Cambia el escenario, entran nuevos actores
Ante la recuperación china, EE.UU.
busca salir de su doble crisis agudizando la confrontación en el Sureste
de Asia y el Pacífico, lo que fuerza a los países de la región a
definir posiciones
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
8 de julio de 2020
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8 de julio de 2020
Las diferentes maneras en que Beijing
y Washington han lidiado con la pandemia y la crisis económica se
manifiestan también en sus contrapuestas actitudes en la escena mundial.
Mientras que China se concentra en la reconstrucción de su economía y
de la red que la sostiene a lo largo y ancho del mundo, Estados Unidos
busca soslayar su creciente pérdida de influencia con gestos de fuerza
en el Mar de la China Meridional, obligando a los estados linderos a
alinearse. La tradicional ausencia de reglas que controlen la contienda
por la hegemonía sobre una de las zonas económicas más importantes del
globo y los dispares intereses de los involucrados aumentan los riesgos
de un escalamiento que tendría repercusiones mundiales.
Además de la República Popular,
también Taiwan, Filipinas, Indonesia, Malasia, Brunei, Vietnam, Camboya y
Tailandia se asoman a sus costas. Desde el sábado 4 los portaviones USS
Ronald Reagan y USS Nimitz están participando allí en maniobras que se
traslapan con las que también está realizando China. El pasado lunes 6
el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Zhao
Lijian, a su vez, acusó a EE.UU. de haber enviado los barcos con el
ánimo de provocar un incidente.
El actual episodio se suma a una
larga serie de mediciones de fuerza entre ambas potencias en el Mar
Meridional de China, pero ahora con el triple trasfondo de la pandemia y
la crisis económica, que la petrolera china CNOOC acaba de confirmar el
descubrimiento de un inmenso campo de petróleo y gas en la
desembocadura del Río de las Perlas, entre Guangzhou y Shenzhen, y,
finalmente, que una reciente encuesta entre la población taiwanesa ha
arrojado un 52% de opiniones favorables a la separación definitiva de
China. En este contexto el último informe del Instituto Nacional de
China para los Estudios sobre el Mar Meridional (CNISCSS, por su nombre
en inglés) advierte sobre el riesgo de que el aumento de las tensiones
en el área desate un conflicto armado. Al presentar el pasado viernes el
reporte, Wu Shicun, presidente del CNISCSS, avisó que “si la situación
se sale de cauce y se produce una crisis, el impacto sobre las
relaciones bilaterales puede ser devastador. Tanto más necesitamos
restablecer el diálogo”.
China reivindica derechos históricos
en zonas del mar muy alejadas de sus costas y cercanas a Filipinas. Al
mismo tiempo, su persistencia en lograr pacíficamente la reintegración
de Taiwan (conquistada por Japón en 1894 y desde 1949 refugio de las
fuerzas chinas anticomunistas) mantiene viva la tensión en una de las
principales arterias comerciales del mundo, por la que pasa un cuarto
del tonelaje marítimo total, por un monto de tres billones de dólares
por año.
Consciente del riesgo que entrañan
las crecientes tensiones en Asia Oriental, el gobierno japonés anunció
el pasado 25 de junio que su país renuncia a la adquisición del sistema
de defensa de cohetería Aegis Ashore, que Tokio había comprometido con
Washington. Así lo informó el Ministro de Defensa Taro Kono, quien dijo
que se trataba de una decisión del Consejo Nacional de Seguridad,
organismo de planificación bajo la conducción del primer ministro. Es
que, más allá de los peligros que para la población civil trae que se
instalen bases de cohetes en un país tan densamente poblado, Japón no
quiere quedar atrapado en el medio de una eventual confrontación entre
Estados Unidos por un lado y China y/o Corea del Norte por el otro. Aún
más sabiendo que los sistemas de defensa que los norteamericanos están
hoy ofreciendo han sido superados por la tecnología de sus adversarios.
Japón mantiene fuertes vínculos comerciales con China y Corea del Sur y
cualquier escalamiento de las tensiones en la región afectaría
profundamente su economía.
Los australianos, en tanto, tomaron
el camino contrario. Estrechamente aliados a Estados Unidos por el
Tratado de Seguridad entre EE.UU., Australia y Nueva Zelanda (ANZUS, por
su nombre en inglés) de 1951, y gobernados por el conservador Scott
Morrison, han votado en el Parlamento un presupuesto de 185 mil millones
de dólares para la adquisición en EE.UU. de cohetes de largo alcance,
vigilancia satelital y otros instrumentos de disuasión. Previsto para
ser entregado en los próximos diez años, el arsenal indica que Canberra
ha pasado de una doctrina defensiva a una disuasoria, intentando
amenazar a Beijing con un ataque a su territorio, como forma de evitar
una supuesta agresión al continente-isla.
También por el flanco occidental
asoman peligros para China. Si bien Beijing tiene un sólido vínculo
estratégico con Moscú, desde 1961 los rusos mantienen también una
alianza con India. Consecuentemente, en el último tiempo han apoyado a
Nueva Delhi en sus reivindicaciones territoriales en la mal delineada
frontera con China en el Himalaya, en la que ya ha habido varios
enfrentamientos. Para endulzar un poco el clima, en tanto, Sergei
Sanakoyev, director del Centro de Investigaciones sobre las relaciones
entre Rusia y China, de Moscú, manifestó en una entrevista de Radio
China Internacional el apoyo de su gobierno a la nueva ley de Seguridad
para Hong Kong.
Obviamente, el interés comercial
manda. India compra en Rusia cerca del 60% de su armamento. Una semana
después del último y sangriento choque en el Himalaya, el Ministro indio
de Defensa, Rajnath Singh, acompañó en Moscú el desfile por el 75º
aniversario del triunfo en la Gran Guerra Patria y aprovechó para
comprar 33 cazas de combate (21 MiG-29s and 12 Su-30 MKI), así como
contrató la modernización de 59 jets por un total de $2.400 millones de
dólares.
La debilidad de EE.UU. como
superpotencia decadente y la creciente preponderancia de China como
potencia ascendente, pero no dominante, acrecen la inestabilidad de las
relaciones internacionales. El desplazamiento del foco del conflicto al
Sur de Asia y el Oeste del Pacífico, donde nunca han existido acuerdos
que regulen la competencia entre las potencias, entraña el enorme riesgo
de que la presente “guerra fría” se caliente repentinamente. El
corrimiento de la confrontación mundial hacia nuevos escenarios invita a
nuevos actores al podio. Habrá que ver quién reparte ordenadamente sus
roles.
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Eduardo J. Vior