Los alternativos son medios, no fines
Año 6. Edición número 250. Domingo 3 de marzo de 2013
Debate.
La polémica sobre qué es lo alternativo en materia de medios de
comunicación sigue abierta y va más allá de la caracterización que los
define casi de manera exclusiva por su oposición al poder.
Las encendidas protestas que acompañaron las primeras escalas de la
gira de la bloguera disidente cubana Yoani Sánchez por Brasil reavivaron
las discusiones sobre el carácter de los medios alternativos en la
política actual, ya que el espectro de los medios alternativos de
comunicación en América Latina se ha modificado profundamente en los
últimos diez años.
Las últimas décadas acentuaron la concentración de los medios latinoamericanos en las manos de un reducido número de megagrupos, ayudada por la convergencia de sistemas, redes y plataformas de producción, transmisión y recepción de datos, imágenes y sonidos. En América Latina faltan mecanismos de regulación de los flujos audiovisuales y de capital. Las políticas públicas inconsistentes o inexistentes y la inercia regulatoria dejaron a los Estados sin protagonismo en las áreas de la información, el entretenimiento y las telecomunicaciones. Las privatizaciones y desregulaciones neoliberales de los años 80 y 90 favorecieron la constitución de verdaderos latifundios mediáticos. De este modo corporaciones transnacionales adquirieron acciones de medios locales y/o cerraron acuerdos con grupos multimedia regionales que les dieron el control del mercado audiovisual en el continente. Para los cuatro mayores conglomerados latinoamericanos (Globo de Brasil, Televisa de México, Cisneros de Venezuela y Clarín de Argentina), estos acuerdos ofrecen la posibilidad de entrecruzar negocios y establecer alianzas con los actores internacionales de mayor peso. Contra esta extrema concentración del mercado mediático en América Latina se alzan los llamados medios de comunicación alternativos.
No hay acuerdo sobre la definición de comunicación alternativa. ¿Qué es lo alternativo? ¿Está determinado por los contenidos, los instrumentos, la emisión, la voluntad de cambio o la oposición al poder, etc.? En general, se caracteriza la comunicación alternativa por su oposición al poder y su intento de construir una comunicación contrahegemónica. Sin embargo, esta caracterización ya no es precisa. La imprecisión conceptual ha propiciado que en muchas ocasiones se haya repetido el esquema paternalista y la inorganicidad de estas experiencias les ha restado fuerza y eficacia.
Los medios alternativos aparecen a veces como dudosos y/o tendenciosos. En su afán de ocupar fajas de mercado caen a menudo en el sensacionalismo. Al estar vinculados a procesos regionales y/o a movimientos sociales, tienen la ventaja de su autenticidad, pero muchas veces parcializan su óptica. Contra esta reducción localista en los últimos años se han emprendido ingentes esfuerzos para agrupar y construir redes que hagan posible arribar a conclusiones más generales. Al mismo tiempo, en la medida en que crecen, estos medios tienden a profesionalizarse y a captar mayores fondos que les permitan funcionar. Por esta vía se “sistematizan”, vinculándose con fuentes de financiamiento y formación privadas, fundaciones y/o con sus respectivos Estados. Así se relativiza su “alternatividad”.
Estos medios también dependen de tener públicos afines. Cuando éstos se modifican, los medios alternativos deben adaptarse o perder su público. En ambos casos dejan de ser totalmente “alternativos”. Según los países del continente, sus trayectorias son diferentes, aunque con rasgos comunes.
En Brasil, como en el resto del continente, pueden rastrearse ejemplos de medios alternativos desde la época colonial, pero la etapa más rica de los medios alternativos brasileños parece haber sido la de la dictadura, entre 1964 y 1985. A pesar de la represión, algunos periódicos de la gran prensa resistían a la censura, pero, al dictarse el Acto Institucional N° 5 en diciembre de 1968, aumentó la represión y surgieron los medios alternativos. Ésa fue la época del mejor periodismo brasileño. Con el movimiento por las elecciones presidenciales directas en 1983/85 y el advenimiento de la democracia, la prensa alternativa entró en crisis. Hoy hay en Brasil una difundida escena bloguera y unas pocas radios alternativas, pero diez familias controlan los medios.
En Bolivia, por su parte, se dio un precedente heroico en 1949, cuando se fundó la radio del sindicato minero que llegó a formar una red de 26 emisoras. Esta experiencia fue pionera, pero se redujo en los 80 con la declinación de la minería. Luego del triunfo de la Revolución Cubana se crea Prensa Latina con el objeto de dar amplia cobertura a las noticias cubanas y latinoamericanas. Durante la dictadura argentina de 1976-83, en tanto, Rodolfo Walsh desde la Agencia de Noticias Clandestina (Ancla) fomenta un trabajo combinado de contrainformación y de inteligencia. Durante el periodo de la revolución sandinista se impulsó el Movimiento de Reporteros Obreros con talleres de capacitación para comunicadores populares en las áreas rurales de Nicaragua. El movimiento zapatista, en tanto, es uno de los pioneros en el uso estratégico de internet como medio de difusión de sus luchas y también para mostrar otra versión “desde adentro” del levantamiento del 1/1/94. En Argentina, luego del estallido del 20 y 21 de diciembre de 2001, se potenció el uso de internet y numerosas movilizaciones y acciones políticas fueron coordinadas desde este medio. En ese sentido se constituyó el Foro de Medios Alternativos (Fodema) y posteriormente la Red Nacional de Medios Alternativos (Rnma), con una intervención destacada en la campaña nacional para la elaboración y aprobación de la Ley de Medios Audiovisuales en 2009.
En América Latina el ejemplo más avanzado en la conformación de un canal de TV alternativo es Telesur, sociedad multiestatal con participación mayoritaria de Venezuela. Desde su origen está concebido como un medio para la integración. Lo alimenta una red de colaboradores de cada país, con 24 horas de programación, que se transmite por enlace satelital desde Caracas. La política editorial es dictada por la Junta Directiva. En la producción de la programación del canal participan organizaciones sociales, canales nacionales, regionales, universitarios, comunitarios y productores independientes. Su consejo asesor independiente está integrado por prestigiosos intelectuales y activistas de diferentes países.
Finalmente cabe considerar la creciente escena bloguera. Los participantes en el “II Taller Internacional sobre las redes sociales y los medios alternativos, nuevos escenarios de la comunicación política en el ámbito digital”, efectuado en La Habana del 11 al 13 de febrero pasados, dieron una declaración reclamando la democratización de internet, proponiendo el desarrollo de redes continentales, así como solicitando de los gobiernos reformistas y revolucionarios de la región que impulsen la integración digital y asuman la defensa de las producciones continentales contra la ciberguerra de EE.UU.
Los movimientos sociales y la comunicación alternativa han encontrado con las nuevas tecnologías caminos de intervención contra el poder hegemónico. Sin embargo, la accesibilidad a internet es todavía escasa en el continente, falta utilizar mejor las tecnologías para conformar identidades más democráticas, coordinar y dar orientación a los medios alternativos, asegurar su financiamiento manteniendo su independencia y modificar los regímenes jurídicos favorables a los medios concentrados.
La consolidación de los procesos de cambio en América Latina replantea la discusión sobre los medios alternativos. Nadie es “alternativo” de una vez y para siempre. Tanto los regímenes conservadores como los reformistas aspiran al control y a la cooptación de los medios, para aumentar su legitimidad. Tampoco ser independiente del poder político puede ser un fin en sí mismo. Sin embargo, los gobiernos democráticos tienen una responsabilidad mayor en asegurar la independencia de los medios, no sólo de sí mismos sino también de los grandes poderes económicos.
Una discusión definitoria del futuro que todavía no ha empezado a darse ampliamente en América Latina se da sobre la regulación de internet. Ni nuestros Estados ni mucho menos los medios de comunicación alternativos están en condiciones de dar esa discusión exitosamente, si no construyen amplias coaliciones nacionales e internacionales. Ahí, otra vez, ser alternativo no puede implicar el aislamiento, sino ser parte independiente de un movimiento mayor de transformación social y cultural.
Las últimas décadas acentuaron la concentración de los medios latinoamericanos en las manos de un reducido número de megagrupos, ayudada por la convergencia de sistemas, redes y plataformas de producción, transmisión y recepción de datos, imágenes y sonidos. En América Latina faltan mecanismos de regulación de los flujos audiovisuales y de capital. Las políticas públicas inconsistentes o inexistentes y la inercia regulatoria dejaron a los Estados sin protagonismo en las áreas de la información, el entretenimiento y las telecomunicaciones. Las privatizaciones y desregulaciones neoliberales de los años 80 y 90 favorecieron la constitución de verdaderos latifundios mediáticos. De este modo corporaciones transnacionales adquirieron acciones de medios locales y/o cerraron acuerdos con grupos multimedia regionales que les dieron el control del mercado audiovisual en el continente. Para los cuatro mayores conglomerados latinoamericanos (Globo de Brasil, Televisa de México, Cisneros de Venezuela y Clarín de Argentina), estos acuerdos ofrecen la posibilidad de entrecruzar negocios y establecer alianzas con los actores internacionales de mayor peso. Contra esta extrema concentración del mercado mediático en América Latina se alzan los llamados medios de comunicación alternativos.
No hay acuerdo sobre la definición de comunicación alternativa. ¿Qué es lo alternativo? ¿Está determinado por los contenidos, los instrumentos, la emisión, la voluntad de cambio o la oposición al poder, etc.? En general, se caracteriza la comunicación alternativa por su oposición al poder y su intento de construir una comunicación contrahegemónica. Sin embargo, esta caracterización ya no es precisa. La imprecisión conceptual ha propiciado que en muchas ocasiones se haya repetido el esquema paternalista y la inorganicidad de estas experiencias les ha restado fuerza y eficacia.
Los medios alternativos aparecen a veces como dudosos y/o tendenciosos. En su afán de ocupar fajas de mercado caen a menudo en el sensacionalismo. Al estar vinculados a procesos regionales y/o a movimientos sociales, tienen la ventaja de su autenticidad, pero muchas veces parcializan su óptica. Contra esta reducción localista en los últimos años se han emprendido ingentes esfuerzos para agrupar y construir redes que hagan posible arribar a conclusiones más generales. Al mismo tiempo, en la medida en que crecen, estos medios tienden a profesionalizarse y a captar mayores fondos que les permitan funcionar. Por esta vía se “sistematizan”, vinculándose con fuentes de financiamiento y formación privadas, fundaciones y/o con sus respectivos Estados. Así se relativiza su “alternatividad”.
Estos medios también dependen de tener públicos afines. Cuando éstos se modifican, los medios alternativos deben adaptarse o perder su público. En ambos casos dejan de ser totalmente “alternativos”. Según los países del continente, sus trayectorias son diferentes, aunque con rasgos comunes.
En Brasil, como en el resto del continente, pueden rastrearse ejemplos de medios alternativos desde la época colonial, pero la etapa más rica de los medios alternativos brasileños parece haber sido la de la dictadura, entre 1964 y 1985. A pesar de la represión, algunos periódicos de la gran prensa resistían a la censura, pero, al dictarse el Acto Institucional N° 5 en diciembre de 1968, aumentó la represión y surgieron los medios alternativos. Ésa fue la época del mejor periodismo brasileño. Con el movimiento por las elecciones presidenciales directas en 1983/85 y el advenimiento de la democracia, la prensa alternativa entró en crisis. Hoy hay en Brasil una difundida escena bloguera y unas pocas radios alternativas, pero diez familias controlan los medios.
En Bolivia, por su parte, se dio un precedente heroico en 1949, cuando se fundó la radio del sindicato minero que llegó a formar una red de 26 emisoras. Esta experiencia fue pionera, pero se redujo en los 80 con la declinación de la minería. Luego del triunfo de la Revolución Cubana se crea Prensa Latina con el objeto de dar amplia cobertura a las noticias cubanas y latinoamericanas. Durante la dictadura argentina de 1976-83, en tanto, Rodolfo Walsh desde la Agencia de Noticias Clandestina (Ancla) fomenta un trabajo combinado de contrainformación y de inteligencia. Durante el periodo de la revolución sandinista se impulsó el Movimiento de Reporteros Obreros con talleres de capacitación para comunicadores populares en las áreas rurales de Nicaragua. El movimiento zapatista, en tanto, es uno de los pioneros en el uso estratégico de internet como medio de difusión de sus luchas y también para mostrar otra versión “desde adentro” del levantamiento del 1/1/94. En Argentina, luego del estallido del 20 y 21 de diciembre de 2001, se potenció el uso de internet y numerosas movilizaciones y acciones políticas fueron coordinadas desde este medio. En ese sentido se constituyó el Foro de Medios Alternativos (Fodema) y posteriormente la Red Nacional de Medios Alternativos (Rnma), con una intervención destacada en la campaña nacional para la elaboración y aprobación de la Ley de Medios Audiovisuales en 2009.
En América Latina el ejemplo más avanzado en la conformación de un canal de TV alternativo es Telesur, sociedad multiestatal con participación mayoritaria de Venezuela. Desde su origen está concebido como un medio para la integración. Lo alimenta una red de colaboradores de cada país, con 24 horas de programación, que se transmite por enlace satelital desde Caracas. La política editorial es dictada por la Junta Directiva. En la producción de la programación del canal participan organizaciones sociales, canales nacionales, regionales, universitarios, comunitarios y productores independientes. Su consejo asesor independiente está integrado por prestigiosos intelectuales y activistas de diferentes países.
Finalmente cabe considerar la creciente escena bloguera. Los participantes en el “II Taller Internacional sobre las redes sociales y los medios alternativos, nuevos escenarios de la comunicación política en el ámbito digital”, efectuado en La Habana del 11 al 13 de febrero pasados, dieron una declaración reclamando la democratización de internet, proponiendo el desarrollo de redes continentales, así como solicitando de los gobiernos reformistas y revolucionarios de la región que impulsen la integración digital y asuman la defensa de las producciones continentales contra la ciberguerra de EE.UU.
Los movimientos sociales y la comunicación alternativa han encontrado con las nuevas tecnologías caminos de intervención contra el poder hegemónico. Sin embargo, la accesibilidad a internet es todavía escasa en el continente, falta utilizar mejor las tecnologías para conformar identidades más democráticas, coordinar y dar orientación a los medios alternativos, asegurar su financiamiento manteniendo su independencia y modificar los regímenes jurídicos favorables a los medios concentrados.
La consolidación de los procesos de cambio en América Latina replantea la discusión sobre los medios alternativos. Nadie es “alternativo” de una vez y para siempre. Tanto los regímenes conservadores como los reformistas aspiran al control y a la cooptación de los medios, para aumentar su legitimidad. Tampoco ser independiente del poder político puede ser un fin en sí mismo. Sin embargo, los gobiernos democráticos tienen una responsabilidad mayor en asegurar la independencia de los medios, no sólo de sí mismos sino también de los grandes poderes económicos.
Una discusión definitoria del futuro que todavía no ha empezado a darse ampliamente en América Latina se da sobre la regulación de internet. Ni nuestros Estados ni mucho menos los medios de comunicación alternativos están en condiciones de dar esa discusión exitosamente, si no construyen amplias coaliciones nacionales e internacionales. Ahí, otra vez, ser alternativo no puede implicar el aislamiento, sino ser parte independiente de un movimiento mayor de transformación social y cultural.
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Eduardo J. Vior