En Alemania y en EE.UU. el Estado interviene en la economía
Mientras
que Berlín participa en las mayores compañías, la Reserva Federal
norteamericana compra la deuda impaga de grandes sociedades, pero ambos
cuidan a sus empresas
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
1 de junio de 2020
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1 de junio de 2020
Entre
los 180 pasajeros del vuelo de Lufthansa procedente de Berlín que el
sábado llegó a Tianjin, en el nordeste de China, las autoridades chinas
hallaron a uno con coronavirus. Se trata de un ingeniero de 34 años,
asintomático, a quien el control de salida de Alemania consideró
saludable. Al igual que la inmensa mayoría de los viajeros, el
profesional es uno de los empleados y trabajadores de Volkswagen que
retornan a China, para retomar el control de calidad en la fábrica de
dispositivos de trasmisión automática que la empresa alemana tiene en la
ciudad costera. El vuelo chárter fue el primero de una serie organizada
por la Cámara de Comercio Alemana en China junto con el gobierno de ese
país, para llevar de vuelta al personal alemán que había sido
repatriado en febrero, durante el pico de la pandemia. Aunque ya estaba
previsto que todos los pasajeros pasen una cuarentena de 14 días, antes
de reintegrarse a sus puestos de trabajo, el hallazgo de un infectado
ilustra las dificultades del “retorno a la normalidad”. Pero también
marca la decisión de ambos países de restablecer rápidamente sus
vínculos, para iniciar juntos la recuperación conjunta de sus economías.
Buscando
superar la crisis de 2007/08, el gobierno de Barack Obama (2009-17)
inyectó sumas enormes en los mayores bancos del país. En una pequeña
variación del mismo libreto, ahora la Reserva Federal está comprando los
certificados de la deuda de numerosas empresas al borde de la
bancarrota y aliviando así a los fondos de inversión que les habían
prestado ingentes cantidades. En Estados Unidos el Estado no planifica
la economía ni se ocupa del combate a la pandemia, sino que deja en
manos de los bancos propietarios de la Reserva Federal la
responsabilidad de recuperar la economía con el dinero que ésta emite en
nombre del pueblo.
Entre
tanto, el viernes 29 el gobierno alemán y la Comisión Europea se
pusieron de acuerdo sobre las concesiones que Lufthansa hará, para que
Bruselas autorice a Berlín a ayudarla con 9.500 millones de euros,
incluida la compra estatal del 20% de las acciones de la aerolínea. Con
esta adquisición, sumada al 5% que el Estado posee en la empresa como
resto de la privatización de 1997, la Federación tendrá el 25% necesario
para bloquear toda adquisición indeseada de la firma y así defender el
capital nacional de todos los alemanes. Cumpliendo lo requerido por la
UE, a última hora del viernes el directorio de la sociedad anónima
aceptó ceder a la competencia espacios y franjas de vuelo en los
aeropuertos de Francfort y Múnich.
Según
el comunicado de la compañía, en cada uno de los dos aeropuertos uno de
los dos competidores beneficiados recibirá respectivamente
estacionamientos para hasta cuatro aviones y un máximo de 24 franjas de
vuelo y aterrizaje. Se trata de una concesión sensiblemente menor a los
20 aviones anteriormente exigidos por Margrethe Vestager, vicepresidenta
de la Comisión Europea, a cargo de la defensa de la competencia. Como
las empresas europeas que ingresen a cada uno de los aeropuertos no
pueden haber recibido ayudas estatales por el coronavirus, casi
seguramente el principal beneficiado por estas concesiones sea Ryanair,
la low cost irlandesa que está pasando la crisis sin recurrir
al Estado y que criticó vehementemente la ayuda del gobierno alemán a
Lufthansa por “distorsión de la competencia”. Si la compañía de bandera
alemana no cedía franjas de vuelo y estacionamientos en sus dos
principales bases, Michael O’Leary, presidente de la irlandesa, había
amenazado con una demanda ante el tribunal europeo de la competencia.
El
compromiso entre Berlín y Bruselas representa una media victoria para
cada uno: mientras que la danesa Vestager festejó que Ryanair hiciera
pie en Francfort e Easy Jet ampliara su presencia en Múnich, el ministro
de Economía alemán, Peter Altmaier, puede ahora presentarse como
salvador de Lufthansa.
Otra
geografía, otro modelo. Según un informe dado a conocer el pasado
viernes 29, el Banco Central privado de Estados Unidos adquirió parte de
las fortunas corporativas del país, después de haber comprado 1,3
millones de dólares en certificados de la deuda de empresas en las más
diversas ramas de la economía, desde Apple hasta un montón de pequeñas
compañías en quiebra. Para ello ha invertido fondos del Programa de
Créditos Empresarios del Mercado Secundario de la Reserva Federal, uno
de los doce planes de emergencia del Banco.
Este
fondo de inversión tiene 30 bonos de Apple por 5,7 millones y bonos de
otras empresas que estaban en poder de la telefónica. La adquisición de
papeles basura también dio al Banco posiciones en la empresa de alquiler
de autos Hertz, en la cadena de supermercados JC Penney y en la cadena
de tiendas por secciones Neiman Marcus. Todas las compras se hicieron
entre el 12 y el 18 de mayo. Es la primera vez en la historia que la
Reserva Federal adquiere pagarés impagos de empresas privadas.
La
Reserva Federal fue creada por ley en 1913 para funcionar como Banco
Central. Es un sistema compuesto de tres instituciones: el Consejo de
Gobierno, los doce bancos regionales de la Reserva Federal y el Comité
Federal del Mercado Abierto (FOMC, por su nombre en inglés), además de
una gran cantidad de bancos obligados a participar a partir de un cierto
tamaño. Aunque el sistema oficialmente tiene prohibido comprar
acciones, se las ha ingeniado ahora para comprar certificados de deuda
de empresas privadas y así evitar el colapso del mercado privado de
crédito. De este modo, la mayoría de los 2,3 billones de dólares que la
Reserva Federal ha volcado a la economía desde el estallido de la
presente crisis se ha destinado a la compra de bonos del Tesoro y de
garantías respaldadas por hipotecas, de una forma similar a lo hecho
durante la crisis anterior, entre 2008 y 2009.
No
hay diferencias entre el combate contra la pandemia y la recuperación
de las economías de la mayor crisis que el capitalismo ha sufrido desde
1930. Para ambas tareas se requiere una afinada planificación estatal y
la movilización de todos los recursos poblacionales y económicos. Para
ganarse la confianza de la ciudadanía, esta imprescindible intervención
estatal en la economía y la sociedad necesita garantizar el buen uso que
las empresas y los bancos den a los fondos públicos recibidos. Pero,
además, en un momento en que la crisis ha hundido el valor bursátil de
compañías grandes y eficientes, los estados deben hacerse cargo de ellas
para protegerlas de compradores oportunistas que luego destruyan el
patrimonio que los pueblos han acumulado durante décadas. Se pueden
discutir las vías e instrumentos de la intervención estatal
planificadora en la economía y cómo llevar a buen puerto el esfuerzo
sanitario, pero no hay otra opción que fortalecer la capacidad directiva
del Estado, para proteger la vida, la libertad y la seguridad de los
pueblos.
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Eduardo J. Vior