domingo, 1 de septiembre de 2013

La lucha por el poder en China

El príncipe rojo se sacrifica para salvar al Partido

Año 6. Edición número 276. Domingo 1 de Septiembre de 2013
Bo Xilai. Ascenso y descenso de un político chino.
Una historia de pasiones encontradas con final heroico conmueve a la sociedad y a la privilegiada clase política chinas. 
 
 
Como en los mejores melodramas de la ópera china, las audiencias del juicio a Bo Xilai que terminó el pasado martes 27 ofrecieron al público una historia de pasiones encontradas con final heroico: el “príncipe rojo” descastado se hundió, pero protegió a sus compañeros del Buró Político del escándalo. Sin embargo, tanta publicidad no basta para satisfacer las expectativas populares.
Bo Xilai hizo una carrera brillante en el Partido Comunista hasta alcanzar el secretariado en Chongqing (sobre el Río Amarillo) en 2007 y ser elegido como miembro del Buró Político, el centro del poder en China. En su gestión se destacó por la represión del crimen organizado y la renovada introducción de las consignas revolucionarias de la época maoísta (1949-76). Su desgracia comenzó empero en abril de 2012, cuando su esposa, Gu Kailai, fue acusada de haber envenenado poco antes al empresario británico Neil Heywood, y Bo fue depuesto. Gu fue condenada a 15 años de prisión en agosto de 2012 y él, expulsado del Partido y juzgado ahora. Su sentencia será dictada en septiembre.
La historia tiene detalles curiosos: Bo fue acusado por haber aceptado sobornos en otro cargo hace veinte años y porque su esposa recibió regalos de un millonario amigo, pero contra él no hay pruebas, el proceso se transmitió en vivo, aunque parcialmente censurado, por primera vez el juez actuó profesionalmente, dejando hablar al acusado, y los defensores de oficio trabajaron decorosamente.
La declaración final de Bo puso emoción, al acusarse de “no haber gobernado bien” su propia casa. Su esposa y el jefe de policía local, Wang Lijun, a quien él mismo había nombrado, habrían tenido un “affaire” que desató la desgracia. Entonces Bo rechazó todos los cargos, porque se basaban en testimonios de su esposa y del ex jefe policial.
El escándalo estalló en febrero de 2012, cuando Wang se refugió en un consulado norteamericano, pero Washington denegó el asilo y lo entregó al gobierno chino. Esta imbricación extranjera explica en parte la publicidad del juicio.
El proceso fue cuidadosamente manejado por el PCCh, para concentrarlo en los cargos criminales contra el ex secretario y soslayar la lucha por el poder que entorna esta purga. Ni Bo ni el fiscal mencionaron los ríspidos conflictos en el Buró Político en el trasfondo. Activistas por los derechos humanos celebran la mayor transparencia del proceso y el recurso a testigos en vivo, pero muchos analistas aseguran que, en realidad, Bo pagó por su política revolucionaria más que por sus delitos. No obstante, la dirigencia aprobó la publicidad del proceso, para no malquistar a la facción de Bo y propagandizar la lucha anticorrupción. Hay también un costado populista: Bo y Gu son hijos de históricos dirigentes del PCCh, miembros de la “aristocracia roja”. Todo golpe contra ellos es vivido popularmente como una revancha contra “los de arriba”. En un país que bulle en cientos de protestas populares por los bajos salarios, los servicios deficientes y la corrupción de los funcionarios, el proceso fue una válvula de escape.
Según un editorial del New York Times del pasado miércoles 27, “el modo en que el gobierno chino manejó el juicio contra Bo Xilai, junto con el llamado “memorándum N° 9” del presidente Xi, refleja su miedo a perder el control y advierte que el futuro depende de una sociedad más democrática”. El Documento N° 9 del presidente Xi Jinping circula discretamente desde abril pasado. En él se listan siete peligros que amenazan la autoridad del Partido Comunista, entre ellos “la democracia constitucional occidental”, “los valores universales de los derechos humanos”, la prensa independiente, la participación cívica, el neoliberalismo y la crítica “nihilista” del pasado partidario. Sin embargo, la información occidental sobre el proceso contra Bo Xilai (la única disponible) es también partidista. El juicio contra el ex miembro del Buró Político expresa el triunfo de la línea de ajustes progresivos sobre la ruptura revolucionaria que el dirigente caído proponía, pero la actitud mesurada de acusadores y acusado revela también su común reticencia a dejarse provocar por la propaganda occidental y su cuidado de la unidad de la conducción.
La mayor transparencia va a repercutir en futuros procesos por corrupción, pero no legitimará sola a la conducción, si no se toman medidas efectivas para mejorar el nivel de vida de la población.

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Eduardo J. Vior