Trump está haciendo cosquillas a un tigre
Por qué -y cómo- China
responderá enérgicamente a la intimidación norteamericana y defenderá su
derecho a ser primera potencia mundial.
Como muchas de las iniciativas de Donald Trump, la suba de
aranceles para productos importados de China anunciada el martes pasado
parece ser una finta para arrancar a China concesiones especiales y
relegarla a un duradero segundo puesto mundial, por lo que la República
Popular ha aceptado el desafío y va a responder no sólo con medidas
comerciales. Los terceros debemos estar muy atentos a eventuales daños y
ventajas de esta batalla entre elefantes.
Este viernes China urgió a Estados Unidos a “apartarse del abismo”,
después de que el martes pasado el presidente norteamericano anunció su
intención de imponer aranceles sobre importaciones chinas por hasta 60
mil millones de dólares. “China espera no estar en una guerra comercial,
pero no le teme”, avisó un alto funcionario del Ministerio de Comercio.
Si bien EE.UU. se mostró flexible el jueves, al exceptuar a la Unión
Europea, Argentina, Australia, Brasil, Corea del Sur, México y Canadá de
los aumentos arancelarios sobre las importaciones de aluminio y acero,
China no se inmutó y advirtió que impondrá aranceles a más de un
centenar de productos estadounidenses por un total de tres mil millones
de dólares. Especialmente, fueron afectadas las importaciones de frutas,
carne porcina, vino y sorgo. Al mismo tiempo, Beijing informó que
recurrirá a la Organización Mundial del Comercio (OMC) contra las
medidas norteamericanas.
Entre tanto, el representante estadounidense de Comercio (USTR),
Robert Lighthizer, informó haber presentado ante la OMC una “demanda de
consulta” contra China. Washington alega que empresas estadounidenses
son forzadas a repasar tecnología, patentes y propiedad intelectual para
operar en China y que ello constituye una “competencia desleal”.
Sin embargo, como señala Bloomberg, todavía hay más truenos que
lluvia. De hecho, las medidas no se aplican de modo inmediato. El USTR
tiene quince días para publicar una lista de productos que deberían
pagar un mayor arancel. Luego se abre un plazo de treinta días, para que
el gobierno reciba comentarios y propuestas, después de lo cual el
representante comercial tiene un cierto tiempo para decidir.
En segundo lugar, el gobierno ha anunciado que subirá en un 25% las
tarifas de ciertos productos chinos, pero no precisó el 25% de qué ni de
qué productos.
Evidentemente, el gobierno quiere ganar tiempo para negociar, internamente con los lobbies y externamente con China.
Por otra parte, tampoco habrá acciones inmediatas sobre la denuncia por piratería de patentes. El Departamento del Tesoro tiene dos meses, para compilar la información a presentar ante la OMC. El detalle curioso en esta historia es que Trump ha acusado varias veces a la organización mundial de ser “un enemigo globalista del pueblo norteamericano” y ahora recurre a ella.
Por otra parte, tampoco habrá acciones inmediatas sobre la denuncia por piratería de patentes. El Departamento del Tesoro tiene dos meses, para compilar la información a presentar ante la OMC. El detalle curioso en esta historia es que Trump ha acusado varias veces a la organización mundial de ser “un enemigo globalista del pueblo norteamericano” y ahora recurre a ella.
La represalia de China responde todavía sólo a las restricciones a
las importaciones de acero y aluminio (que entraron en vigor este
viernes) y, aunque su monto es bajo, busca estratégicamente golpear a
Trump en su base electoral. Al igual que la UE, que esta semana elevó
los aranceles para el whiskey bourbon, los pantalones vaqueros y las
motocicletas que se producen en estados de mayoría republicana, China
castiga el cerdo que se produce en Nebraska y el Medio Oeste, regiones
masivamente pro-Trump.
Como sucede muchas veces, la respuesta oficiosa de China la dio el
Global Times, que se edita en inglés en Beijing. Las fricciones
comenzaron –señala el periódico en un editorial-, después de que el
gobierno norteamericano declarara a China “competidor estratégico”. No
parece tratarse de una guerra comercial, sino de un intento de
intimidación, para que China haga concesiones duraderas que permitan a
EE.UU. mantener su primacía mundial. Para cumplir con su consigna de
“America first” -sigue el vocero chino-, el presidente norteamericano
quiere impedir que China ejerza su derecho a convertirse en primera
economía mundial, pero la potencia asiática no cejará, hasta convertirse
en el nuevo centro mundial del capital y la tecnología.
Para triunfar en un conflicto que promete ser duradero y ríspido,
añade la fuente, China debe adoptar una estrategia que exceda el
conflicto comercial, ponga límites a la intimidación, afecte la imagen
del presidente ante la elección de noviembre próximo y disuada a EE.UU.
de intentar en el futuro cualquier agresión comercial contra China.
Finalmente, propone, China debe aliarse con Europa y aislar a Estados
Unidos.
Si bien Argentina fue momentáneamente exceptuada de la suba de
aranceles a las importaciones de acero, la barrera china contra las
importaciones de sorgo y carne porcina desde EE.UU. ofrecería a nuestro
país la oportunidad de aumentar las exportaciones a China. Claro que
existe el riesgo de provocar represalias norteamericanas, pero la
agudización de la competencia sino-norteamericana nos permitiría mejorar
nuestra posición negociadora en el mediano plazo, si tuviéramos un
gobierno interesado en mejorar la posición internacional relativa de
Argentina y dotado de una estrategia prudente y a largo plazo.
Desgraciadamente, no lo tenemos.
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Eduardo J. Vior