domingo, 24 de enero de 2016

Macri perdió en Suiza el tren de la revolución 4.0

DAVOS, UNA CITA PARA VER Y MOSTRARSE

Eduardo J. Vior 24 de Enero de 2016 | 12:00
David Rothkopf, presidente y editor en jefe de la revista Foreign Policy, así como ex subsecretario de Comercio Internacional de Estados Unidos en el gobierno de Bill Clinton, dijo alguna vez que hay dos razones para asistir a las reuniones anuales del Foro Económico Mundial en Davos: por un lado mostrarse y hacer contactos, por el otro averiguar para qué están allí los demás. "En Davos se conforma el sentido común predominante en el mundo", añade Rothkopf.
De estos lujosos encuentros surgen las opiniones que prevalecerán en el mundo político y empresario europeo y estadounidense. No importa si son visiones realistas o ilusiones; por el peso y la fuerza de los actores allí congregados, estas percepciones modifican la realidad.
El tema del foro de este año ha sido "la Cuarta Revolución Industrial" que Klaus Schwab, el economista alemán organizador del Foro desde 1971, describe del modo siguiente: "La Primera Revolución Industrial usó el agua y la fuerza del vapor para mecanizar la producción. La segunda utilizó la energía eléctrica para masificar la producción. La tercera aplicó la electrónica y las tecnologías de la información para automatizar los procesos productivos. Desde mediados del siglo pasado se viene perfilando una Cuarta Revolución Industrial caracterizada por una fusión de tecnologías que borra los límites entre la esfera física, la digital y la biológica."
En su mezcla de descripción, predicción y programa, empero, el economista destaca que la desigualdad es el mayor riesgo que puede acarrear el desarrollo tecnológico. Mientras que una minoría de desarrolladores e inversores se benefician, la masa de los trabajadores y muchos cuadros técnicos y profesionales ven reducido su nivel de vida. Esto explica la insatisfacción de muchos ciudadanos de los países más desarrollados con sus gobiernos y empresas.
Esta mezcla de humores pudo notarse también este año en Davos. El optimismo con el que hace un año empresarios, consultores y políticos preveían la superación de la crisis económica mundial ha dejado su lugar a percepciones contradictorias: en primer lugar, la mayoría de los participantes en el foro está previendo un bajo crecimiento de la economía mundial, pero ninguna recesión.
Segundo, preocupa mucho que la Unión Europea pueda romperse por la crisis migratoria y/o por la eventual salida de Gran Bretaña como resultado del referendo que deberá tener lugar a fines de 2017. La crisis migratoria se ha convertido ahora en una amenaza para la unidad del propio bloque continental, si se acaba la libre circulación de las personas dentro de Europa. Al mismo tiempo, si Gran Bretaña abandona la UE, ambas se perjudicarán. Por eso David Cameron aprovechó su estadía enDavos para seguir renegociando la permanencia de su país en la Unión.
La volatilidad en los mercados financieros fue la tercera causa de nerviosismo para los participantes en el encuentro. La perspectiva de que el cada vez más lento crecimiento chino se convierta en una recesión aterroriza a inversores, financistas y especuladores de todos los países.
Tercero, la transformación tecnológica enunciada por Schwab es percibida por empresarios y políticos como un riesgo para la seguridad, los mercados y el empleo. No obstante, en cuarto lugar, el ímpetu que tomaron este año las negociaciones espontáneas entre inversores e innovadores demuestra que todos temen los nuevos desarrollos, pero nadie quiere quedarse afuera.
Finalmente, los atentados que el Estado Islámico y al Qaeda hacen en distintas partes del mundo han agudizado la sensación de inseguridad de la elite económica y política mundial.
El Foro Económico Mundial de Davos dejó este año una sensación contradictoria: por un lado, la elite política y económica del capitalismo mundial está preocupada por las crisis en China y Europa así como por el terrorismo, por el otro,se anuncia un nuevo empujón científico-tecnológico del que nadie quiere quedar excluido.
Descuidando completamente este contexto la delegación argentina se dedicó a buscar créditos especulativos e inversiones en el sector primario que no aportan nada al mediano desarrollo científico y tecnológico ya alcanzado por Argentina. Como lo insinúan los primeros pasos dados por este gobierno en materia educativa, parece que en este rubro retrocedemos al nivel de principios de siglo.
La comunicación dada por el Tesoro de Estados Unidos el pasado jueves, informando que se levantan los vetos contra el otorgamiento de créditos para Argentina en los organismos multilaterales, sólo confirma a posteriori que nuestro país sufrió desde 2011 el bloqueo financiero de Washington y no representa ningún logro del gobierno argentino. El pedido de ingreso a la Organización para el Desarrollo y la Cooperación Económica (OCDE) y la vuelta a los monitoreos periódicos del FMI, en tanto,someten nuestras decisiones económicas a los valores y pautas del capital financiero.
Si la participación en el Foro Económico Mundial en Davos tiene sentido para mostrarse ante los ricos y poderosos del mundo y para evaluar el estado de ánimo de esa elite, la presentación de Mauricio Macri careció de mayor relevancia.
En el balance del foro el aspecto más positivo fue el entretejido de contactos para impulsar "la Cuarta Revolución Industrial". Argentina está en muy buenas condiciones para llevarla adelante: nuestros trabajadores están medianamente bien educados, gozan de buena salud, las condiciones generales de vida son aceptables y tenemos una cantidad creciente de científicos y tecnólogos en condiciones de innovar. Por supuesto que en todos los aspectos hay que invertir mucho.
El presidente, en cambio, priorizó a empresas petroleras, petroquímicas y tecnológicas ya instaladas en el país y que –salvo Coca-Cola– no comprometieron grandes inversiones. Como además demostró falta de profesionalidad política en el trato con los medios, tampoco destacó por su figura, su palabra o la riqueza del mensaje que dio.
Fue un viaje demasiado caro para arreglar negocios que también se podían tratar por Skype. «

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Eduardo J. Vior