martes, 23 de agosto de 2016

Aranguren es sólo un agente de la reina Máxima

La Corona Holandesa y sus negocios en la Argentina


El numerólogo de los tarifazos paralizó la explotación del yacimiento de esquistos en Vaca Muerta para concentrar los gastos en la importación de gas licuado, beneficiando a sus patrones

Por Eduardo J. Vior
macriprincesa

La presencia de Juan J. Aranguren en el Ministerio de Energía del gobierno de Mauricio Macri es un misterio: autor del peor tarifazo en los servicios de gas y electricidad de la historia del país, la semana pasada debió declarar durante once horas ante un plenario de comisiones de la Cámara de Diputados y al día siguiente, el jueves 18, la Corte Suprema de Justicia retrotrajo el aumento de las tarifas de gas para el servicio domiciliario. Probablemente haya que buscar la causa de tanta fuerza en los apoyos al ex–presidente de Shell Argentina en la casa matriz del holding Shell PLC, en sus propietarios ocultos y en la aguda necesidad de dinero que éstos tienen actualmente.
La anglo-holandesa Royal Dutch Shell plc es propietaria de 25 refinerías y tiene activos de exploración y producción en 37 países de todo el mundo. Su producción representa un 2% del total del petróleo y un 3% del gas del mundo. La compañía se concentra actualmente en perforaciones en aguas profundas en Brasil y, tras adquirir el Grupo BG en 2014/15, en la licuefacción y transporte de gas. A pesar de tener su cuartel general en Holanda, el grupo cotiza en la Bolsa de Londres como empresa británica. Con 94.000 empleados, por sus ingresos brutos en 2014 era la cuarta empresa del mundo.

Shell ya pisaba fuerte en el negocio del gas, pero al comprar BG agregó 20% a su producción y 25% a sus reservas totales de energía. Con esta incorporación se convirtió en el mayor productor de gas del mundo y en el segundo generador de energía después de Exxon. Es una de las empresas más lucrativas del mundo, pero la caída del precio del petróleo desde 2014 y los U$S 70.000 millones que gastó en British Gas le están poniendo difícil pagar dividendos y financiar la exploración de nuevos yacimientos. En esta situación el directorio decidió concentrarse en la perforación en aguas profundas frente a Brasil y en el Golfo de México así como en la producción de químicos, mientras posterga las inversiones en esquistos.

La baja del precio del crudo en 1997 y 1998 había inducido una disminución de los gastos e inversiones del sector, lo que –por un efecto de rebote- elevó los retornos de capital hacia 2005. En ese momento comenzó una década de precios altos, pero que coincidió con la crisis financiera de 2007-08 en la que los grandes inversores sufrieron pérdidas que todavía pretenden recuperar, a pesar de los bajos precios. Esta presión, combinada con las bajas cotizaciones y el gasto mencionado, fuerza a Shell a obtener recursos como sea.

Aún antes de su derrocamiento, Dilma Rousseff había intentado sumar a la norteamericana Chevron a la exploración del pre-sal, pero bajo sus propias condiciones. Con Temer en el gobiernolos estadounidenses están imponiendo a los angloholandeses y a Petrobras los términos de su participación. Simultáneamente, en Argentina, Cristina Fernández había concertado con Chevron la explotación del yacimiento de esquistos en Vaca Muerta que Juan J. Aranguren paralizó, para concentrar los gastos en la importación de gas licuado.

Estos movimientos de Shell se explican por su deliberadamente opaca estructura de propiedad. En setiembre de 2014 el 13,43% de las acciones pertenecía a inversores institucionales y el resto, a no-institucionales. Entre los primeros, el mayor accionista es el Nederlands Centraal Instituut Voor Giraal Effectenverkeer BV (conocido como Necigef), con el 44.7%. Lo siguen diversos fondos de inversión de los cuales ninguno tiene más del tres por ciento. Necigef es el instituto (privado) de control de valores y acciones de los Países Bajos que desde 2002 pertenece a Euroclear, una empresa de servicios financieros basada en Bélgica que es parte del grupo J.P. Morgan & Co y actúa en varios países europeos. De modo que la custodia y administración de acciones de importantes países europeos está en manos del Banco al que pertenece el Ministro de Hacienda argentino Alfonso de Prat Gay, entidad financiera que, a su vez, administra el paquete controlante del grupo Shell al que responde el Ministro de Energía. Detrás de todo está la casa real holandesa a la cual está incorporada desde 2002 Máxima Zorreguieta, vástago de la oligarquía argentina, con antecedentes que se remontan al siglo XVIII.

La casa de Orange-Nassau es una verdadera empresa multinacional con inversiones en varios sectores de la economía. Nadie sabe cuál es el paquete accionario de la familia real holandesa en Royal Dutch Shell, pero expertos como John Donovan aseguran que es la “principal accionista”.

Desde la fundación del primer antecedente de la empresa en 1890 la corona holandesa es la principal accionista de la firma, aunque no sea su única inversión. La Reina Beatrix (1980-2013) fue propietaria de miles de millones de dólares en acciones dispersas en numerosas empresas en todo el mundo que, de acuerdo con la ley holandesa, transfirió a su hijo Willem-Alexander (2013) junto con el trono. Según la revista Forbes, la mayor parte de esta riqueza está en Shell. La revista neerlandesa Quote 500, que publica todos los años la lista de los 500 holandeses más ricos, estimó en 2012 la fortuna de la reina en unos 1.300 millones de dólares, pero un fraude con valores en 2004 y la quiebra de Lehman Brothers en 2007 ocasionaron a la corona holandesa importantes pérdidas que ahora procura restañar.

Desde que Mauricio Macri es Presidente las inversiones holandesas en Argentina se han incrementado, especialmente en el campo de las energías renovables, un sector en el que, bajo el impulso de la Reina Consorte Máxima, Holanda es líder. Esta preferencia coincide con la del gobierno argentino actual. Shell es, asimismo, una de las empresas que tienen en mira a las Malvinas y condiciona nuestro acercamiento a Gran Bretaña.
Todo indica que Máxima puso a Juan J. Aranguren en el Ministerio de Energía para controlar los ingentes recursos energéticos argentinos, bloquear el avance de Chevron en la explotación del petróleo y gas de esquistos, extraer el máximo de ganancia posible en un plazo cortísimo para sanear la caja de la corona, transferir el peso de la matriz energética argentina hacia las energías renovables y hacer algunos negocios secundarios (pero no menores) en el campo financiero y de los seguros marítimos.

No es extraño entonces que Mauricio Macri haya recibido con beneplácito la designación de Aranguren, aceptación coherente con su propio flujo de caja en Aruba u otro de los paraísos fiscales holandeses del Caribe donde comprobadamente tiene su fortuna a salvo. Prat Gay, finalmente, se atornilla al sillón gracias a que el Banco al que reporta es el administrador de la fortuna real holandesa.

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Eduardo J. Vior