EE.UU. redescubre el gas
Año 6. Edición número 250. Domingo 3 de marzo de 2013
Energía y desarrollo.
El enviado especial estadounidense y coordinador para
Asuntos Energéticos Internacionales, Carlos Pascual, presentó lo que
llamó la “revolución energética interna de EE.UU.”: un aumento
del 25% en la producción de gas natural.
En momentos en que el presidente de EE.UU. y la mayoría republicana en la Cámara de Representantes se aferran en un clinch
al borde del abismo fiscal, el crecimiento económico norteamericano es
insatisfactorio y Europa se mueve al margen de la recesión, es bueno dar
noticias positivas. Para ello sirvió la reciente Conferencia
Internacional sobre Seguridad, celebrada en Múnich a principios de
febrero, y cuyas discusiones van ocupando paulatinamente a los
especialistas. Según Anne Marie Slaughter, profesora de la Universidad
de Princeton y ex directora de Planeamiento del Departamento de Estado
(2009-11) en un reciente artículo publicado por Project Syndicate el
pasado 23 de febrero, la principal novedad que trajo la conferencia es
que los Estados Unidos están creciendo y Europa empieza a recuperarse y
que juntos van a arrastrar la economía mundial.
Es usual que los gobiernos norteamericanos envíen a Múnich a su secretario de Defensa o al de Estado. Esta vez, empero, Obama envió al vicepresidente Joe Biden. Durante el encuentro se realizó un simposio muy inusual sobre “La prosperidad petrolera y gasífera de Estados Unidos: la cambiante geopolítica de la energía”. Allí el enviado especial estadounidense y coordinador para Asuntos Energéticos Internacionales, Carlos Pascual, presentó lo que llamó la “revolución energética interna de EE.UU.”: un aumento del 25% en la producción de gas natural, que bajaría los precios del gas para la industria y el consumo, y suficiente extracción de petróleo como para reducir las importaciones del 60% al 40% del consumo interno, con un aumento proyectado del 10%.
Según Pascual, hacia 2030 los Estados Unidos estarán en condiciones de cubrir la totalidad de sus importaciones petroleras desde el interior del continente americano. Por su parte, un reciente estudio de la Agencia de Inteligencia Alemana (BND) prevé que Estados Unidos podría convertirse en exportador de petróleo ya hacia 2020. Esta perspectiva sería beneficiosa para China, que entonces podría abastecerse sin competencias en Oriente Medio.
Gracias a esta baja de los precios internos de la energía fósil aumentaría la competitividad de la economía norteamericana. Esta perspectiva opera como un imán sobre las inversiones extranjeras en el sector petrolero y gasífero estadounidense. Igualmente importante consideró el representante oficial que este gas pueda transportarse en estado líquido, aumentando la alocabilidad de las exportaciones y, eventualmente, liberando a Europa de la presión de las importaciones de gas ruso por gasoducto. Los mayores depósitos de gas en esquistos bituminosos se encuentran en Ucrania, Polonia, Francia, China, Indonesia, Australia, Sudáfrica, Argentina y México. EE.UU. ya ha superado a Rusia como máximo productor mundial.
Estas previsiones aliviaron un poco el ánimo con el que se analizó la evolución de la economía europea. Si bien la UE aún no superó su crisis, ya nadie ve al euro en peligro de desaparecer. En este contexto fue bien recibido el discurso del vicepresidente Biden, cuando afirmó que “Europa es el pilar de nuestro compromiso con el resto del mundo” y “el catalizador para nuestra cooperación global.” Dando un giro a la política mundial de un gobierno hasta ahora focalizado en Asia, Biden reforzó la convocatoria hecha una semana antes por el presidente para construir una zona noratlántica de libre comercio. Parafraseando a la ex secretaria Hillary Clinton, Biden reafirmó que los Estados Unidos no están pensando en apartarse de Europa para dirigirse hacia Asia, sino a acceder a Asia junto con Europa.
¿Se basa este optimismo en datos reales o se trata de una gran “operación simpatía”, para levantar el ánimo de los europeos y mostrarles los dientes a los chinos?
No todos los especialistas concuerdan en el presupuesto optimista de Carlos Pascual. Efectivamente, la producción de gas de esquistos bituminosos está aumentando rápidamente en Estados Unidos. Gracias a nuevas tecnologías de fractura hidráulica y perforación horizontal, el desarrollo de esta variante gasífera ha compensado la declinante producción de gas convencional. Concomitantemente lo mismo ha sucedido en Canadá, Europa, Asia y Australia. Como efecto positivo secundario el gobierno norteamericano espera que el uso de este tipo de gas ayude a disminuir el efecto invernadero por la menor emisión de monóxido de carbono.
No obstante, ya en 2011 la Agencia de Información sobre la Energía discordaba de proyecciones de reservas tan optimistas y cuestionó la imparcialidad de algunas publicaciones. Estos reparos coinciden con los de una minoría de especialistas que consideran que por mediciones imperfectas e incompletas se ha sobrestimado completamente el potencial de gas de esquistos bituminosos disponible en EE.UU.
David Hughes, del Instituto Postcarbón, es sumamente pesimista en su evaluación del potencial de explotación de los esquistos bituminosos. Los especialistas críticos afirman que faltan todavía suficientes datos como para prever seriamente la capacidad de producción de esos estratos. Como se trata de una tecnología relativamente reciente, todavía no hay esquistos que hayan recorrido la totalidad del ciclo productivo. Por consiguiente, todas las previsiones se basan en modelos matemáticos todavía no verificados.
¿Cuál es entonces la razón de tanto optimismo? A partir de la experiencia de otros ciclos de recuperación del capitalismo puede afirmarse prudentemente que, otra vez, mediante una acción conjunta –planificada o no, no importa– de académicos, políticos y financistas se está induciendo a los mercados a dirigir sus inversiones en una determinada dirección de interés más político que económico. Algunas veces estas sugestiones a nivel mundial han tenido éxito, aunque fuera desarrollando finalmente sectores de la economía diferentes a los previstos, otras, no.
Con certeza puede afirmarse, sin embargo, que estos anuncios optimistas responden a gestos políticos para movilizar las propias fuerzas y las de los aliados, imponerse a las potencias emergentes y asustar a los adversarios, sobre todo a China. ¿Lo conseguirán?.
Es usual que los gobiernos norteamericanos envíen a Múnich a su secretario de Defensa o al de Estado. Esta vez, empero, Obama envió al vicepresidente Joe Biden. Durante el encuentro se realizó un simposio muy inusual sobre “La prosperidad petrolera y gasífera de Estados Unidos: la cambiante geopolítica de la energía”. Allí el enviado especial estadounidense y coordinador para Asuntos Energéticos Internacionales, Carlos Pascual, presentó lo que llamó la “revolución energética interna de EE.UU.”: un aumento del 25% en la producción de gas natural, que bajaría los precios del gas para la industria y el consumo, y suficiente extracción de petróleo como para reducir las importaciones del 60% al 40% del consumo interno, con un aumento proyectado del 10%.
Según Pascual, hacia 2030 los Estados Unidos estarán en condiciones de cubrir la totalidad de sus importaciones petroleras desde el interior del continente americano. Por su parte, un reciente estudio de la Agencia de Inteligencia Alemana (BND) prevé que Estados Unidos podría convertirse en exportador de petróleo ya hacia 2020. Esta perspectiva sería beneficiosa para China, que entonces podría abastecerse sin competencias en Oriente Medio.
Gracias a esta baja de los precios internos de la energía fósil aumentaría la competitividad de la economía norteamericana. Esta perspectiva opera como un imán sobre las inversiones extranjeras en el sector petrolero y gasífero estadounidense. Igualmente importante consideró el representante oficial que este gas pueda transportarse en estado líquido, aumentando la alocabilidad de las exportaciones y, eventualmente, liberando a Europa de la presión de las importaciones de gas ruso por gasoducto. Los mayores depósitos de gas en esquistos bituminosos se encuentran en Ucrania, Polonia, Francia, China, Indonesia, Australia, Sudáfrica, Argentina y México. EE.UU. ya ha superado a Rusia como máximo productor mundial.
Estas previsiones aliviaron un poco el ánimo con el que se analizó la evolución de la economía europea. Si bien la UE aún no superó su crisis, ya nadie ve al euro en peligro de desaparecer. En este contexto fue bien recibido el discurso del vicepresidente Biden, cuando afirmó que “Europa es el pilar de nuestro compromiso con el resto del mundo” y “el catalizador para nuestra cooperación global.” Dando un giro a la política mundial de un gobierno hasta ahora focalizado en Asia, Biden reforzó la convocatoria hecha una semana antes por el presidente para construir una zona noratlántica de libre comercio. Parafraseando a la ex secretaria Hillary Clinton, Biden reafirmó que los Estados Unidos no están pensando en apartarse de Europa para dirigirse hacia Asia, sino a acceder a Asia junto con Europa.
¿Se basa este optimismo en datos reales o se trata de una gran “operación simpatía”, para levantar el ánimo de los europeos y mostrarles los dientes a los chinos?
No todos los especialistas concuerdan en el presupuesto optimista de Carlos Pascual. Efectivamente, la producción de gas de esquistos bituminosos está aumentando rápidamente en Estados Unidos. Gracias a nuevas tecnologías de fractura hidráulica y perforación horizontal, el desarrollo de esta variante gasífera ha compensado la declinante producción de gas convencional. Concomitantemente lo mismo ha sucedido en Canadá, Europa, Asia y Australia. Como efecto positivo secundario el gobierno norteamericano espera que el uso de este tipo de gas ayude a disminuir el efecto invernadero por la menor emisión de monóxido de carbono.
No obstante, ya en 2011 la Agencia de Información sobre la Energía discordaba de proyecciones de reservas tan optimistas y cuestionó la imparcialidad de algunas publicaciones. Estos reparos coinciden con los de una minoría de especialistas que consideran que por mediciones imperfectas e incompletas se ha sobrestimado completamente el potencial de gas de esquistos bituminosos disponible en EE.UU.
David Hughes, del Instituto Postcarbón, es sumamente pesimista en su evaluación del potencial de explotación de los esquistos bituminosos. Los especialistas críticos afirman que faltan todavía suficientes datos como para prever seriamente la capacidad de producción de esos estratos. Como se trata de una tecnología relativamente reciente, todavía no hay esquistos que hayan recorrido la totalidad del ciclo productivo. Por consiguiente, todas las previsiones se basan en modelos matemáticos todavía no verificados.
¿Cuál es entonces la razón de tanto optimismo? A partir de la experiencia de otros ciclos de recuperación del capitalismo puede afirmarse prudentemente que, otra vez, mediante una acción conjunta –planificada o no, no importa– de académicos, políticos y financistas se está induciendo a los mercados a dirigir sus inversiones en una determinada dirección de interés más político que económico. Algunas veces estas sugestiones a nivel mundial han tenido éxito, aunque fuera desarrollando finalmente sectores de la economía diferentes a los previstos, otras, no.
Con certeza puede afirmarse, sin embargo, que estos anuncios optimistas responden a gestos políticos para movilizar las propias fuerzas y las de los aliados, imponerse a las potencias emergentes y asustar a los adversarios, sobre todo a China. ¿Lo conseguirán?.
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Eduardo J. Vior