Ahora Trump escucha la advertencia que llega del frío
El
Comando Sur está perdiendo la batalla de Venezuela por la complicidad
de la DEA, el Mossad y las oligarquías suramericanas con las mafias de
la droga
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
4 de mayo de 2019
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4 de mayo de 2019
Nicolás
Maduro recibió del Departamento Central de Inteligencia (GRU, por su
sigla en ruso) del Estado Mayor Conjunto de Rusia la advertencia de que
se preparaba un alzamiento militar en su contra y la escuchó. Alentó a
su entorno inmediato a prometer a EE.UU. que darían un golpe para
derrocarlo, impidió los movimientos de los oficiales verdaderamente
envueltos en el alzamiento, forzó el adelantamiento de la medida y el
pasado martes 30 dejó a Leopoldo López y Juan Guaidó a la intemperie
frente a la base aérea de La Carlota, en la cheta Zona Este de Caracas,
con sólo 30 efectivos a su mando. Luego les permitió retirarse. Mejor
tener al líder escuálido encerrado en la embajada española que en la
calle. La conducción bolivariana sigue jugando al desgaste progresivo de
la oposición, antes de proponerle negociaciones.
Mike
Pompeo también recibió una advertencia, pero del propio Ministro de
Relaciones Exteriores de Rusia, Serguei Lavrov, quien le avisó que
conocían todos los movimientos de la inteligencia norteamericana en
Venezuela. Pero no lo escuchó y cayó en la trampa que le tendió la
inteligencia rusa. En sucesivas y contradictorias declaraciones el día
miércoles Pompeo, Abrams y Bolton demostraron que habían sido
sorprendidos, que carecían de adecuadas informaciones sobre la realidad
venezolana y que carecían de mando unificado.
Es
que la lucha por el poder dentro de Estados Unidos y la complicidad de
la DEA con el narcotráfico y los concomitantes negocios del gobierno
israelí desarticulan los planes de Washington para el continente y le
hacen cometer demasiados errores evitables.
Quien
día a día lidia con los efectos destructivos de la estrechísima
imbricación de servicios norteamericanos e israelíes con el narcotráfico
es el jefe del Comando Sur (SouthCom), el almirante Craig Faller,
quien, durante su viaje a Colombia y Ecuador el 24 y 25 de abril
pasados, constató el efecto diluyente que los negocios criminales están
teniendo entre sus propias fuerzas y las de sus aliados.
En
Bogotá, su primera estación, se reunió con el presidente Iván Duque, su
embajador, Kevin Whitaker; y funcionarios civiles y militares del
gobierno colombiano. Allí Faller confirmó que Colombia es un aliado
prioritario de EE.UU., pero urgió a sus anfitriones a combatir
seriamente el narcotráfico. Al hacerlo, se hizo eco de la fuerte
acusación que pocos días antes profirió Donald Trump contra Duque por no
hacer “nada” para combatir el flagelo, advirtiéndole que este negocio
creció un 50% en EE. UU. desde que el presidente colombiano está en el
cargo.
Durante la visita del
comandante estadounidense se realizó en Bogotá la Conferencia
Multilateral de Fronteras 2019 que contó con la presencia de altos
mandos militares de Colombia, Perú, Ecuador, Brasil y EE.UU. El
almirante siguió su periplo por Ecuador, el recién recuperado aliado,
donde acordó trabajar juntos en la lucha contra el narcotráfico y la
pesca ilegal que navíos chinos estarían realizando en la costa del país.
Con
estas inspecciones el jefe militar quiso dar la impresión de tener el
control sobre las operaciones norteamericanas en los países aliados. Sin
embargo, la realidad es la contraria: el crecimiento de la producción
de droga en Colombia bajo la presidencia de Duque, la extendida
corrupción en el gobierno de Lenin Moreno, los publicitados vínculos
entre la DEA, la Mossad y el narcotráfico en Argentina, Paraguay y
Brasil, demuestran que la llamada “guerra contra las drogas” sólo está
logrando que la producción y el tráfico aumenten y abarquen cada vez más
territorio, afectando a crecientes porciones de la población
suramericana. Los funcionarios norteamericanos intervinientes, en tanto,
se limitan a mejoran el negocio manipulando la oferta.
La
prensa norteamericana y sus acólitos continentales acusan a la
República Bolivariana de estar controlada por una red de narcotráfico en
colusión con la guerrilla colombiana del ELN, a la que estaría asociada
(a través del Ministro de Producción Tarek Al Aissimi) la organización
libanesa Hizbolá. Sin embargo, a falta de pruebas fehacientes, la
acusación suena más bien al grito de “al ladrón, al ladrón” proferido
por quien acaba de saquear el tesoro de un Banco cualquiera.
Que
en el gobierno bolivariano hay casos de corrupción y que en los últimos
años la conducción bolivariana ha sido incapaz de conducir la economía
de su país son dos verdades que no disminuyen un ápice la
responsabilidad criminal de Washington, al aplicar sanciones brutales
que afectan ante todo a la población civil. Sin embargo, el gobierno de
Donald Trump no quiere ni puede combatir el narcotráfico, porque la
elite de Washington aprovecha la pavorosa epidemia de adicción que azota
a su país, para debilitar las energías protestatarias y porque sus
agencias y aliados están metidos en el mismo hasta el cuello. Ante las
urgencias que imponen intereses criminales contradictorios es ilusorio
pensar que su virrey regional pueda ejecutar una estrategia consistente y
coherente. La falta de realismo con la que se planificó y ejecutó la
llamada “Operación Libertad” lo demuestra.
Para
justificar su fracaso, el secretario de Estado Pompeo, el consejero de
Seguridad Nacional Bolton y el encargado para Venezuela Abrams cayeron
ante la prensa en justificaciones absurdas: Maduro se puso al frente de
la represión “porque los rusos lo obligaron”, “la inteligencia cubana
anuló los focos de resistencia en las fuerzas armadas venezolanas” y “el
pueblo no se movilizó por miedo a la represión”. En los tres casos los
funcionarios de EE.UU. dan cuenta de la superioridad rusa, cubana y del
gobierno de Caracas.
Cuando antes
del intento de golpe Lavrov habló con Pompeo, éste no escuchó las
advertencias rusas. Sacando las conclusiones correctas, el viernes 3
Donald Trump llamó a Vladímir Putin, para hablar sobre Corea, Ucrania y …
Venezuela. Es de esperar que esta vez los norteamericanos escuchen y
empujen a sus mandados a la mesa de diálogo. De impulsar a Maduro ya se
encargan Moscú y La Habana.
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Eduardo J. Vior