Argentina puede ahogarse en el Pacífico
por Eduardo J. Vior
Mauricio Macri no esconde su intención de sumar el país a la
Asociación Transpacífica y se espera que lo analice en Davos en una
reunión con el vicepresidente Joe Biden.
El pasado sábado 16 la agencia EFE difundió un informe titulado
“América Latina, un nuevo modelo exportador”, en el que se propone la
incorporación a los acuerdos de libre comercio, principalmente a la
Asociación Transpacífica (TPP, por su sigla en inglés), como medio para
sacar al subcontinente de su crisis actual. Como esta idea ha adquirido
el valor de axioma, conviene esclarecer públicamente sus implicaciones.
El TPP es un acuerdo económico y comercial abarcador y complejo
firmado el pasado 5 de octubre entre Estados Unidos, Canadá, México,
Perú, Chile, Japón, Vietnam, Malasia, Singapur, Brunei, Australia y
Nueva Zelanda después de siete años de negociaciones secretas. El
tratado baja las barreras comerciales entre los países miembros,
homogeneiza las normas laborales, sociales, medioambientales, sobre
propiedad intelectual y transparencia gubernamental y sienta criterios
de “buena práctica”. Una de sus particularidades reside en que establece
tribunales arbitrales privados para resolver controversias entre
estados y empresas.
El TPP se dirige evidentemente a aislar a China del área
Asia-Pacífico y “perforar” los acuerdos de cooperación regional que no
incluyen a EE.UU. (Asean y Mercosur). En EE.UU. se espera que traiga
importantes ventajas para agricultores, empresas tecnológicas,
farmacéuticas, aseguradoras y grandes manufactureras, pero también
algunas grandes corporaciones de otros países sacarán ventajas.
A partir de que en 2012 Wikileaks posteó el borrador secreto del
capítulo sobre propiedad intelectual, sanitaristas, sindicalistas,
ambientalistas, activistas por la libertad en Internet y grupos por los
derechos humanos de distintos países cuestionaron severamente el secreto
de las tratativas y la violación de derechos elementales por el
acuerdo.
Mauricio Macri no esconde su intención de sumar el país a esa
asociación. Para ello, como primer paso, en el Foro Económico de Davos
(20-23 de enero) se reunirá con el vicepresidente norteamericano Joe
Biden, y concertará la conversación que mantendrá con el presidente
Barack Obama en Washington a fin de marzo. En la misma se definiría la
modalidad de la incorporación argentina al Acuerdo Transpacífico, lo que
se formalizaría en noviembre, cuando el estadounidense visite Buenos
Aires tras la reunión del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico en
Lima.
Washington sabe que no será sencillo sumar a Argentina al tratado,
porque el Mercosur debe prestar su conformidad, pero confía en que el
nuevo eje Buenos Aires-Asunción-Montevideo se imponga sobre la
resistencia brasileña, boliviana y venezolana.
Que la libertad de comercio sea beneficiosa para un país depende de
su competitividad y ésta, a su vez, de los costos de producción y/o del
valor agregado a los bienes y servicios que se transen, de la distancia
hasta los mercados consumidores y de su disponibilidad de capital para
invertir. Como ningún país latinoamericano puede bajar los costos del
trabajo al nivel asiático, sólo nos queda aumentar el valor agregado,
para lo que necesitamos trabajadores sanos, bien educados, con buenas
condiciones de vivienda, transporte y servicios, así como buen
transporte y comunicación.
También deben darse condiciones políticas, institucionales, jurídicas
y culturales favorables. De lo contrario, un acuerdo de libre comercio
liquidaría la industria nacional, empobrecería a regiones enteras y
dejaría a millones de trabajadores en la calle. Es de esperar, por
consiguiente, que el gobierno nacional sea prudente al tomar sus
decisiones.
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Eduardo J. Vior