lunes, 9 de septiembre de 2013

La "autocrítica" del segundo mayor conglomerado mediático del mundo

Se pinchó el globo

Año 6. Edición número 277. Domingo 8 de Septiembre de 2013
Brasil. El principal diario de Brasil, entre las revelaciones del espionaje de la Agencia Nacional de Seguridad sobre los presidentes brasileño y mexicano, las disculpas por haber apoyado el golpe de Estado de 1964 y la forma de tratar el conflicto con el senador boliviano. 
 
“Sí, yo soy el poder.” (Roberto Marinho, 1904-2003, director de O Globo desde 1925 hasta su muerte, fundador en 1965 de la Red Globo, hoy parte principal de Organizaciones Globo, la segunda red de medios del mundo).
“La verdad es dura: la Globo apoyó la dictadura” y “El pueblo no es bobo: abajo la Red Globo” (cientos de miles de manifestantes en Rio de Janeiro y San Pablo en junio de 2013)

Barack Obama declaró en San Petersburgo que los vínculos de su país con México y Brasil son más importantes que la cuestión del espionaje de la Agencia Nacional de Seguridad a los presidentes de Brasil y México, revelado el domingo 1º por nuevos documentos publicados en O Globo, y esbozó la posibilidad de dar “un paso atrás” para analizar la forma en que fueron usadas las tecnologías de espionaje. Después de reunirse con Dilma Rousseff y Enrique Peña Nieto, se refirió a las quejas por el espionaje que sufrieron.
Dilma Rousseff ya había informado el mismo viernes en una rueda de prensa antes de partir de regreso hacia Brasil que Obama se había comprometido a brindar explicaciones formales sobre las denuncias de espionaje. También declaró que su viaje a Washington en octubre próximo va a depender de las “condiciones políticas” y afirmó que va a “proponer en la ONU la adopción de nuevos métodos para gobernar internet y proteger la privacidad de las personas”.
Asestando otro golpe a la credibilidad del gobierno de Dilma Rousseff, el diario carioca O Globo publicó el domingo 1º una nueva serie de documentos de la NSA provistos por Edward Snowden a su interlocutor preferido, el columnista de The Guardian y O Globo Glenn Greenwald, en los que se revela que la agencia norteamericana espió las comunicaciones electrónicas y telefónicas de la presidenta brasileña hasta en su esfera íntima. Con precisión milimétrica, la publicación salió tres días antes del viaje presidencial a la cumbre del G-20 en San Petersburgo, cuando el gobierno afronta serias dificultades económicas y en medio de la crisis de la coalición parlamentaria de apoyo al gobierno por la fuga del senador boliviano Roger Pinto de la embajada brasileña en La Paz a Brasil con ayuda de dirigentes del PMDB.
No es la primera vez que O Globo desnuda al Planalto. Ya hace dos meses la publicación de la primera serie de documentos aportados por Snowden reveló la omnipresencia del espionaje norteamericano que actúa en el subcontinente desde su base en Brasilia. Las reiteradas revelaciones también golpean al gobierno de Obama, que a cada rato debe explicar por qué espían a todo el mundo y declarar que lo seguirán haciendo, pero más debilitan el prestigio del gobierno brasileño, incapaz de proteger la seguridad de sus comunicaciones. También afectan la capacidad regulatoria del gobierno sobre el mercado de las telecomunicaciones en el que las principales empresas (Microsoft, Google, Facebook, Skype, Yahoo, etc.) le muestran cuán estrechamente trabajan con el espionaje norteamericano y lo seguirán haciendo. La amenaza implícita en las publicaciones de los documentos se extiende también a las próximas licitaciones para los suministros y la logística de la explotación petrolera en aguas profundas (el llamado “presal”), un negocio estimado en los 15.000 millones de dólares anuales en el que aspiran a participar importantes empresas norteamericanas.
Un día antes de la publicación de los documentos de Snowden O Globo difundió su “autocrítica” por el apoyo dado en 1964 al golpe de estado que derrocó al presidente João Goulart, reconociendo que fue “un error”. La publicación tuvo gran repercusión, particularmente en el continente, porque es la primera vez que uno de los pulpos de la información (el más grande) se disculpa por haber apoyado la dictadura que gobernó Brasil durante 21 años, hasta la transición en 1985.
O Globo es un diario de Rio de Janeiro fundado en 1925 por Irineu Marinho. A los pocos meses éste murió y su hijo Roberto, entonces de veinte años, debió hacerse cargo del periódico y de otros dos ya existentes. Roberto Marinho continuó dirigiendo personalmente el diario y todos los medios que se fueron sumando hasta su muerte en 2003. Durante toda su vida apoyó a la derecha conservadora y se opuso a los movimientos populares, al laborismo de Getúlio Vargas, João Goulart y Leonel Brizola primero y al PT de Lula después. Entre 1945 y 1964 acompañó todos los intentos de golpe de estado contra los laboristas, hasta que tuvo éxito. Cuando el golpe triunfó, con apoyo oficial fundó el canal de TV Globo que en 1965 incorporó a la Rede Globo. Gracias al acuerdo con Time-Life (hoy Time Warner) y a la ayuda de la dictadura, a partir de 1966 pudo usar las instalaciones de Embratel (empresa estatal de comunicaciones), para extender sus trasmisiones al país.
En 1969 aplaudió el Acta Institucional N° 5 que limitó extremadamente las libertades civiles y políticas y quitó los mandatos a numerosos parlamentarios. Sostuvo la brutal represión de las guerrillas urbanas y rurales en los años ’70, apoyó la ley de amnistía en 1978 que también perdonó a los culpables por actos de terrorismo de Estado, en 1984 intentó silenciar hasta el final la campaña por las elecciones directas, en 1989 manipuló el debate preelectoral entre Lula y Collor de Melo, ocultó los negociados por las privatizaciones de empresas estatales durante el gobierno de Fernando Cardoso e hizo campaña contra Lula en 2002. Entre tanto, con la formación de las Organizaciones Globo (multimedios), Roberto Marinho erigió el segundo grupo multimedios del mundo, con inversiones en numerosos países de América latina, Europa y África. Las Organizaciones Globo todavía marcan gran parte de la agenda política de Brasil y siguen recibiendo más del 30% de la pauta publicitaria federal.
Una “autocrítica” selectiva y tramposa. En su columna para Sul 21 (portal del PT de Rio Grande do Sul) el periodista Marco A. Weissheimer comentó el pasado lunes 2 que “el diario O Globo publicó el día 31 de agosto un editorial admitiendo que ‘el apoyo editorial al golpe del ’64 fue un error. La decisión de publicar esa evaluación’, dice además el editorial, ‘surgió de discusiones internas de años en las que las Organizaciones Globo llegaron a la conclusión de que, a la luz de la historia, el apoyo al golpe fue un equívoco’”. “Casi 50 años después del golpe cívico-militar que derrocó el gobierno de Goulart, continúa Weissheimer, la Globo habla por primera vez en público de ese ‘equívoco’ y admite que las protestas recientes en la calles que afirman que ‘la Globo apoyó la dictadura’ son incuestionables.” Sin embargo, lo que podía parecer una autocrítica acabó convirtiéndose en un ejercicio autojustificatorio y de ocultamiento de los beneficios que la empresa obtuvo por su apoyo a los golpistas. En resumen, el argumento del editorial de O Globo del sábado 31 fue que “mirándolo 50 años más tarde, fue un error, pero en aquel momento fue imprescindible para salvar la democracia”.
“La memoria rescatada por las Organizaciones Globo es extremadamente selectiva”, sigue el comentario. “Omite, por ejemplo, los beneficios que sus empresas obtuvieron por el apoyo al golpe. Omite también los crímenes encubiertos por sus medios que durante años vendieron en sentido literal un supuesto Brasil gigante que estaría siendo construido por la dictadura. Para restaurar esa memoria sería necesaria otra Comisión de la Verdad que investigase en serio las relaciones de los medios con la dictadura”, finaliza.
Por su parte, el Centro de Estudios de Medios Alternativos de Barón de Itararé en Río de Janeiro afirmó en la crítica que publicó en su página web el pasado martes 3 que “lo que el diario O Globo hizo durante la dictadura militar no fue sólo un apoyo, sino una sociedad simbiótica, un crimen. Un crimen que hizo que tres de los herederos de Roberto Marinho estén entre los diez hombres más ricos de Brasil.”
En el Observatorio de la Prensa del pasado viernes 6, en tanto, se publicó un calificado análisis de la “autocrítica”, escrito por Sylvia Debossan Moretzsohn, periodista y profesora de la Universidad Federal Fluminense en Niteroi. La comunicadora contesta la manida excusa de la Globo de que ellos habrían refugiado y protegido en la empresa a periodistas comunistas perseguidos por la dictadura: “Es verdad, pero faltó decir de qué modo actuaban esos periodistas: ocupaban cargos de jefatura, conocían las reglas del juego y estaban más alertas que nadie a las tácticas que sus ex-compañeros pudiesen utilizar para gambetear la censura. Fueron perfectos perros guardianes de los intereses patronales”.
Muchos críticos de la Globo recuerdan hoy el libro A história secreta da Rede Globo (La historia secreta de la Red Globo) escrito por Daniel Herz y publicado originalmente en 1986. El libro expone detallada y documentadamente las relaciones entre Roberto Marinho y la dictadura militar, así como los procedimientos ilegales que le permitieron construir su imperio. Este libro, reeditado catorce veces por dos editoriales, fue una de las fuentes del documental británico Beyond Citizen Kane (Más allá del ciudadano Kane), un film televisivo de Simon Hartog exhibido en 1993 por el Channel 4 en Londres. Aunque el documental fue censurado por la Justicia a pedido de Roberto Marinho, la Rede Record (perteneciente a la Iglesia Universal del Reino de Dios) compró los derechos de transmisión para Brasil y años más tarde lo trasmitió.
El documental compara a Marinho con Charles Foster Kane, el personaje creado en 1941 por Orson Welles para el film El ciudadano, un drama de ficción basado en la trayectoria de William Randolph Hearst, el primer gran magnate de la comunicación en los Estados Unidos.
Éste es el tono que impera en la escena bloguera brasileña. Una clara excepción a esta regla fue el comentario de Alberto Dines en la página de la Agencia Latinoamericana de Información (ALAI), titulado “Por fin, la primavera de los medios brasileños”, publicado el mismo lunes 2. Entre otros juicios laudatorios, comenta que “tres meses después de las protestas, la reverberación de las calles puede convertirse en cambios efectivos. Un indicio concreto lo da el comunicado de la Infoglobo Comunicação e Participações (Infoglobo Comunicación y Participaciones), el holding de los periódicos Globo, Extra y Expresso, en el que promete revisar su política de venta de espacios publicitarios. En otras palabras: abandonará las prácticas de dúmping que impiden la supervivencia de cualquier otro diario en Río de Janeiro. Se trata de un compromiso formal firmado con el CADE (Consejo Administrativo de Defensa Económica, organismo oficial de control de la competencia). El comunicado fue publicado ese mismo domingo 1º en la sección de Economía, pero pocos lo leyeron. Significa que el poderoso Grupo Globo admite la supervisión de una entidad reguladora de la competencia. Es un avance extraordinario”, comenta, “porque abre el camino para que el mismo CADE examine otras disfunciones de la competencia entre los medios, como la propiedad cruzada de medios electrónicos e impresos en una misma región”.
Sin embargo, Emir Sader es completamente radical en su crítica y en su comentario publicado en Carta Maior del lunes 2 acaba preguntando: “Por qué ahora ese ‘arrepentimiento’? No fue arrepentimiento, si no, no tendría el cinismo de restringir el error a un ‘apoyo editorial’. Habría hecho la autocrítica de su participación activa en el régimen más odioso que Brasil tuvo. En parte, como confiesan, es ‘vergüenza’, porque la gente les echa en cara el haber participado del golpe y de la dictadura. Intentan limpiarse de la acusación diciendo que ‘hicieron autocrítica’, pero, ¿por qué no la hicieron durante la dictadura, al comienzo de la democratización o en algún otro momento? La hacen ahora porque están cansados de ser derrotados y execrados, de tener manifestaciones constantes delante de sus oficinas, de que sus periodistas sean repudiados por las manifestaciones de los jóvenes, de saber que está consagrado el grito ‘El pueblo no es bobo / Abajo la Rede Globo’.”
“El editorial –continúa Emir Sader– expresa la conveniencia de una nueva reconversión de la empresa que se encuentra en crisis económica, de audiencia y con una credibilidad igual a cero. No por acaso al mismo tiempo los hijos del fundador fueron a visitar a Lula, después de atacarlo durante más de diez años”. Y finaliza: “Es por conveniencia, sin convencimiento alguno, que Globo hace como si fuese a enmendar su rumbo a partir del editorial. Se dan cuenta de que no eligen al presidente de la República desde hace más de diez años y de que corren el serio riesgo de seguir así por al menos otra década más. Perciben que ni siquiera en Río de Janeiro, su sede, consiguen elegir gobernador, senador o alcalde desde hace mucho tiempo. No es arrepentimiento, si no, cambiarían radicalmente su línea editorial e informativa. Tampoco sienten vergüenza, si no, cambiarían los equipos que les hacen pasar vergüenza. Es conveniencia, para tratar de romper el aislamiento, la desmoralización, la falta de credibilidad, la crisis económica y la pérdida acelerada de audiencia”, finaliza el director de Carta Maior.
Las manifestaciones populares de junio pasado no sólo pusieron a la clase política en la picota, sino que también revelaron el desprestigio de los grandes medios que controlan la comunicación en Brasil desde 1964. La presidenta Dilma Rousseff perdió entre marzo y junio la mitad del apoyo popular, pero ningún candidato opositor se benefició, mientras que la jefa de Estado recupera lentamente los puntos perdidos. Ante el riesgo de que en octubre de 2014 sea reelecta y las persistentes discusiones sobre la necesidad de una nueva Ley de Medios, O Globo contraataca proponiéndose nuevamente como gran electora.
Para ello encontró dos buenos pretextos: las colaboraciones de Glenn Greenwald, difundiendo los documentos que recibiera de Edward Snowden y la “autocrítica”. Con la segunda, la Globo trató de lavar sus culpas, con la primera golpea a discreción sobre el gobierno. Cada revelación de los archivos de la NSA recibidos del tránsfuga refugiado en Rusia desequilibra las relaciones Estados Unidos-Brasil muy al gusto de los conservadores de ambos lados y desnuda la debilidad del gobierno del PT, incapaz después de diez años de cuidar siquiera la intimidad de la Presidenta. No es cierto que “la Globo apoyó la dictadura”: la puso en marcha y le da nueva vigencia, cada vez que es necesario. Es cierto, como dice Sader, que se encuentra a la defensiva, pero lejos de estar muerta. Nunca hay que confiarse de una fiera herida.

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Eduardo J. Vior