UCRANIA Y RUSIA: LA GUERRA ECONÓMICA
Eduardo J. Vior 23 de Agosto de 2015 |
12:00
La intensificación
de los combates en el Este de Ucrania beneficia a ambas partes, pero
mientras Rusia sólo arriesga a sus peones, Petro Poroshenko se juega su
supervivencia política y económica.
Desde que empezó agosto varias decenas de civiles han muerto en el Este de Ucrania por ataques de artillería de ambos lados. Según fuentes ucranianas, el 10 de agosto los autonomistas –dicen que con activo apoyo ruso– lanzaron en Starognatovka (a mitad de camino entre Donetsk y el puerto de Mariupol) un ataque con un tanque y artillería pesada que fue repelido por el ejército de Kiev y las milicias derechistas. De acuerdo con el informe que la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) dio el miércoles 19, la intensidad de los choques en Donetsk y Luhansk habría disminuido respecto al fin de semana anterior, aunque los inspectores se siguen quejando de los obstáculos que ambos bandos les ponen. No obstante, entre Donetsk y el litoral y al norte de Luhansk continuaban los bombardeos intermitentes con morteros y obuses desde ambos lados.
Durante las últimas semanas el gobierno ucraniano ha estado negociando sobre su deuda con los acreedores externos. La guerra, la falta de acuerdo con Rusia sobre el transporte del gas hacia Europa a través de Ucrania y una desastrosa política de ajustes dictada por el FMI y la Unión Europea han hecho que en sólo dos años el PBI cayera un 23% y la deuda pública aumentara al 158% del producto. La moratoria o la restructuración de la deuda son inevitables, pero no hay acuerdo sobre la medida y el modo de hacerlo.
Argumentando que no sólo tiene un problema de iliquidez sino de solvencia y que nunca podrá pagar la totalidad de la deuda, Kiev reclama una reducción de sus obligaciones en el 40 por ciento. Por el contrario, los acreedores, dirigidos por el fondo de inversión californiano Franklin Templeton sostienen que, apenas las medidas económicas adoptadas recientemente hagan su efecto y la economía vuelva a crecer, el país tendrá divisas suficientes para cumplir con sus compromisos. Por lo tanto, proponen usar 8000 millones de dólares de las reservas del Banco Central ucraniano para saldar el 40% de la deuda y reprogramar los restantes 11 mil millones a diez años y con tasas más bajas.
Sin embargo, con una inflación del 46% en alza y la hryvnia en caída abrupta, reducir las reservas de divisas a sólo 1500 millones es insensato. Además, los acreedores prevén una recesión de la economía ucraniana del 5,5% para 2015, a la que seguiría una nueva fase de crecimiento, mientras que el FMI anticipa una caída del 9% sin recuperación posterior. Para que sea posible, empero, son necesarios un cese de hostilidades duradero y un acuerdo con Rusia que no se avizoran.
Kiev podría declarar la moratoria y la reducción unilateral de la deuda, pero 3000 millones de dólares los debe a Rusia, que exige el pago puntual bajo pena de sanciones terribles.
Por su parte, el ejecutivo de deuda pública de Franklin Templeton, Michael Hasenstab, se ha puesto duro, porque enterró 7000 millones de dólares (que, según algunas versiones, pertenecerían a Rockefeller y Rotschild) en la compra de bonos basura de la deuda ucraniana, para convertirse en el mayor acreedor del país y ahora está en problemas porque los clientes del fondo de riesgo están retirando sus inversiones en bonos europeos para ponerlas en provechosas obligaciones norteamericanas. Falto de efectivo, el joven ejecutivo estrella de Wall Street necesita sacar de Ucrania hasta el último centavo.
Hasenstab no deja a Poroshenko declarar la moratoria ni le concede una reestructuración sostenible de la deuda. Este último, entonces, patea el tablero agudizando el conflicto en el Este para forzar a EE UU y Europa a rescatarlo. Como al mismo tiempo Washington quiere negociar con Moscú sobre Siria, Vladimir Putin siente que puede avanzar posiciones en Ucrania.Tanto a Poroshenko como a Putin les conviene agudizar la violencia, pero el jueguito puede acabar en una guerra en gran escala.
Desde que empezó agosto varias decenas de civiles han muerto en el Este de Ucrania por ataques de artillería de ambos lados. Según fuentes ucranianas, el 10 de agosto los autonomistas –dicen que con activo apoyo ruso– lanzaron en Starognatovka (a mitad de camino entre Donetsk y el puerto de Mariupol) un ataque con un tanque y artillería pesada que fue repelido por el ejército de Kiev y las milicias derechistas. De acuerdo con el informe que la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) dio el miércoles 19, la intensidad de los choques en Donetsk y Luhansk habría disminuido respecto al fin de semana anterior, aunque los inspectores se siguen quejando de los obstáculos que ambos bandos les ponen. No obstante, entre Donetsk y el litoral y al norte de Luhansk continuaban los bombardeos intermitentes con morteros y obuses desde ambos lados.
Durante las últimas semanas el gobierno ucraniano ha estado negociando sobre su deuda con los acreedores externos. La guerra, la falta de acuerdo con Rusia sobre el transporte del gas hacia Europa a través de Ucrania y una desastrosa política de ajustes dictada por el FMI y la Unión Europea han hecho que en sólo dos años el PBI cayera un 23% y la deuda pública aumentara al 158% del producto. La moratoria o la restructuración de la deuda son inevitables, pero no hay acuerdo sobre la medida y el modo de hacerlo.
Argumentando que no sólo tiene un problema de iliquidez sino de solvencia y que nunca podrá pagar la totalidad de la deuda, Kiev reclama una reducción de sus obligaciones en el 40 por ciento. Por el contrario, los acreedores, dirigidos por el fondo de inversión californiano Franklin Templeton sostienen que, apenas las medidas económicas adoptadas recientemente hagan su efecto y la economía vuelva a crecer, el país tendrá divisas suficientes para cumplir con sus compromisos. Por lo tanto, proponen usar 8000 millones de dólares de las reservas del Banco Central ucraniano para saldar el 40% de la deuda y reprogramar los restantes 11 mil millones a diez años y con tasas más bajas.
Sin embargo, con una inflación del 46% en alza y la hryvnia en caída abrupta, reducir las reservas de divisas a sólo 1500 millones es insensato. Además, los acreedores prevén una recesión de la economía ucraniana del 5,5% para 2015, a la que seguiría una nueva fase de crecimiento, mientras que el FMI anticipa una caída del 9% sin recuperación posterior. Para que sea posible, empero, son necesarios un cese de hostilidades duradero y un acuerdo con Rusia que no se avizoran.
Kiev podría declarar la moratoria y la reducción unilateral de la deuda, pero 3000 millones de dólares los debe a Rusia, que exige el pago puntual bajo pena de sanciones terribles.
Por su parte, el ejecutivo de deuda pública de Franklin Templeton, Michael Hasenstab, se ha puesto duro, porque enterró 7000 millones de dólares (que, según algunas versiones, pertenecerían a Rockefeller y Rotschild) en la compra de bonos basura de la deuda ucraniana, para convertirse en el mayor acreedor del país y ahora está en problemas porque los clientes del fondo de riesgo están retirando sus inversiones en bonos europeos para ponerlas en provechosas obligaciones norteamericanas. Falto de efectivo, el joven ejecutivo estrella de Wall Street necesita sacar de Ucrania hasta el último centavo.
Hasenstab no deja a Poroshenko declarar la moratoria ni le concede una reestructuración sostenible de la deuda. Este último, entonces, patea el tablero agudizando el conflicto en el Este para forzar a EE UU y Europa a rescatarlo. Como al mismo tiempo Washington quiere negociar con Moscú sobre Siria, Vladimir Putin siente que puede avanzar posiciones en Ucrania.Tanto a Poroshenko como a Putin les conviene agudizar la violencia, pero el jueguito puede acabar en una guerra en gran escala.
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