La pasión del PT
Año 6. Edición número 249. Domingo 24 de febrero de 2013
Un balance sobre la actualidad del Partido de los
Trabajadores de Brasil, a 33 años de su fundación y a 10 de su gestión
en el poder.
Con un acto en un local cerrado en San Pablo, el Partido de los
Trabajadores celebró el pasado martes 20 sus 33 años de existencia y los
10 años de gobierno. Fue un buen momento para que su fundador, el ex
presidente Luis Inácio Lula da Silva, y la presidenta Dilma Rousseff
hicieran un balance y marcaran la línea para la segunda mitad del
mandato. Pero Lula fue más allá: insufló nueva vida a su partido,
trasmitiéndole su estilo y forma de hacer política. El PT es hoy un
partido lulista.
Lula afirmó que los 10 años que se estaban celebrando consagraron una nueva forma de hacer política en Brasil. Exaltó la democracia de la gestión petista, su búsqueda de transparencia inédita y el frustrado intento de los adversarios de descalificar las conquistas de su gobierno. Tan duro fue en definir la antinomia que atraviesa Brasil (“ellos son implacables”, “ellos no perdonan”) como claro en presentar el “nosotros” que lo sostiene: los trabajadores del campo y la ciudad, los pequeños y medianos empresarios, los grandes empresarios que trabajan por el país, los sin tierra, los sin techo, etc. Se manifestó muy preocupado por la falta de representación política de la oposición. “En ausencia de partidos de oposición, un sector de la prensa hace oposición”, dijo. Dio lección a su partido, cuando subrayó la importancia del cambio de imagen realizado a partir de la llegada al gobierno en 2003. “A mí también se me caían las babas de rabia ante la injusticia y la mentira, pero aprendí que lograba más como ‘Lulinha, paz e amor’ (Lulita, paz y amor)”. Acabó proclamando la candidatura de Dilma a la relección en las elecciones presidenciales de octubre de 2014.
La presidenta, por su parte, fiel a su estilo, habló durante 50 minutos haciendo un balance de gestión y señalando las grandes líneas del desarrollo económico y social para los próximos dos años. Garantizó que su gobierno mantendrá la estabilidad económica y relanzará el crecimiento con distribución de la riqueza.
Cabe destacar entre los discursos que siguieron el del presidente nacional del PT, Rui Falcão, quien destacó dos reformas “necesarias para mantener la democracia” que el partido piensa impulsar en el Congreso: la reforma política para fortalecer los partidos y la reglamentación de la comunicación o ley de medios.
El acto y el discurso de Lula mostraron que el PT es un partido lulista. Lejos ya las pugnas entre las capillas ideológicas del período de oposición, eliminados los cuadros superiores por el proceso del mensalão, el PT se había convertido en un aparato que gestiona bien y gana elecciones, pero carece de atractivo. Sólo la personalidad extraordinaria de Lula, visionaria y pragmática, puede devolver el ánimo a su partido. Muchos esfuerzos serán necesarios todavía para que el partido asimile la lección de su líder.
El Partido de los Trabajadores fue fundado en 1980 por un conjunto de dirigentes sindicales, intelectuales de izquierda y católicos ligados a la Teología de la Liberación. En su origen tenía una orientación democrática socialista, que debía diferenciarlo tanto del laborismo varguista como de los tradicionales partidos marxistas. En el papel, el PT se organizó a partir de formulaciones de intelectuales marxistas, pero desde su nacimiento incluía ideologías sindicalistas de reforma y mejora social que paulatinamente tomaron el control del partido.
A pesar de que Lula perdió las elecciones presidenciales de 1989, 1994 y 1998 y recién ganó la cuarta vez, en 2002, durante los años 90 su partido aumentó sostenidamente su caudal electoral en estados y municipios, incluso en grandes ciudades. En 1989, Luiza Erundina ganó la alcaldía de San Pablo como primera mujer, seguida en 2000 por Marta Suplicy.
En 2002, Lula llega a la presidencia con la mayor bancada de diputados federales, aunque sin mayoría propia. El PT siempre dependió de coaliciones diversas para tener mayorías parlamentarias. En 2004, el partido perdió las elecciones municipales en importantes ciudades, pero en 2006, a pesar de los masivos ataques mediáticos y del escándalo del mensalão, Lula obtuvo la relección.
Mientras tanto, el partido se fue transformando. A partir de su base original en la clase obrera urbana, el PT se organizó como un algomerado heterogéneo de núcleos temáticos. Desde muy temprano combinó recetas económicas neoclásicas con el impulso a políticas de desarrollo y distribución de la riqueza. Esta ambivalencia produjo en 2003 la separación de un grupo de disconformes con la reforma privatista de la seguridad social impulsada por Lula que formaron el Partido Socialismo y Libertad (PSOL), actualmente sin relevancia.
Tanto en la elección de 2002 como en la relección de 2006, Lula venció a sus contrincantes del PSDB en las segundas vueltas con más del 60 por ciento de los votos y se despidió del mando en 2011 con el 80 por ciento de aprobación popular. Sus marcas principales fueron continuar el éxito del Plano Real (plan de estabilización económica iniciado en 1994), retomar el crecimiento del país, reducir radicalmente la pobreza y eliminar el hambre. El gobierno de Lula se caracterizó por el control de la inflación, la reducción del desempleo y los constantes récords de balanza comercial. Aumentó enormemente la producción automotriz y creció netamente el salario mínimo.
Para el pueblo brasileño, el gobierno de Lula se asocia a grandes programas sociales que redujeron radicalmente la pobreza: la Bolsa Familia (beca familiar), que subsidia a familias indigentes y muy pobres, y el Programa Hambre Cero que eliminó ese mal endémico. También pueden citarse los ingentes esfuerzos para eliminar la esclavitud y la trata de personas, que sin embargo aún subsisten.
Ante las trabas para el ingreso a las universidades públicas gratuitas, con exámenes de ingreso difíciles de superar sin una cara preparación especial, y para permitir que los jóvenes de sectores populares puedan estudiar, el gobierno de Lula lanzó el programa ProUni, que beca a estudiantes pobres para que estudien en universidades privadas. Pero al mismo tiempo fundó más de quince universidades federales con exigencias de ingreso simplificadas, para que los más pobres también puedan tener formación académica.
En el plano internacional, Brasil se perfiló en tres direcciones: a) en la búsqueda de la integración latinoamericana, consolidando el Mercosur y fundando en 2008 la Unasur; b) en la cooperación con las potencias emergentes China, India, Rusia y Sudáfrica; y c) con una fuerte presencia en el G-20, reclamando además el derecho a participar como miembro permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU como representante de América del Sur. También comanda desde 2004 la controvertida misión pacificadora en Haití.
Para superar limitaciones estructurales de la economía brasileña y esquivar algunos controles presupuestarios que frenan las inversiones, en 2007 lanzó el Plan de Aceleración del Crecimiento (PAC 1), que incentivó las inversiones en infraestructura. Levemente reformado, este plan es continuado actualmente por Dilma con el PAC 2.
Dilma Rousseff llegó a la presidencia el 1° de enero de 2011. Se trata de la primera mujer presidenta de Brasil. Dilma alteró en algo la política económica de Lula, pero en Hacienda mantuvo a Guido Mántega. Durante su primer año de gobierno, la presidenta perdió siete ministros por acusaciones de corrupción y en enero de 2012 sustituyó al de Educación, Fernando Haddad, por Aloísio Mercadante, para que el primero se candidateara por indicación de Lula a la alcaldía de San Pablo, la que conquistó en octubre pasado.
Aunque de perfil técnico y menos comunicativa que su antecesor, Dilma tiene actualmente una popularidad de más del 60 por ciento. En los encuestados destacan sus programas sociales y su política educativa. Las áreas de peor desempeño siguen siendo la salud y la seguridad.
A pesar de que 2012 fue para el gobierno y el PT un año muy duro por el proceso televisado (y televisivo) contra José Dirceu, José Genoino y otros implicados ante el Supremo Tribunal Federal (STF), así como por la permanente agresión de la prensa monopólica, y también por la incapacidad del partido para dar el debate público, los buenos resultados en las elecciones municipales de octubre, especialmente la conquista de San Pablo, y los cambios en su política de difusión pusieron al partido en mejor posición para este año.
En 2013 deben acometerse todas las reformas pendientes que preparen las elecciones de 2014, especialmente la reforma política, para fortalecer los partidos, disminuir el poder de los candidatos, reducir los costos de las campañas electorales y la dependencia de las empresas privadas. También está pendiente la reforma de la ley de medios que acabe con el monopolio de diez familias sobre la comunicación pública. La educación debe incrementar sensiblemente su infraestructura. Las inversiones en infraestructura deben ser aceleradas.
Después de más de tres décadas de historia y de diez años en el gobierno, el balance es fundamentalmente positivo. Los logros son innegables para decenas de millones de brasileños. Lula y Dilma alcanzaron una fórmula de convivencia exitosa que puede resumirse en “Dilma al gobierno, Lula al poder”. El PT, no obstante, todavía no identifica su rol. Lula le da la clave: es un partido lulista. Pero el líder todavía no tiene quien le escriba los pensamientos. La principal batalla que el PT tiene por delante es la de definir su identidad.
Lula afirmó que los 10 años que se estaban celebrando consagraron una nueva forma de hacer política en Brasil. Exaltó la democracia de la gestión petista, su búsqueda de transparencia inédita y el frustrado intento de los adversarios de descalificar las conquistas de su gobierno. Tan duro fue en definir la antinomia que atraviesa Brasil (“ellos son implacables”, “ellos no perdonan”) como claro en presentar el “nosotros” que lo sostiene: los trabajadores del campo y la ciudad, los pequeños y medianos empresarios, los grandes empresarios que trabajan por el país, los sin tierra, los sin techo, etc. Se manifestó muy preocupado por la falta de representación política de la oposición. “En ausencia de partidos de oposición, un sector de la prensa hace oposición”, dijo. Dio lección a su partido, cuando subrayó la importancia del cambio de imagen realizado a partir de la llegada al gobierno en 2003. “A mí también se me caían las babas de rabia ante la injusticia y la mentira, pero aprendí que lograba más como ‘Lulinha, paz e amor’ (Lulita, paz y amor)”. Acabó proclamando la candidatura de Dilma a la relección en las elecciones presidenciales de octubre de 2014.
La presidenta, por su parte, fiel a su estilo, habló durante 50 minutos haciendo un balance de gestión y señalando las grandes líneas del desarrollo económico y social para los próximos dos años. Garantizó que su gobierno mantendrá la estabilidad económica y relanzará el crecimiento con distribución de la riqueza.
Cabe destacar entre los discursos que siguieron el del presidente nacional del PT, Rui Falcão, quien destacó dos reformas “necesarias para mantener la democracia” que el partido piensa impulsar en el Congreso: la reforma política para fortalecer los partidos y la reglamentación de la comunicación o ley de medios.
El acto y el discurso de Lula mostraron que el PT es un partido lulista. Lejos ya las pugnas entre las capillas ideológicas del período de oposición, eliminados los cuadros superiores por el proceso del mensalão, el PT se había convertido en un aparato que gestiona bien y gana elecciones, pero carece de atractivo. Sólo la personalidad extraordinaria de Lula, visionaria y pragmática, puede devolver el ánimo a su partido. Muchos esfuerzos serán necesarios todavía para que el partido asimile la lección de su líder.
El Partido de los Trabajadores fue fundado en 1980 por un conjunto de dirigentes sindicales, intelectuales de izquierda y católicos ligados a la Teología de la Liberación. En su origen tenía una orientación democrática socialista, que debía diferenciarlo tanto del laborismo varguista como de los tradicionales partidos marxistas. En el papel, el PT se organizó a partir de formulaciones de intelectuales marxistas, pero desde su nacimiento incluía ideologías sindicalistas de reforma y mejora social que paulatinamente tomaron el control del partido.
A pesar de que Lula perdió las elecciones presidenciales de 1989, 1994 y 1998 y recién ganó la cuarta vez, en 2002, durante los años 90 su partido aumentó sostenidamente su caudal electoral en estados y municipios, incluso en grandes ciudades. En 1989, Luiza Erundina ganó la alcaldía de San Pablo como primera mujer, seguida en 2000 por Marta Suplicy.
En 2002, Lula llega a la presidencia con la mayor bancada de diputados federales, aunque sin mayoría propia. El PT siempre dependió de coaliciones diversas para tener mayorías parlamentarias. En 2004, el partido perdió las elecciones municipales en importantes ciudades, pero en 2006, a pesar de los masivos ataques mediáticos y del escándalo del mensalão, Lula obtuvo la relección.
Mientras tanto, el partido se fue transformando. A partir de su base original en la clase obrera urbana, el PT se organizó como un algomerado heterogéneo de núcleos temáticos. Desde muy temprano combinó recetas económicas neoclásicas con el impulso a políticas de desarrollo y distribución de la riqueza. Esta ambivalencia produjo en 2003 la separación de un grupo de disconformes con la reforma privatista de la seguridad social impulsada por Lula que formaron el Partido Socialismo y Libertad (PSOL), actualmente sin relevancia.
Tanto en la elección de 2002 como en la relección de 2006, Lula venció a sus contrincantes del PSDB en las segundas vueltas con más del 60 por ciento de los votos y se despidió del mando en 2011 con el 80 por ciento de aprobación popular. Sus marcas principales fueron continuar el éxito del Plano Real (plan de estabilización económica iniciado en 1994), retomar el crecimiento del país, reducir radicalmente la pobreza y eliminar el hambre. El gobierno de Lula se caracterizó por el control de la inflación, la reducción del desempleo y los constantes récords de balanza comercial. Aumentó enormemente la producción automotriz y creció netamente el salario mínimo.
Para el pueblo brasileño, el gobierno de Lula se asocia a grandes programas sociales que redujeron radicalmente la pobreza: la Bolsa Familia (beca familiar), que subsidia a familias indigentes y muy pobres, y el Programa Hambre Cero que eliminó ese mal endémico. También pueden citarse los ingentes esfuerzos para eliminar la esclavitud y la trata de personas, que sin embargo aún subsisten.
Ante las trabas para el ingreso a las universidades públicas gratuitas, con exámenes de ingreso difíciles de superar sin una cara preparación especial, y para permitir que los jóvenes de sectores populares puedan estudiar, el gobierno de Lula lanzó el programa ProUni, que beca a estudiantes pobres para que estudien en universidades privadas. Pero al mismo tiempo fundó más de quince universidades federales con exigencias de ingreso simplificadas, para que los más pobres también puedan tener formación académica.
En el plano internacional, Brasil se perfiló en tres direcciones: a) en la búsqueda de la integración latinoamericana, consolidando el Mercosur y fundando en 2008 la Unasur; b) en la cooperación con las potencias emergentes China, India, Rusia y Sudáfrica; y c) con una fuerte presencia en el G-20, reclamando además el derecho a participar como miembro permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU como representante de América del Sur. También comanda desde 2004 la controvertida misión pacificadora en Haití.
Para superar limitaciones estructurales de la economía brasileña y esquivar algunos controles presupuestarios que frenan las inversiones, en 2007 lanzó el Plan de Aceleración del Crecimiento (PAC 1), que incentivó las inversiones en infraestructura. Levemente reformado, este plan es continuado actualmente por Dilma con el PAC 2.
Dilma Rousseff llegó a la presidencia el 1° de enero de 2011. Se trata de la primera mujer presidenta de Brasil. Dilma alteró en algo la política económica de Lula, pero en Hacienda mantuvo a Guido Mántega. Durante su primer año de gobierno, la presidenta perdió siete ministros por acusaciones de corrupción y en enero de 2012 sustituyó al de Educación, Fernando Haddad, por Aloísio Mercadante, para que el primero se candidateara por indicación de Lula a la alcaldía de San Pablo, la que conquistó en octubre pasado.
Aunque de perfil técnico y menos comunicativa que su antecesor, Dilma tiene actualmente una popularidad de más del 60 por ciento. En los encuestados destacan sus programas sociales y su política educativa. Las áreas de peor desempeño siguen siendo la salud y la seguridad.
A pesar de que 2012 fue para el gobierno y el PT un año muy duro por el proceso televisado (y televisivo) contra José Dirceu, José Genoino y otros implicados ante el Supremo Tribunal Federal (STF), así como por la permanente agresión de la prensa monopólica, y también por la incapacidad del partido para dar el debate público, los buenos resultados en las elecciones municipales de octubre, especialmente la conquista de San Pablo, y los cambios en su política de difusión pusieron al partido en mejor posición para este año.
En 2013 deben acometerse todas las reformas pendientes que preparen las elecciones de 2014, especialmente la reforma política, para fortalecer los partidos, disminuir el poder de los candidatos, reducir los costos de las campañas electorales y la dependencia de las empresas privadas. También está pendiente la reforma de la ley de medios que acabe con el monopolio de diez familias sobre la comunicación pública. La educación debe incrementar sensiblemente su infraestructura. Las inversiones en infraestructura deben ser aceleradas.
Después de más de tres décadas de historia y de diez años en el gobierno, el balance es fundamentalmente positivo. Los logros son innegables para decenas de millones de brasileños. Lula y Dilma alcanzaron una fórmula de convivencia exitosa que puede resumirse en “Dilma al gobierno, Lula al poder”. El PT, no obstante, todavía no identifica su rol. Lula le da la clave: es un partido lulista. Pero el líder todavía no tiene quien le escriba los pensamientos. La principal batalla que el PT tiene por delante es la de definir su identidad.
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Eduardo J. Vior