Un choque de gasoductos
Año 7. Edición número 325. Domingo 10 de agosto de 2014
Los nuevos combates entre Armenia y Azerbaiyán en un
territorio fronterizo común crispan una zona geográfica estratégica en
el comercio energético que vincula a la Unión Europea con varios países
de la región de Asia.
Gracias a la mediación rusa y turca Armenia y Azerbaiyán desactivaron
este fin de semana el conflicto por Nagorno Karabaj, el enclave armenio
en territorio azerí que ya costó 30.000 vidas durante la guerra de
1993-94. Según convinieron los presidentes Serzh Sargsyan, de Armenia, e
Ilham Aliyev, de Azerbaiyán, con el ruso Vladimir Putin en el balneario
de Sochi en el Mar Negro, Armenia devuelve a Azerbaiyán las aldeas que
rodean el macizo montañoso y permite retornar a los azerís desplazados.
La zona en disputa será administrada por un gobierno provisional y se
reabrirán el ferrocarril y las carreteras entre ambos países, en tanto
una fuerza internacional de paz vigilará la frontera entre Armenia y el
enclave.
Más de 20.000 hombres se enfrentan desde hace veinte años atrincherados en el macizo montañoso y durante los combates de fines de julio murieron 15. Si bien el enclave tiene población armenia, desde la extinta URSS pertenece a Azerbaiyán. Cuando la URSS se desintegró, Armenia conquistó el enclave y desde 1992 mantiene ocupados los siete distritos que circundan el macizo (el 20% del territorio azerí). A pesar del armisticio que rige desde 1994, las escaramuzas se reiteran.
Los gasoductos que se entrecruzan en la región llevando el petróleo y el gas caspianos dan la clave para entender la enrevesada política surcaucásica.
En primer lugar debe considerarse el oleoducto Bakú (Azerbaiyán)-Tbilisi (Georgia)-Ceyhan (en la costa sureste de Turquía, cerca de la frontera siria), también conocido como BTC. Tiene 1.768 km de largo y desde 2005 lleva el crudo de la cuenca azerí del Mar Caspio hasta el Mediterráneo, por donde se exporta a Europa occidental. El BTC es operado por un consorcio de once empresas lideradas por la británica British Petroleum (BP). También participan la azerí estatal Socar, Chevron y consorcios de otros países.
Desde mediados de la década pasada también Irán se ha involucrado en la región. El último19 de marzo, el gobierno armenio anunció que su país aumentaría sus compras de gas a ese país a cambio de electricidad armenia. El fluido se transporta hasta el sur de Armenia por el gasoducto de 140 km que Teherán construyó y fue inaugurado en 2006. Otros 100 km hasta el centro del país están planeados, para entroncar con la red que llega de Rusia y con el BTC. Las relaciones entre Irán y Armenia han sido históricamente excelentes y ambos países mantienen una estrecha alianza política y militar. De este modo el eje Rusia-Armenia-Irán equilibra el EE.UU.-Turquía-Georgia-Azerbaiyán.
No obstante, los frentes cambian en el Cáucaso. Ante el conflicto en Ucrania, la perspectiva de que Irán acuerde con la Unión Europea la construcción del gasoducto Nabuco a través de Armenia, Turquía, Grecia, Albania y el Mar Adriático vincularía a Teherán con Bruselas y Washington, complementándose con otro que atravesaría Kurdistán y Turquía, aprovechando el gas de las regiones iraquíes bajo control kurdo. Para interesar a Turquía y Azerbaiyán, Teherán les propone interceder ante Eriván, para que el enclave azerí de Nashiyevan, entre Armenia, Irán y Turquía, se transforme en zona franca.
Por su parte la empresa estatal azerí Socar participa en la construcción del gasoducto transanatólico (Tanap), que conectará en Albania con el gasoducto transadriático hacia el sur de Italia y de allí a Europa Central. Se calcula que el gas caspiano llegará a Italia en 2019 y sustituirá en parte el que hoy llega a través de Ucrania. Para incrementar la carga, Bakú desea que Turkmenistán lo use para enviar su producción a Europa, pero para ello ambos necesitan el gasoducto transcaspiano que Rusia e Irán frenan.
Por el otro lado, como la UE bloquea la construcción del gasoducto South Stream, que a través del Mar Negro, Bulgaria, Serbia y Croacia llevaría el fluido a Italia y Austria, Rusia está considerando un nuevo trazado por Turquía, para el que también quiere interesar a Azerbaiyán. Así, Turquía e Irán, tradicionales adversarios, se encuentran juntos saltando las líneas.
Al mismo tiempo, después de que Barack Obama declarara en mayo pasado que por ahora no incorporará a Georgia y Azerbaiyán a la alianza atlántica, ambos gobiernos buscan el equilibrio entre los bloques. En estas condiciones, quienes más pueden perder por una reactivación del conflicto en Nagorno Karabaj son Azerbaiyán, Georgia, Turquía, Irán y British Petroleum.
En la última década, Azerbaiyán forjó importantes lazos con Israel y la OTAN y aumentó su presupuesto de defensa 27 veces hasta 3.700 millones de dólares, sobrepasando el presupuesto total de Armenia. Ésta, por su parte, asegura su defensa mediante la base militar rusa de Gyumri, cerca de la frontera turca, y tropas rusas vigilan sus fronteras con Turquía e Irán. Para destrabar los rígidos frentes al sur del Cáucaso, la doble mediación rusa y turca tiende ahora a establecer “la paz de los gasoductos”. Todos quieren negociar con Azerbaiyán y aprovechar la revalorizada “Ruta de la Seda”, pero Armenia se hace sentir para no perder el tren. Eriván depende mucho de Rusia y tendría pocas chances en una región pacificada, porque, aunque un mejoramiento de las relaciones azerí-armenio-turcas permitiría construir un segundo gasoducto de traza más corta que el BTC con el tramo armenio controlado por Gazprom, debilitaría el rol del gasoducto iraní y la influencia regional de British Petroleum, en tanto Armenia no puede acercarse a Turquía sin el (hoy impensable) reconocimiento turco del genocidio contra los armenios en 1915.
A Estados Unidos y la OTAN, por su lado, no les conviene la aproximación azerí-armenia, porque perderían influencia en una región donde todavía no tienen bases militares. Para desvalorizarla, Washington motorizaría la conexión gasífera Irán-Kurdistán-Turquía, para asegurar el abastecimiento de Europa por redes controladas por sus propias empresas.
Entre tanto, en abril pasado se fundó la Confederación Transcaucásica (CT) entre Armenia, Azerbaiyán y Georgia, para establecer un Estado neutral y sin barreras internas hasta 2019. El tratado fue firmado en Ginebra por los presidentes de los tres países bajo el patrocinio de Suiza, EE.UU., Rusia y la UE. El tratado prevé primero una serie de medidas inmediatas para crear confianza desmilitarizando y abriendo las fronteras. A largo plazo, se propone –imitando de Suiza– crear un Estado confederal sobre un acuerdo en diez puntos. En la conferencia de prensa posterior a la firma del tratado, los tres líderes señalaron la crisis en Ucrania como impulso para concretar ahora el acuerdo, ya que consideran el momento propicio para recuperar el papel del sur del Cáucaso como corredor de transporte Este-Oeste.
Este proyecto cuasiyugoslavo sería la panacea para la región, pero es poco probable que se concrete en el mediano plazo por la suma de intereses contrarios a la unidad de la región surcaucásica. Aunque no queda claro quién comenzó las hostilidades entre azerís y armenios hace dos semanas, es evidente que hay muchos que quieren mantener la región fracturada y enfrentada. En la región de los gasoductos que se entrecruzan nunca faltan novedades.
Más de 20.000 hombres se enfrentan desde hace veinte años atrincherados en el macizo montañoso y durante los combates de fines de julio murieron 15. Si bien el enclave tiene población armenia, desde la extinta URSS pertenece a Azerbaiyán. Cuando la URSS se desintegró, Armenia conquistó el enclave y desde 1992 mantiene ocupados los siete distritos que circundan el macizo (el 20% del territorio azerí). A pesar del armisticio que rige desde 1994, las escaramuzas se reiteran.
Los gasoductos que se entrecruzan en la región llevando el petróleo y el gas caspianos dan la clave para entender la enrevesada política surcaucásica.
En primer lugar debe considerarse el oleoducto Bakú (Azerbaiyán)-Tbilisi (Georgia)-Ceyhan (en la costa sureste de Turquía, cerca de la frontera siria), también conocido como BTC. Tiene 1.768 km de largo y desde 2005 lleva el crudo de la cuenca azerí del Mar Caspio hasta el Mediterráneo, por donde se exporta a Europa occidental. El BTC es operado por un consorcio de once empresas lideradas por la británica British Petroleum (BP). También participan la azerí estatal Socar, Chevron y consorcios de otros países.
Desde mediados de la década pasada también Irán se ha involucrado en la región. El último19 de marzo, el gobierno armenio anunció que su país aumentaría sus compras de gas a ese país a cambio de electricidad armenia. El fluido se transporta hasta el sur de Armenia por el gasoducto de 140 km que Teherán construyó y fue inaugurado en 2006. Otros 100 km hasta el centro del país están planeados, para entroncar con la red que llega de Rusia y con el BTC. Las relaciones entre Irán y Armenia han sido históricamente excelentes y ambos países mantienen una estrecha alianza política y militar. De este modo el eje Rusia-Armenia-Irán equilibra el EE.UU.-Turquía-Georgia-Azerbaiyán.
No obstante, los frentes cambian en el Cáucaso. Ante el conflicto en Ucrania, la perspectiva de que Irán acuerde con la Unión Europea la construcción del gasoducto Nabuco a través de Armenia, Turquía, Grecia, Albania y el Mar Adriático vincularía a Teherán con Bruselas y Washington, complementándose con otro que atravesaría Kurdistán y Turquía, aprovechando el gas de las regiones iraquíes bajo control kurdo. Para interesar a Turquía y Azerbaiyán, Teherán les propone interceder ante Eriván, para que el enclave azerí de Nashiyevan, entre Armenia, Irán y Turquía, se transforme en zona franca.
Por su parte la empresa estatal azerí Socar participa en la construcción del gasoducto transanatólico (Tanap), que conectará en Albania con el gasoducto transadriático hacia el sur de Italia y de allí a Europa Central. Se calcula que el gas caspiano llegará a Italia en 2019 y sustituirá en parte el que hoy llega a través de Ucrania. Para incrementar la carga, Bakú desea que Turkmenistán lo use para enviar su producción a Europa, pero para ello ambos necesitan el gasoducto transcaspiano que Rusia e Irán frenan.
Por el otro lado, como la UE bloquea la construcción del gasoducto South Stream, que a través del Mar Negro, Bulgaria, Serbia y Croacia llevaría el fluido a Italia y Austria, Rusia está considerando un nuevo trazado por Turquía, para el que también quiere interesar a Azerbaiyán. Así, Turquía e Irán, tradicionales adversarios, se encuentran juntos saltando las líneas.
Al mismo tiempo, después de que Barack Obama declarara en mayo pasado que por ahora no incorporará a Georgia y Azerbaiyán a la alianza atlántica, ambos gobiernos buscan el equilibrio entre los bloques. En estas condiciones, quienes más pueden perder por una reactivación del conflicto en Nagorno Karabaj son Azerbaiyán, Georgia, Turquía, Irán y British Petroleum.
En la última década, Azerbaiyán forjó importantes lazos con Israel y la OTAN y aumentó su presupuesto de defensa 27 veces hasta 3.700 millones de dólares, sobrepasando el presupuesto total de Armenia. Ésta, por su parte, asegura su defensa mediante la base militar rusa de Gyumri, cerca de la frontera turca, y tropas rusas vigilan sus fronteras con Turquía e Irán. Para destrabar los rígidos frentes al sur del Cáucaso, la doble mediación rusa y turca tiende ahora a establecer “la paz de los gasoductos”. Todos quieren negociar con Azerbaiyán y aprovechar la revalorizada “Ruta de la Seda”, pero Armenia se hace sentir para no perder el tren. Eriván depende mucho de Rusia y tendría pocas chances en una región pacificada, porque, aunque un mejoramiento de las relaciones azerí-armenio-turcas permitiría construir un segundo gasoducto de traza más corta que el BTC con el tramo armenio controlado por Gazprom, debilitaría el rol del gasoducto iraní y la influencia regional de British Petroleum, en tanto Armenia no puede acercarse a Turquía sin el (hoy impensable) reconocimiento turco del genocidio contra los armenios en 1915.
A Estados Unidos y la OTAN, por su lado, no les conviene la aproximación azerí-armenia, porque perderían influencia en una región donde todavía no tienen bases militares. Para desvalorizarla, Washington motorizaría la conexión gasífera Irán-Kurdistán-Turquía, para asegurar el abastecimiento de Europa por redes controladas por sus propias empresas.
Entre tanto, en abril pasado se fundó la Confederación Transcaucásica (CT) entre Armenia, Azerbaiyán y Georgia, para establecer un Estado neutral y sin barreras internas hasta 2019. El tratado fue firmado en Ginebra por los presidentes de los tres países bajo el patrocinio de Suiza, EE.UU., Rusia y la UE. El tratado prevé primero una serie de medidas inmediatas para crear confianza desmilitarizando y abriendo las fronteras. A largo plazo, se propone –imitando de Suiza– crear un Estado confederal sobre un acuerdo en diez puntos. En la conferencia de prensa posterior a la firma del tratado, los tres líderes señalaron la crisis en Ucrania como impulso para concretar ahora el acuerdo, ya que consideran el momento propicio para recuperar el papel del sur del Cáucaso como corredor de transporte Este-Oeste.
Este proyecto cuasiyugoslavo sería la panacea para la región, pero es poco probable que se concrete en el mediano plazo por la suma de intereses contrarios a la unidad de la región surcaucásica. Aunque no queda claro quién comenzó las hostilidades entre azerís y armenios hace dos semanas, es evidente que hay muchos que quieren mantener la región fracturada y enfrentada. En la región de los gasoductos que se entrecruzan nunca faltan novedades.
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Eduardo J. Vior