La Corona Holandesa y sus negocios en la Argentina
El numerólogo de los tarifazos paralizó la explotación del yacimiento de esquistos en Vaca Muerta para concentrar los gastos en la importación de gas licuado, beneficiando a sus patrones
Por Eduardo J. Vior
La presencia de Juan J. Aranguren en el Ministerio de Energía del
gobierno de Mauricio Macri es un misterio: autor del peor tarifazo en
los servicios de gas y electricidad de la historia del país, la semana
pasada debió declarar durante once horas ante un plenario de comisiones
de la Cámara de Diputados y al día siguiente, el jueves 18, la Corte
Suprema de Justicia retrotrajo el aumento de las tarifas de gas para el
servicio domiciliario. Probablemente haya que buscar la causa de tanta
fuerza en los apoyos al ex–presidente de Shell Argentina en la casa
matriz del holding Shell PLC, en sus propietarios ocultos y en la aguda
necesidad de dinero que éstos tienen actualmente.
La anglo-holandesa Royal Dutch Shell plc es propietaria de 25
refinerías y tiene activos de exploración y producción en 37 países de
todo el mundo. Su producción representa un 2% del total del petróleo y
un 3% del gas del mundo. La compañía se concentra actualmente en
perforaciones en aguas profundas en Brasil y, tras adquirir el Grupo BG
en 2014/15, en la licuefacción y transporte de gas. A pesar de tener su
cuartel general en Holanda, el grupo cotiza en la Bolsa de Londres como
empresa británica. Con 94.000 empleados, por sus ingresos brutos en 2014
era la cuarta empresa del mundo.
Shell ya pisaba fuerte en el negocio del gas, pero al comprar BG
agregó 20% a su producción y 25% a sus reservas totales de energía. Con
esta incorporación se convirtió en el mayor productor de gas del mundo y
en el segundo generador de energía después de Exxon. Es una de las
empresas más lucrativas del mundo, pero la caída del precio del petróleo
desde 2014 y los U$S 70.000 millones que gastó en British Gas le están
poniendo difícil pagar dividendos y financiar la exploración de nuevos
yacimientos. En esta situación el directorio decidió concentrarse en la
perforación en aguas profundas frente a Brasil y en el Golfo de México
así como en la producción de químicos, mientras posterga las inversiones
en esquistos.
La baja del precio del crudo en 1997 y 1998 había inducido una
disminución de los gastos e inversiones del sector, lo que –por un
efecto de rebote- elevó los retornos de capital hacia 2005. En ese
momento comenzó una década de precios altos, pero que coincidió con la
crisis financiera de 2007-08 en la que los grandes inversores sufrieron
pérdidas que todavía pretenden recuperar, a pesar de los bajos precios.
Esta presión, combinada con las bajas cotizaciones y el gasto
mencionado, fuerza a Shell a obtener recursos como sea.
Aún antes de su derrocamiento, Dilma Rousseff había intentado sumar a
la norteamericana Chevron a la exploración del pre-sal, pero bajo sus
propias condiciones. Con Temer en el gobiernolos estadounidenses están
imponiendo a los angloholandeses y a Petrobras los términos de su
participación. Simultáneamente, en Argentina, Cristina Fernández había
concertado con Chevron la explotación del yacimiento de esquistos en
Vaca Muerta que Juan J. Aranguren paralizó, para concentrar los gastos
en la importación de gas licuado.
Estos movimientos de Shell se explican por su deliberadamente opaca
estructura de propiedad. En setiembre de 2014 el 13,43% de las acciones
pertenecía a inversores institucionales y el resto, a
no-institucionales. Entre los primeros, el mayor accionista es el
Nederlands Centraal Instituut Voor Giraal Effectenverkeer BV (conocido
como Necigef), con el 44.7%. Lo siguen diversos fondos de inversión de
los cuales ninguno tiene más del tres por ciento. Necigef es el
instituto (privado) de control de valores y acciones de los Países Bajos
que desde 2002 pertenece a Euroclear, una empresa de servicios
financieros basada en Bélgica que es parte del grupo J.P. Morgan &
Co y actúa en varios países europeos. De modo que la custodia y
administración de acciones de importantes países europeos está en manos
del Banco al que pertenece el Ministro de Hacienda argentino Alfonso de
Prat Gay, entidad financiera que, a su vez, administra el paquete
controlante del grupo Shell al que responde el Ministro de Energía.
Detrás de todo está la casa real holandesa a la cual está incorporada
desde 2002 Máxima Zorreguieta, vástago de la oligarquía argentina, con
antecedentes que se remontan al siglo XVIII.
La casa de Orange-Nassau es una verdadera empresa multinacional con
inversiones en varios sectores de la economía. Nadie sabe cuál es el
paquete accionario de la familia real holandesa en Royal Dutch Shell,
pero expertos como John Donovan aseguran que es la “principal
accionista”.
Desde la fundación del primer antecedente de la empresa en 1890 la
corona holandesa es la principal accionista de la firma, aunque no sea
su única inversión. La Reina Beatrix (1980-2013) fue propietaria de
miles de millones de dólares en acciones dispersas en numerosas empresas
en todo el mundo que, de acuerdo con la ley holandesa, transfirió a su
hijo Willem-Alexander (2013) junto con el trono. Según la revista
Forbes, la mayor parte de esta riqueza está en Shell. La revista
neerlandesa Quote 500, que publica todos los años la lista de los 500
holandeses más ricos, estimó en 2012 la fortuna de la reina en unos
1.300 millones de dólares, pero un fraude con valores en 2004 y la
quiebra de Lehman Brothers en 2007 ocasionaron a la corona holandesa
importantes pérdidas que ahora procura restañar.
Desde que Mauricio Macri es Presidente las inversiones holandesas en
Argentina se han incrementado, especialmente en el campo de las energías
renovables, un sector en el que, bajo el impulso de la Reina Consorte
Máxima, Holanda es líder. Esta preferencia coincide con la del gobierno
argentino actual. Shell es, asimismo, una de las empresas que tienen en
mira a las Malvinas y condiciona nuestro acercamiento a Gran Bretaña.
Todo indica que Máxima puso a Juan J. Aranguren en el Ministerio de
Energía para controlar los ingentes recursos energéticos argentinos,
bloquear el avance de Chevron en la explotación del petróleo y gas de
esquistos, extraer el máximo de ganancia posible en un plazo cortísimo
para sanear la caja de la corona, transferir el peso de la matriz
energética argentina hacia las energías renovables y hacer algunos
negocios secundarios (pero no menores) en el campo financiero y de los
seguros marítimos.
No es extraño entonces que Mauricio Macri haya recibido con
beneplácito la designación de Aranguren, aceptación coherente con su
propio flujo de caja en Aruba u otro de los paraísos fiscales holandeses
del Caribe donde comprobadamente tiene su fortuna a salvo. Prat Gay,
finalmente, se atornilla al sillón gracias a que el Banco al que reporta
es el administrador de la fortuna real holandesa.