jueves, 4 de agosto de 2016

EE.UU. está dividido por el temor recíproco



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Unidos por el miedo mutuo

El temor atraviesa y se apodera de la campaña presidencial en los Estados Unidos
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Después de que la Convención Nacional del Partido Demócrata (DNC, por su sigla en inglés) nominó el pasado jueves 28 en Filadelfia a Hillary Rodham Clinton como candidata a la presidencia de los Estados Unidos, el miedo que demócratas y republicanos se tienen sobrevuela todas las discusiones. La mayor potencia del mundo está profundamente fracturada y, contra el miedo, echa mano a sus armas dentro y fuera del país.

En el discurso con el que el pasado jueves 28 aceptó su candidatura, Hillary Clinton dibujó mediante sus advocaciones, felicitaciones y declaraciones los contornos de un programa muy claro: juró fidelidad al Estado de Israel, prometió fortalecer la OTAN, fustigó a Rusia, aseguró que destruirá al Estado Islámico, elogió a los generales y a las fuerzas armadas en general, saludó a las tropas, proclamó la grandeza y la bondad de los Estados Unidos, los defendió de la acusación de ser pendencieros, reafirmó la doctrina del “Destino Manifiesto” que confiere a EE.UU. la misión divina de proclamar la libertad en todo el mundo y terminó con el tradicional “Dios bendiga a América”.

La Convención se había visto previamente opacada por la revelación por Wikileaks de 20.000 mensajes de correo electrónico en los que la Presidenta del Comité Nacional Demócrata, Deborah Wasserman-Schultz, incitó durante meses a activar contra la candidatura de Bernie Sanders. Para premiar el fraude, Clinton incorporó a Wasserman-Schultz a la dirección de su campaña.
“La mayor potencia del mundo está profundamente fracturada y, contra el miedo, echa mano a sus armas dentro y fuera del país”
Julian Assange, el fundador de Wikileaks, refugiado desde hace cuatro años en la embajada ecuatoriana en Londres para evitar su deportación a EE.UU., reconoció en una entrevista con un periodista británico que la publicación de los emails podría dañar la candidatura de Hillary Clinton, pero, afirmó, mientras que Donald Trump es “completamente impredecible”, Clinton es conocida y objetable, porque, como Secretaria de Estado (2009-13), impulsó la intervención militar en Libia y trató de destruir Wikileaks. Si el contenido de los mensajes es verdadero, ¿qué importa si, como afirman los servicios de inteligencia norteamericanos, salieron a la luz gracias a la infiltración de los servicios rusos en las computadoras del Partido Demócrata?

Hillary Rodham Clinton nació en Chicago en 1947 en una buena familia metodista de clase media. Junto a su estudio de Derecho y su consagración a los temas de niñez y adolescencia, desde muy temprano se involucró en política, pasando ya en 1968 del Partido Republicano al Demócrata, donde rápidamente se vinculó al aparato partidario en Washington. Siempre combinó con gran provecho económico su carrera jurídica con la política. Sólo la retrasó cuando Bill Clinton, con quien está desde 1971 y se casó en 1975, entró en ese último año en la carrera judicial en su natal estado de Arkansas que luego gobernaría por tres períodos entre 1979 y 1991. No obstante, Hillary supo aprovechar el poder de su marido para avanzar con su estudio de abogada.

En la campaña presidencial de 1992, Bill acuñó la consigna “compre uno y se lleva dos”. Debe haber sido la única vez que dijo la verdad, ya que ambos son inseparables, a pesar de las situaciones comprometidas en las que se han metido recíprocamente. Son parte indisoluble de la elite de poder en la que se han movido durante 40 años y, quizás, los últimos líderes que pueden restaurar hasta un cierto punto la unidad del grupo dirigente.

Aquí sería imposible pasar una revista exhaustiva al equipo que acompaña a Hillary, pero vale la pena concentrarse por un momento en su candidato a Vicepresidente: Tim Kaine. Timothy Michael Kaine nació en 1958 en una familia católica de Minnesota, creció y estudió Derecho en un entorno liberal con inquietudes sociales que impregnaron la orientación reformista de centro que impuso como alcalde de Richmond (Virginia) entre 1998 y 2001, cuando fue electo Teniente de Gobernador del Estado, y en 2005 Gobernador, cargo que ejerció entre 2006 y 2010. Entre 2009 y 2011 fue presidente del Comité Nacional Demócrata, lo que le dio un inmejorable conocimiento del aparato partidario y parlamentario. Senador federal desde 2013, participa en las comisiones de Relaciones Exteriores y de Fuerzas Armadas, con lo que suma un profundo conocimiento del Pentágono y la diplomacia. Como habla y escribe fluidamente el castellano, es el mediador ideal para que Hillary pueda comunicarse con los 45 millones de hispanohablantes de EE.UU. Se trata evidentemente del timonel que Clinton necesita para que el barco sobrelleve las tormentas que se avecinan.
“Julian Assange reconoció que la publicación de los emails podría dañar la candidatura de Hillary Clinton”
El New York Times informó el sábado 30 que, después de haberse escondido durante meses, los megamillonarios donantes habituales de la familia Clinton han salido a la luz. Buitres, ejecutivos de empresas de seguros, lobbystas de los grandes laboratorios y comisionistas de Bolsa vuelven a invitar al equipo de Hillary y Bill (el orden de los factores no altera el producto) a sus costosas cenas.

Ante el empate técnico entre ambos candidatos el gobierno de Barack Obama tiene prisa por crear hechos irreversibles. Casi seguramente intente hacer aprobar el Tratado de Asociación Transpacífico (TPP, por su sigla en inglés) antes de fin de año, especulando con que, aunque Donald Trump gane las elecciones, no cuente con una mayoría parlamentaria propia como para revertir la votación en el Senado. Igualmente apresurará la firma del Tratado Transatlántico de Comercio e Integración (TTIP, por su sigla en inglés). La venida de John Kerry a Argentina para acelerar nuestra integración a la Alianza del Pacífico y la instalación de dos bases militares va en la misma dirección.

Aunque cada paso hacia el libre comercio implica un trabajador blanco más que vota a Trump, los líderes demócratas esperan que la promesa de crear muchos puestos de trabajo en la educación, la asistencia social y la atención sanitaria les sume dos mujeres por cada hombre que pierdan.

El Viejo Gran Partido (GOP, por su sigla en inglés) como los republicanos gustan llamarse, no existe más. Sobre el miedo antiliberal, racista, xenófobo y misógino, Donald Trump está construyendo una nueva fuerza. Por su parte, el aparato especulativo, militar y securitario, sionista y liberal universalista que se adueñó del Partido Demócrata hace treinta años está tratando de mantenerlo unido mediante el miedo a Trump. Ambos venden miedo, pero el salario del miedo lo pagamos los demás.

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Eduardo J. Vior