El inmoderado avance del “poder moderador” conduce al abismo
Mientras
Bolsonaro sigue escudándose detrás de las Fuerzas Armadas para
instaurar la dictadura y la elite política se muestra incapaz de
detenerlo, la Corte Suprema erige la última barrera
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
16 de junio de 2020
Infobaires24
16 de junio de 2020
Cuando
el pasado lunes 15 de junio el Procurador General de la República (PGR)
ordenó la detención de la jefa de la milicia bolsonarista “Los 300 de
Brasil” y el Supremo Tribunal Federal (STF) avisó que estaría pronto a
detener al ministro de Educación Abraham Weintraub por haber participado
en el acto de la milicia, el presidente Jaír Messias Bolsonaro todavía
amagó retroceder, pero su choque final con el alto tribunal se acerca
peligrosamente. La máxima autoridad judicial del país está apareciendo
como la última barrera civil capaz de frenar el avance presidencial
hacia la dictadura, pero es dudoso que los jueces supremos puedan
resistir largo tiempo los embates de la banda criminal encaramada en el
Planalto. Más que hacia la dictadura, Brasil avanza aceleradamente hacia
el caos, la anarquía y la disgregación.
La
activista bolsonarista Sara Winter fue detenida en la mañana del lunes
15 por la Policía Federal (PF) en cumplimiento de una orden del STF, la
máxima corte constitucional del país, acusada de graves atentados contra
el orden democrático. Winter, la primera dirigente bolsonarista que va
presa, dirige el movimiento “Los 300 de Brasil”, una milicia derechista
que la semana pasada acampó en Brasilia, amenazó a los jueces supremos y
atacó el tribunal y el Congreso. Otros cinco dirigentes del movimiento
fueron asimismo detenidos por agentes de la PF.
En
mayo pasado Sara Winter amenazó al ministro del STF Alexandre de Moraes
como reacción a una investigación sobre las usinas de trolls que
habrían dado el triunfo electoral a Bolsonaro en 2018 y siguen activas
agrediendo a magistrados y políticos desafectos. Sumadas ambas demandas,
la provocadora podría recibir una condena de entre 7 y 22 años de
prisión.
Entre tanto, este lunes por
la noche el presidente criticó en una entrevista televisiva al ministro
de Educación Weintraub por haber participado el domingo en el acto de
Los 300 en Brasilia. Con este anuncio el mandatario buscó
transitoriamente apaciguar las aguas y postergar un enfrentamiento con
el STF que todos juzgan inevitable.
Ya
en la noche del domingo 14 el Procurador General de la República,
Augusto Aras, puso en marcha por orden del presidente del STF, José
Antonio Dias Toffoli, una investigación preliminar sobre el
ataque que la milicia había llevado a cabo el sábado por la noche usando
fuegos de artificio contra la sede del Supremo Tribunal Federal en
Brasilia. Además de Sara Winter, Toffoli pidió también la detención de
Renan da Silva Sena, quien ya estaba imputado por haber agredido a
médicos y otros profesionales de la salud siguiendo el pedido del
presidente, para que sus militantes invadan hospitales y centros
sanitarios, para corroborar si, efectivamente, están atendiendo a
pacientes con coronavirus y a cuántos.
El
enfrentamiento entre el presidente y el Supremo Tribunal Federal (STF)
viene subiendo de tono, desde que los jueces el mes pasado le impidieron
tomar el control de la Policía Federal y escaló hasta convertirse en
una disputa constitucional. En un discurso ante la Cámara de Diputados,
la vicepresidenta del bloque oficialista Bia Kicis afirmó el pasado 21
de mayo que las Fuerzas Armadas son un “poder moderador” que actuaría
como la “última instancia” para resolver conflictos entre los poderes.
“De acuerdo al art. 142 [de la Constitución], dijo, no es el Supremo la
última instancia, sino las Fuerzas Armadas quienes tienen que reponer la
ley y el orden”. También el Procurador-General de la República afirmó
entonces que las Fuerzas Armadas tienen el derecho a “una acción efectiva de cualquier naturaleza” en caso de conflicto entre los poderes. Ya el 22 de abril Bolsonaro había citado el artículo constitucional durante una reunión ministerial.
El
artículo 142 de la Constitución de 1988 establece que las Fuerzas
Armadas tienen como misión “la defensa de la Patria, la garantía de los
poderes constitucionales y, por iniciativa de cualquiera de ellos, el
restablecimiento de la ley y el orden”. Más allá de la rémora
autoritaria de permitir a las fuerzas armadas la intervención para
restaurar “la ley y el orden”, nada autoriza a los militares a pretender
regular las relaciones entre los poderes del Estado. La referencia al
“poder moderador” tiene una larga tradición autoritaria desde la
fundación del Imperio (1822-1889).
El
“poder moderador” fue una figura introducida en la Constitución
imperial de 1824, la primera del Brasil independiente, que daba al
Emperador la facultad en última instancia de vetar leyes, designar
senadores y jueces, hacer tratados y declarar la guerra sin consultar al
Congreso, así como de intervenir provincias o terciar en los conflictos
entre los poderes. Este “cuarto poder” siguió vigente hasta el fin de
la monarquía (1889). Desaparecido el Imperio, durante la “República
vieja” (1891-1930) se adjudicaba a las fuerzas armadas la facultad de
intervenir como árbitro de última instancia. También en el comienzo de
la dictadura de 1964-1985 el régimen alegó que las fuerzas armadas eran
el “poder moderador” del Estado brasileño y que su toma del Estado
estaba justificada por la necesidad de restaurar “la ley y el orden”.
A
este tremendo dislate intentó poner fin el pasado viernes el ministro
del STF Luiz Fux determinando que la actuación de las Fuerzas Armadas en
relación a los otros poderes del Estado debe ceñirse a sus misiones
constitucionales y que de ninguna manera pueden arrogarse un lugar por
encima de los poderes constituidos. Las FF.AA., reafirmó, no dependen de
los gobiernos circunstanciales y su misión de restaurar eventualmente
la ley el orden no puede interferir en el funcionamiento de los demás
poderes ni en las relaciones entre ellos.
Mientras
que líderes opositores celebraron la comunicación del tribunal, el
gobierno y los militares guardaron silencio. Es que en la óptica del
alto mando militar los sucesivos frenos que el STF ha ido poniendo a los
avances del presidente no sólo están limitando sus excesos, sino
disminuyendo sus poderes y dificultando la gobernabilidad. Los militares
están asimismo irritados con el Congreso por el aluvión de pedidos de
juicio político contra el presidente. Sin embargo, el alto mando sigue
invirtiendo la lógica de los acontecimientos. “Si hay algún golpe, dijo
la semana pasada un ministro militar no identificado, viene de los otros
poderes.”
El alto mando no apoya
todas las medidas y los exabruptos del presidente, pero, ante la
agudización de la crisis política y constitucional, se ha visto
compelido a apoyarlo. Todavía, en los últimos días los ministros
militares (ocho de 20) mantuvieron reuniones con el presidente del STF,
José Dias Toffoli, y los jueces Alexandre de Moraes, Rosa Weber y Luís
Fux, en busca de una pacificación, pero nada asegura que una nueva
provocación presidencial no rompa la tregua. En realidad, más que por
los jueces, los jefes militares están preocupados por las
manifestaciones opositoras que, aunque todavía pequeñas, se vienen
sucediendo en las grandes ciudades. Ellos temen que se repita el
escenario de 2013, cuando las pequeñas marchas por el boleto estudiantil
se multiplicaron en una ola masiva que destrozó la popularidad de Dilma
Rousseff.
Sin política propia y a
la zaga de las provocaciones de Jair Bolsonaro y su banda, el alto mando
militar brasileño corre detrás de los acontecimientos en medio de una
descontrolada pandemia que ya mató a más de 40.000 personas, de una
crisis económica que hundirá al país por años y de una crisis política y
constitucional que desató la estampida de la incapaz elite que rige el
país desde la suave transición a la democracia en 1985. Es el momento de
los arriesgados y Bolsonaro lo sabe, pero él y su banda de criminales
son capaces de asaltar el poder, mas no de organizar un nuevo orden. Más
peligroso que el golpe en ciernes son la anarquía y el caos que el
capitán presidente está trayendo a la mayor potencia de América Latina.
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Eduardo J. Vior