JUEVES
6 DE AGOSTO DE 2015
6 DE AGOSTO DE 2015
Jeremy Corbyn, sensación en gran bretaña
Quién es el candidato laborista antiajuste
Por Eduardo J. Vior
Después
de la desastrosa derrota del laborismo británico en las elecciones
parlamentarias de mayo pasado las agencias de apuestas no vendían
boletos para las elecciones internas del partido que comienzan la semana
próxima, pero la cabeza dura de un viejo izquierdista y el orgullo de
la base trabajadora y juvenil del partido han salvado la pasión inglesa
por el juego. Los medios siguen hoy la interna de Labour con más furia
que el British Classics en mayo.
El pasado sábado 1, Jeremy Corbyn,
diputado por Islington Norte (en el norte del Gran Londres) desde hace
32 años, obtuvo el apoyo de 162 de los cerca de 500 distritos
territoriales del Partido Laborista (LP, por su sigla en inglés) en
Inglaterra. Pocos días antes la central sindical Unite, el sindicato de
la administración pública Unison y el ferroviario Aslef se habían
manifestado por él. En las elecciones entre el próximo 14 de agosto y
fin de mes los afiliados al partido pueden elegir por correo o e-mail al
sucesor de Ed Miliband en la secretaría general de LP a la que este
renunció luego de la derrota del 7 de mayo. El próximo 12 de septiembre
se proclamará al vencedor. Además de Corbyn se presentan Andy Burnham,
secretario de Salud en el gabinete paralelo de LP (en Gran Bretaña los
partidos opositores replican los cargos de los gobiernos), Yvette Cooper, secretaria de Interior en el mismo equipo, y Liz Kendall, secretaria de Asistencia Social y Vejez en dicho grupo.
Corbyn es el único sin funciones en el partido ni en el bloque parlamentario. Lo siguen Yvette Cooper (a quien adhieren 121 distritos), Andy Burnham (112) y Liz Kendall
(101). Luego de reformado el estatuto partidario en 2014, por primera
vez desde la fundación del Labour Party en 1920 los bloques
parlamentarios en Westminster y Estrasburgo y los sindicatos han perdido
su voto corporativo y el sufragio es individual. Por
esta razón la central sindical Unite está movilizando a sus 1,4
millones de afiliados y muchos se sumarán a Labour para votar por
Corbyn. Sin embargo, según un sondeo reciente entre votantes que no son
miembros de partidos, el 30 por ciento del electorado laborista apoya a Burnham, Corbyn y Cooper empatan en 24 por ciento y Liz Kendall obtiene el 21 por ciento.
Cada
afiliado puede indicar en qué orden de preferencia coloca a los
postulantes. Si ninguno alcanza el 50% de los votos, se elimina al
cuarto, sus votos se redistribuyen entre los candidatos remanentes y así
sucesivamente, hasta que alguno suma más de la mitad de los votos. Para
presentar la candidatura los postulantes necesitaron el aval de 35
diputados (15% del bloque parlamentario) que Corbyn recién
obtuvo a última hora del pasado 15 de junio. Tan pequeña es su base
parlamentaria. Sin embargo, según las encuestas, tiene el 43% de las
primeras preferencias y el 53% del distribuido total.
Este viejo
militante de la izquierda laborista aboga por la renacionalización de
los ferrocarriles y de las empresas de energía, el aumento del impuesto a
la herencia y a las grandes fortunas, la gratuidad de la enseñanza
universitaria, el financiamiento público del sistema nacional de salud
(NHS) y la masiva capacitación de los trabajadores para refundar una
industria británica competitiva. De 66 años de edad, casado en terceras
nupcias con Laura Álvarez, pacifista, propalestino y
militante por los derechos de los animales, es partidario del diálogo
británico-argentino sobre la soberanía de las Malvinas.
No es un
líder carismático, sino –como lo formuló recientemente otro diputado–
uno que atrae por su mesura. Sobre todo se trata del único candidato
antiajuste y al que el pueblo percibe como opuesto a las elites
tecnocráticas del Parlamento británico.
El propio postulante no preveía el huracán que desencadenaría su entrada en la liza. Desde
que comenzó su campaña el 9 de julio su público aumenta continuamente y
el fin de semana pasado juntó en Liverpool a 800 personas, con muchas
más fuera del salón. Miles de jóvenes y sindicalistas timbrean y hacen
campaña telefónica por él. Desde
la derrota de mayo 52.000 nuevos afiliados se sumaron a Labour. Los
sindicatos incorporaron otros 25.000 y se estima que hasta el 14 de
agosto 140.000 nuevos miembros estarán habilitados para votar.
Aterrorizados ante la avalancha, líderes de la derecha partidaria han
advertido contra la “infiltración trotskista” y pidieron la suspensión de la elección interna, pero el Consejo Nacional se opuso.
Jeremy Corbyn levanta las viejas banderas laboristas en el lenguaje del siglo XXI. Inspirado por Paul Krugman, Joseph Stiglitz y Amartya Sen,
sostiene que un gobierno con moneda propia –como el británico– no puede
tener arcas vacías, y que la finalidad de los impuestos es asegurar el
valor del dinero, redistribuir el ingreso, corregir las malas prácticas y
poner precio a los servicios públicos. Por lo tanto, los déficits y
superávits no son buenos ni malos per se, sino la medida de la
recaudación y los gastos. El éxito de un gobierno, entonces, depende del
grado de cumplimiento de su plataforma electoral. A pesar de su
precisión, empero, Corbyn pospone una definición en
torno a la pertenencia a la Unión Europea (UE), sobre la que decidirá un
referendo en 2016, hasta ver qué trae el primer ministro David Cameron de sus actuales negociaciones en Bruselas.
El
alzamiento de la base laborista todavía no encuentra eco en la mayoría
de los votantes. 35 años de neoliberalismo, neocolonialismo y xenofobia
han difundido en el electorado el miedo y el rechazo a las novedades.
Además, el sistema electoral británico favorece el abstencionismo y la
manipulación de la representación. Por ello las votaciones se deciden
por la derecha.
Corbyn puede ganar la elección interna, pero
Labour puede partirse o el bloque parlamentario desconocer las
directivas partidarias y, aun con la formación unida, todavía no
conquistar a los votantes de centro. El pueblo laborista está dando una
poderosa señal de rechazo a las políticas neoliberales, pero es sólo el
comienzo de un largo camino.
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Eduardo J. Vior