque aspiran al
cambio de régimen en Teherán. Riyad ve con temor la creciente influencia
iraní en Oriente Medio, sobre todo después de la derrota en Irak y
Siria de los terroristas que la monarquía apañó durante años, aunque,
como el reino se halla en una transición autoritaria hacia un
neoliberalismo moderno, no se atreve a meterse en un nuevo conflicto
externo.
En tanto, el primer
ministro israelí Benjamin Netanyahu está acusado de corrupción y, para
adelantarse a la presentación de cargos formales, quiere convocar a
elecciones parlamentarias adelantadas que pretende ganar con gestos
duros en lo interno y en el exterior. No obstante, debe reconocérsele un
cierto grado de sensatez. Desde el comienzo de las operaciones rusas en
Siria, en septiembre de 2015, los estados mayores de Moscú y Tel Aviv
han evitado choques directos. Para continuar el contacto, el primer
ministro llegó el miércoles 9 a Moscú, donde asistió junto a Vladimir
Putin al desfile del Día de la Victoria sobre la Alemania nazi y mantuvo conversaciones sobre Oriente Medio.
En
Irán, por su parte, pesan mucho los Guardianes de la Revolución que
ambicionan la expansión de la revolución islámica y la destrucción del
Estado de Israel. En segundo lugar está el presidente Hassán Rohaní,
quien busca el acercamiento a Occidente, para atraer inversiones y
relanzar el crecimiento económico y, finalmente, hay que considerar al
ayatolá Alí Jamenei, Guía de la Revolución, quien arbitra entre los
otros dos poderes.
Cuando en 2011
comenzó la agresión exterior, Irán acudió en ayuda de Siria en virtud de
un tratado anterior. Gracias a esa ayuda Siria pudo resistir a la
Hermandad Musulmana y, desde septiembre de 2015, con el apoyo ruso pudo
derrotarla.
Hoy en día, cuando los
terroristas están prácticamente vencidos, los objetivos de Irán y Rusia
divergen. Ésta última quiere erradicar las organizaciones yihadistas,
restablecer la paz en la región y restaurar el vínculo histórico entre
su cultura ortodoxa y Damasco, la cuna del cristianismo. Para la
Federación Rusa, Israel es un Estado internacionalmente reconocido, con
más de un millón de ciudadanos provenientes de la antigua URSS, y tiene
derecho a defenderse, a pesar de que haya robado territorios y de su
actual régimen de apartheid.
Para
Siria, en tanto, Israel es el ocupante ilegal del Golán que durante la
guerra apoyó a los yihadistas y bombardeó Siria un centenar de veces.
Sin embargo, Damasco no desconoce al Estado hebreo y busca un tratado de
paz con su vecino.
Por el
contrario, para Irán, Israel es sólo una entidad ilegítima que ocupa
Palestina y oprime a los habitantes históricos de esa tierra y debe ser
destruida.
Junto a esta diferencia
estratégica, hay que considerar cálculos tácticos. Detrás del tratado
nuclear multilateral firmado en julio de 2015 se esconde un acuerdo
bilateral secreto entre EE.UU. e Irán cuyos términos se desconocen. No
obstante, desde la conclusión del mismo, las fuerzas norteamericanas e
iraníes no han chocado en ninguno de los numerosos teatros de guerra del
Medio Oriente en los que compiten. La amenaza que Teherán ejerce desde
Siria puede interpretarse, entonces, también como una forma de
presionar, para que se mantengan las cláusulas secretas del acuerdo 5+1 y
que Washington levante las sanciones económicas que hunden la economía
iraní.
Desde hace tres años Israel
exige que Rusia impida a Irán instalar bases militares a menos de 50
kilómetros de la línea de demarcación. Hasta hace poco tiempo Moscú
respondía que Tel Aviv no podía exigir nada, porque en Siria había
perdido frente a Irán, pero, al acercarse el fin de la guerra, Rusia ha
cambiado de opinión y quiere evitar un choque iraní con Israel.
Apenas
Trump hubo hablado, el mismo martes por la tarde aviones israelíes
atacaron al oeste de Damasco lo que parece haber sido un convoy militar
iraní. Por lo menos ocho efectivos habrían sido muertos. No queda claro,
si los israelíes querían impedir una concentración de fuerzas enemigas
cerca del Golán o si sus militares querían boicotear el viaje del primer
ministro a Rusia, pero el choque aumentó la tensión.
El
presidente Trump conoce y aprovecha estas contradicciones entre sus
adversarios, así como las limitaciones de sus aliados. Habrá que ver
cómo reaccionan, entonces, Teherán y Tel Aviv. Las potencias
occidentales, a su vez, dependen del petróleo iraní y de su mercado y
buscarán todas las vías de negociación. China, por su parte, necesita
que en Medio Oriente haya paz, para avanzar con la Ruta de la Seda que
por allí debe pasar. Rusia, finalmente, quiere la paz, para asegurar su
rol de mediador regional.
Trump
aplica una política de riesgo controlado que, de tener éxito, puede
llevar a la paz en Medio Oriente. Pero, si alguno de los actores se
desmadra o si sucede algo inesperado, puede desatarse una catástrofe
mundial. Durante meses viviremos en vilo, pendientes de que ningún
idiota o criminal encienda la mecha del polvorín.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Estimad@s lector@s:
Este es un blog moderado. Sus comentarios serán evaluados antes de la publicación, para evitar spam.
Agradezco su atención.
Eduardo J. Vior