Los vientos de cambio no llegan a Washington
Si bien las encuestas indican que la
mayoría de los norteamericanos ha girado hacia posiciones liberales, el
triunfo demócrata aún no es seguro y sólo implicaría la vuelta del
“Estado profundo”.
Por Eduardo J. Vior
Infobaires24
22 de junio de 2020
Infobaires24
22 de junio de 2020
How many roads must a man walk down
Before you call him a man?
How many seas must a white dove sail
Before she sleeps in the sand?…
(…)
The answer, my friend, is blowin’ in the wind,
The answer is blowin’ in the wind.”[1]
(Blowin’ in the wind, Bob Dylan, 1962)
Before you call him a man?
How many seas must a white dove sail
Before she sleeps in the sand?…
(…)
The answer, my friend, is blowin’ in the wind,
The answer is blowin’ in the wind.”[1]
(Blowin’ in the wind, Bob Dylan, 1962)
Especialmente desde el comienzo de la
pandemia y luego del asesinato de George Floyd en Minneapolis, todas las
encuestas revelan una masiva deriva de la opinión pública blanca hacia
posiciones liberales. La mayoría reclama medidas efectivas contra la
discriminación racial y la reforma de la policía. Con su dedo al viento,
también la Corte Suprema extendió la semana pasada la protección para
trabajadores homosexuales y prohibió la expulsión del país de jóvenes
inmigrantes que fueron llevados ilegalmente cuando eran niños y ahora
están terminando sus estudios (los llamados “dreamers”, soñadores).
“LA MAYORÍA SILENCIOSA ESTÁ MÁS FUERTE
QUE NUNCA” (así, con mayúsculas) respondió el presidente el viernes en
su cuenta de Twitter. Es que, como en la campaña de 2016, Trump apuesta a
la movilización de aquellos blancos trabajadores y de baja clase media,
que viven en las provincias, asisten regularmente a las iglesias
evangélicas y hacen un culto de portar armas, pero se sienten
ninguneados por las noticias televisivas. Aunque todos los sondeos
políticos dan al candidato demócrata Joe Biden una ventaja de unos ocho
puntos, la elección del 3 de noviembre está lejos de haber sido
resuelta. Y aun si el Partido Demócrata venciera, ¿cómo compaginaría el
avance de los derechos civiles con la vuelta al globalismo económico y
militar?
En realidad, Trump nunca tuvo la mayoría del voto popular ni se interesó en tenerla. En 2016 Hillary Clinton lo superó en
número de sufragios, pero el republicano obtuvo los electores de
suficientes estados basculantes (los que cambian su voto de elección en
elección), como para ganar la mayoría en el Colegio Electoral. Ahora
está apostando a la misma ficha.Sin embargo, se le va a hacer cuesta
arriba. Tras el asesinato de George Floyd el presidente perdió el apoyo
de la mayoría de la población blanca. En 2010, 2012 y 2014 cerca del 60
por ciento de los votantes de ese origen optó por el Partido Republicano
(GOP, por su nombre en inglés). En 2016 esa cifra ya bajó al 58 por
ciento y en la legislativa de 2018, al 54 por ciento. En 2016 Trump
todavía obtuvo suficientes votos bien repartidos geográficamente como
para conquistar la mayoría en el Colegio Electoral, pero Clinton lo
superó en el voto popular por un dos por ciento. En 2018 los
republicanos ya recibieron un ocho por ciento menos de votos para la
Cámara de Representantes que los demócratas.
Los votantes blancos se han distanciado
del GOP especialmente en temas de educación, salud y discriminación
racial. Asimismo, concordando con el último fallo de la Corte Suprema,
una encuesta de CBS News mostró que el 82 por ciento de los
norteamericanos cree que los homosexuales requieren una protección legal
especial. El mismo estudio indicó que el 85% piensa que los llamados
“dreamers” deben recibir la residencia legal.
Sin embargo, Trump nunca ha hecho
política desde las mayorías, sino que las ha conquistado polarizando al
máximo los enfrentamientos culturales internos. La estrategia
presidencial consiste en movilizar a sus partidarios más fervientes,
atacar ferozmente el liberalismo de la Corte Suprema, poner a Joe Biden
como un “dormilón” incapaz de liderar el país y obligar a los demócratas
a posicionarse en temas económicos y de política exterior, para
restarles el apoyo de la juventud de izquierda.Su tuiteo agresivo, sus
teorías conspirativas y sus tergiversaciones imponen la agenda política y
obligan a sus oponentes a justificarse y a perder tiempo
desenmascarándolas.
Al día de hoy Biden lidera por ocho
puntos en el promedio de las encuestas. También parece tener la mayoría
de estados necesaria para ganar en el Colegio Electoral. Sin embargo,
todavía hace pocas semanas la gestión de gobierno de Trump tenía el
apoyo del 46 por ciento y entre los republicanos ascendía al 89 por
ciento. O sea, que tiene una buena base de partida. Si logra recuperar
sólo un poco la economía, puede ganar.
Por otra parte, Biden es un mal
candidato. Es muy mayor (79 años), en los debates durante las primarias
fue poco claro y careció de energía. Trump, por el contrario, es
penetrante y agresivo. Por el otro lado, las encuestas muestran también
que los votantes jóvenes y progresistas quieren cambiar el sistema, no
votar por un candidato del establishment como Biden. Es muy probable que
no concurran a votar y su ausencia, aunque no masiva, puede hacer la
diferencia.
El Partido Demócrata ha sido incapaz de formar una alianza social ganadora. No ha vuelto a hacer pie entre los
votantes blancos sin estudio universitario y se ha convertido en un
partido del liberalismo cultural y social. En la política económica, al
mismo tiempo, los demócratas abogan por la vuelta a la globalización,
apoyan a los gigantes de la economía digital y a los trabajadores
desplazados de la industria sólo les ofrecen capacitarlos en tecnologías
de vanguardia. Por supuesto que tienen prevista una vasta gama de
subsidios y ayudas para los trabajadores precarios o sin formación, pero
los más pobres no piden cualquier trabajo, sino uno de calidad que les
permita cumplir su sueño de ascenso social, una mentalidad que el
liderazgo demócrata no puede entender.
Los votantes norteamericanos están entre
la sartén y el fuego. El nacionalismo de Trump va a agudizar
peligrosamente la polarización sociocultural del país y, como tampoco va
a impulsar el acceso equitativo a la educación, no va a formar el
número de técnicos y científicos altamente calificados necesarios para
competir exitosamente en el mercado internacional de los próximos años.
Por su parte, aun si los demócratas eventualmente vencieran en
noviembre, comprometidos como están con Wall Street y Silicon Valley,
tampoco ofrecen una alternativa.
Como prometía la vieja canción de Bob
Dylan, “la respuesta está flotando en el viento”. Los vientos culturales
de Estados Unidos están cambiando aceleradamente su rumbo, pero todavía
no airean Washington.
[1] “Cuántos caminos debe caminar una persona
Antes de que lo llamen un hombre?
Cuántos mares debe atravesar una paloma blanca
Antes de dormir sobre la arena?
(…)
La respuesta, mi amigo, está flotando en el viento,
La respuesta está flotando en el viento”.
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Eduardo J. Vior