sábado, 30 de enero de 2016

Corea del Norte no es para tomar en broma

El excéntrico líder norcoreano Kim Jong Un

Por Veintitres


El excéntrico líder norcoreano Kim Jong Un
Por Eduardo J. Vior
Desde la muerte, en 1994, del fundador de la República Democrática Popular de Corea, Kim Il Sung, es costumbre en los medios occidentales caricaturizar a los líderes de Pyongyang como excéntricos y cómicos. La palma se la lleva el joven Kim Jong Un (1983- ), en el poder desde hace cuatro años. Especialmente, la prensa norteamericana lo trata como niño lunático y malcriado a quien por puro capricho le gusta cada tanto dar golpes de efecto: lanzar cohetes tierra-mar, hacer estallar minas en la zona desmilitarizada entre ambas Coreas, organizar grandes maniobras militares y, finalmente, el pasado 6 de enero, el experimentar con un artefacto nuclear en el norte del país. Según Pyongyang, se trató de una bomba de hidrógeno; según observadores extranjeros, sólo fue la cuarta bomba atómica. 

Como si estuvieran programados, los estadounidenses sobrerreaccionan a las demostraciones de poderío militar norcoreano. Esta vez mandaron a la península un B-52 cargado de cabezas nucleares y llenaron el ciberespacio farfullando sobre la “irracionalidad” de Kim Jong Un. Por el contrario, si se analiza la conducta del pequeño país comunista en las últimas décadas, se entiende la necesidad que sus líderes perciben de devolver a Washington a la realidad. El verdadero peligro de un enfrentamiento en el nordeste de Asia para la paz mundial deriva de que EE.UU. no toma en serio a Norcorea.

En un clima tan enrarecido, nadie percibió la oferta norcoreana del pasado viernes 8 para detener sus tests nucleares, a cambio de que EE.UU. y la República de Corea congelaran sus maniobras militares conjuntas y negocien un tratado de paz que ponga fin al estado de guerra que subsiste entre ambas Coreas desde 1953. Corea del Norte ha prometido también no exportar su tecnología nuclear, si EE.UU. la reconoce como octava potencia atómica.

Kim lanzó la última bomba poco antes de comenzar la campaña electoral norteamericana, para recordar a los precandidatos de ambos partidos que deben conversar con él, si quieren aprovechar las oportunidades que les brinda el reciente Acuerdo Transpacífico (TPP, por su sigla en inglés). Con este desafío, el líder norcoreano se adelanta en la defensa del interés nacional a su competidora del sur, Park Geun-hye, que, aunque tampoco firmó el TPP, calla ante el nuevo monstruo comercial y financiero por su alianza con Washington y Tokio. 

Park (2013-18) es hija del dictador Park Chung-hee, que entre 1961 y 1979 modernizó la mitad sur del país bajo la protección de Estados Unidos, aunque en conflicto con su aliado japonés que recién en diciembre pasado reconoció parcialmente sus crímenes de guerra. La mandataria preside el conservador partido Saenuri (de la Nueva Frontera) y busca la reunificación pacífica del país según el modelo alemán, pero, como China se ha negado a presionar al Norte, para que desista de su plan nuclear, Seúl es impotente ante Pyongyang.

Sin la colaboración china tampoco se pueden aplicar sanciones económicas contra Corea del Norte, porque ésta tiene una economía autárquica que sólo depende de importaciones chinas. Aunque a Beijing no le gusta la política nuclear norcoreana, no va a ceder a las presiones occidentales, para evitar que Seúl reunifique la península bajo su hegemonía.
Kim Jong Un ordenó el ensayo nuclear, en primer lugar, para que el próximo congreso del gobernante Partido del Trabajo, en mayo, convalide su liderazgo. También previó correctamente que Surcorea no se asustaría demasiado y advirtió al próximo presidente norteamericano que debe negociar, aunque deba esperar un tiempo antes de obtener el ingreso al club de las potencias atómicas. 

¿Quién es este presidente de 32 años que parece moverse a sus anchas en el juego mundial por el poder? Kim Jong Un es el segundo hijo del ex-presidente Kim Jong Il (1994-2011) y nieto de Kim Il Sung (1948-94), fundador del Partido del Trabajo y de la República Popular. Aunque los datos son inciertos por el secretismo del régimen norcoreano, se sabe que el tercer Kim fue a la escuela en el cantón de Berna, Suiza, entre aproximadamente 1993 y 2000. De 2002 a 2009 concurrió a la elitista Universidad Kim Il Sung de Pyongyang, hasta que su padre lo eligió como sucesor. Kim comenzó entonces una acelerada carrera honorífica en el Partido y en el Ejército, pero, para que pudiera arribar al poder supremo, fue necesario purgar a cientos de dirigentes y ejecutar a parientes cercanos. Así son las reglas sucesorias en sistemas dinásticos.

Kim Jong Il murió en diciembre de 2011 y su segundo hijo asumió progresivamente sus funciones, hasta que en julio de 2012 fue promovido a wonsu (que puede traducirse como Mariscal, la máxima jerarquía militar). Además de continuar jugando al póquer atómico (una herencia de su padre), el joven Kim ha introducido una inteligente variante en la política económica norcoreana: en 2013 creó el “Sistema socialista de gerenciamiento responsable de las empresas” que da una cierta autonomía a las corporaciones estatales y mejora el sistema de distribución. Al mismo tiempo impulsa las huertas comunitarias que han mejorado sensiblemente la alimentación de la población. Las reformas económicas han aumentado el apoyo de la población a su política.

Kim Jong Un es un autócrata que ha consolidado su poder mediante la eliminación física y política de sus competidores, el fortalecimiento militar y un relativo éxito económico. Sabe manejar las tradiciones de la dictadura nacional comunista y controla el juego de póquer internacional para hacer oír a su pequeño país. Las alabanzas que recibe de Donald Trump no son casuales. Ambos tienen sentido de realidad y conocen las posibilidades y los límites del poder. Kim espera que los próximos presidentes de los Estados Unidos y de Surcorea sean realistas y acepten que una Corea reunificada con un Estado y dos sistemas es la mejor garantía para la paz regional y mundial. No obstante, como ni Washington ni Beijing ni Tokio quieren que en el nordeste de Asia surja una nueva potencia, el líder norcoreano sabe que tendrá que esperar. Como es joven, tiene claridad y aguante, habrá que tomarlo en serio.

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Eduardo J. Vior