Con 44 años, suma fans en la política y las redes sociales
Canadá y el fenómeno Justin
Por Veintitres
Con 44 años, suma fans en la política y las redes sociales
Por Eduardo J. Vior
A dos meses de haber asumido el gobierno de Canadá, el primer ministro, Justin Trudeau,
sigue encantando a la mitad de su país y a muchos extranjeros, pero
pronto deberá presentarse a examen, para verificar hasta qué punto su
desenfadado estilo representa una alternativa real a su acartonado
predecesor Stephen Harper (2007-15) y a sus vecinos estadounidenses.
El
segundo primer ministro más joven de la historia canadiense (44 años)
fue la gran sorpresa de las elecciones parlamentarias del 19 de octubre
pasado. En tres años de liderazgo llevó a su partido al primer puesto
electoral, movilizó a las urnas a tres millones de votantes más que en
2011 y atrajo de vuelta al electorado mayor. Además del cansancio social
ante la rispidez de su antecesor, Trudeau expresa la
postura multiétnica, tolerante, no intervencionista y cuidadosa del
Estado liberal de bienestar de la mayoría de la población que habita la
mitad oriental del país. Por el contrario, en la mitad oeste predominan
los votantes masculinos, de mayor edad y rurales, que rechazan las
intervenciones excesivas del Estado y defienden la minería y la
explotación petrolera.
Desde que asumió, el 4 de noviembre pasado, Trudeau ha subrayado reiteradamente las diferencias de estilo entre él y Harper. Mientras que éste conducía férreamente a sus ministros, el nuevo premier lleva adelante un “gobierno de gabinete” y alienta que sus miembros debatan en público. Contra la timidez de Harper, Trudeau se
sumerge en las multitudes y expone públicamente su vida privada. El
fanatismo que ha despertado en las redes (sólo comparable con el que
provocaron los Kennedy a principios de la década de 1960) le ha valido el apodo de “Trudeau 2.0”. Los medios sensacionalistas subrayan su “sex appeal”.
Sin
embargo, la dura realidad ya lo está poniendo a prueba. El alto nivel
de deuda pública y el bajo crecimiento económico hacen inviable su
promesa electoral de gobernar con un “moderado” déficit anual y
realizar reformas redistributivas. El compromiso de recibir hasta
febrero a 25.000 refugiados sirios, en tanto, chocó con dificultades
organizativas insalvables. La postura ética de su partido se vio
asimismo cuestionada, cuando se supo que un recaudador de su campaña
(inmediatamente separado) vendía cenas con el futuro ministro de
Finanzas.
La erosión de las clases medias y la sensación de que
se cerró el camino del progreso indefinido son comunes a Canadá y EE.UU.
y favorecieron a Stephen Harper, en el primero, en 2011, como ahora lo hacen con Donald Trump, en el segundo, pero Justin Trudeau
supo capitalizarlas en 2015 en otro sentido convenciendo a los votantes
de que su liderazgo tranquilo los cuidaría mejor que la dureza de su
predecesor. Para ello amplió el horizonte de los valores representados
en el gobierno, al incorporar a las minorías postergadas.
No
obstante, los resultados electorales han demostrado que el país está
dividido en dos partes (Este y Oeste), sólo unidas por su modo
civilizado de dirimir los conflictos y –según los analistas– Justin Trudeau deberá aprobar diez exámenes, si quiere superar este cisma.
Contra
lo previsto, el déficit presupuestario anual se elevará a cerca de 15
mil millones de dólares norteamericanos, sin considerar aún las reformas
propuestas. La caída de los precios mundiales de las commodities
(Canadá es gran exportador de petróleo, gas, minerales y pescado) y el
estancamiento de la economía internacional agravan las perspectivas.
Trudeau se
comprometió también a retirar los bombarderos de Siria e Irak y a
contribuir de otro modo a la lucha contra el Estado Islámico, pero aún
no definió cómo hacerlo.
Las dificultades organizativas hacen, asimismo, imposible acoger tantos refugiados sirios como prometió.
Para
cumplir con el documento de la cumbre climática de París, el primer
ministro convocó para marzo a una conferencia con los mandatarios
provinciales en la que deberían acordar un plan de acción para reducir
las emisiones de carbono, pero los distritos carboníferos del Oeste ya
anunciaron su resistencia.
En cambio, la promesa de llegar a un
trato igualitario entre el Estado canadiense y las naciones indígenas ya
está en práctica mediante la preparación de un informe sobre la
desaparición y asesinato de mujeres de dichos pueblos y acuerdos para
satisfacer sus necesidades de vivienda, educación, salud,
infraestructura, niñez y seguridad local.
En febrero de 2014, la
Corte Suprema de Canadá había derogado la prohibición a los médicos para
asistir la muerte consentida de pacientes terminales y había dado al
gobierno un año para que promulgara la ley correspondiente que el nuevo
gabinete ha prometido presentar el mes próximo.
El Senado Federal,
en tanto, es una cámara cuyos miembros hasta ahora se designaban por
acuerdo entre los partidos, lo que llevó a numerosas irregularidades y a
casos de corrupción. Para subsanarlo, Trudeau ha prometido elaborar una
lista de personalidades independientes que se someterán a audiencia
pública antes de su designación por el Parlamento, a pesar de las
críticas opositoras.
El primer ministro prometió asimismo reformar el sistema electoral de cuño británico en el que “el primero se lleva todo”
y los votos de las minorías se pierden. Para ello prevé formar una
comisión multipartidaria, aunque ya se lo acusa de buscar sacar
ventajas.
El plan para legalizar y regular el consumo de
marihuana, a su vez, requiere negociaciones que ya deberían estar
comenzando, si se pretenden cumplir los plazos previstos.
Finalmente,
la reforma de la legislación antiterrorista del gobierno conservador,
para controlar mejor a los servicios de seguridad y proteger los
derechos de los habitantes, lo obligará a una dura negociación y a
afrontar campañas sensacionalistas en los medios.
El estilo de liderazgo de Justin Trudeau
no ha resuelto todavía ningún problema de fondo, pero ha ampliado la
base del gobierno. Canadá está social y étnicamente dividido, pero el
culto de la diversidad es una marca nacional de exportación que puede
aprobar los exámenes más rigurosos.
Una agenda polémica
- Legalización del uso de marihuana
- Reforma del Senado
- Retiro bélico de Siria e Irak
- Reducción de emisiones de carbono
- Trato igualitario a naciones indígenas
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Eduardo J. Vior