La cuarta revolución industrial y el fin de la globalización
por Eduardo J. Vior
Revista Movimiento Nº 3
agosto de 2018
Revista Movimiento Nº 3
agosto de 2018
“La única política seria es la mundial. El resto es cabotaje” (atribuido a Juan Perón).
La cita, puesta
en boca del fundador del Justicialismo por muchos intérpretes, otorga un
mayor peso analítico al estudio de las relaciones de poder entre los
actores más importantes en el escenario mundial que a las
determinaciones de la política nacional, e indica una opción estratégica
que es preciso adaptar a las condiciones del siglo XXI: todo proyecto
de salvación nacional debe incluirse en una estrategia para la
incorporación soberana a las integraciones regionales y mundiales.
La adaptación a
procesos regionales y mundiales requiere, primero, estudiar serenamente
la situación mundial tal cual es, para recién después decidirse por
alternativas de acción. Para ello, es importante tomar conciencia de los
cambios epocales que se están dando desde hace más o menos cinco años.
La crisis actual se incubó en largos procesos que se agudizaron después
del fin de la Guerra Fría. En la década de 1990 las potencias
occidentales tuvieron la oportunidad de consolidar la paz, pero, en
cambio, decidieron abrir un nuevo período de guerras y conquistas, para
instalar un Imperio universal. Este monopolio del poder se consolidó a
partir del atentado contra las Torres Gemelas el 11 de septiembre de
2001. La invasión de Irak en 2003 invirtió el orden internacional
vigente desde el siglo XVII: la relación entre Estados dejó de estar
regida por vínculos contractuales. Sin embargo, ante el fracaso
norteamericano en asegurar el orden económico internacional, las elites
mundialistas se disgregaron y cada una buscó su propio refugio de poder.
Después del fin
de la Guerra Fría, Rusia fue colonizada por las fuerzas más espurias del
capital financiero internacional. Recién a partir de 1999, cuando Boris
Yeltsin designó a Vladimir Putin como primer ministro, y en 2000,
cuando éste fue elegido como presidente, un nuevo compromiso entre la
oligarquía industrial, el sistema de inteligencia y las fuerzas armadas
aseguró la reconstrucción del Estado y el país. Por su parte, China
atravesó desde el fin de la Revolución Cultural (1966-1976) un período
de reconstrucción que culminó en la presidencia de Xi Jinping (desde
2013). El sistema se sostiene en la alianza entre la conducción del
Partido Comunista, el ejército y la burocracia estatal. Hasta asumir Xi,
la República Popular China fue altamente prescindente de la política
mundial, pero las propias crisis del mundo unipolar obligaron a Rusia y
China a intervenir.
La crisis civilizatoria tiene cinco aspectos que explican los conflictos sociales actuales:
- a) La crisis del orden económico-social mundial: cuando en 1971 el presidente norteamericano Richard Nixon alteró la paridad de 35 dólares por onza de oro, inauguró un período de inestabilidad financiera que solamente no afectó a los Estados Unidos hasta 2007, porque tienen el monopolio de la moneda de cambio internacional. El intento de Barack Obama (2009-2017) por descargar el peso de la crisis sobre el resto del mundo profundizó a partir de 2012 el desorden económico mundial, el “sálvese quien pueda” de los distintos centros financieros y prácticas salvajes en las relaciones entre las potencias y corporaciones que aumentaron la desconfianza mutua.
- b) La crisis del orden político mundial: el sistema de relaciones internacionales, asentado desde la Paz de Westfalia (1648) sobre el principio de que el vínculo entre los Estados sigue las reglas de un contrato, fue roto por Estados Unidos al asaltar Irak sin declaración de guerra ni autorización de la ONU. Finalmente, las invasiones a Libia y Siria, respectivamente en 2011 y 2012, convencieron a Rusia y China de la caducidad del sistema internacional de la posguerra.
- c) El empobrecimiento y destitularización de los países del Sur y la crisis medioambiental han expulsado a millones de personas que buscan su supervivencia ingresando a los países del Norte, donde ponen en cuestión la ciudadanía monocultural que los fundamenta.
- d) El Papa Francisco se ha convertido en el primer líder mundial que trata integralmente la crisis económico-social, la política-ideológica y la ecológica, contrastando así con la modernización conservadora del sistema de producción y distribución.
- e) La crisis de los sistemas de creencias: el fin del Imperio universal ha hecho caducar la ideología de la globalización que desde hace cinco años es confrontada por culturas con certezas duras.
Ante el colapso
del orden internacional y la agudización de las crisis demográfica y
ambiental, a partir de 2013 Rusia y China han articulado alternativas
convergentes para la defensa de la civilización humana. Al mismo tiempo,
la confluencia de las tecnologías de la información y la comunicación
(TICs) y las biotecnologías produjo un salto cualitativo que ha dado en
llamarse “Cuarta Revolución Industrial”. Si bien el término es una
creación de Klaus Schwab, fundador y coordinador del Foro Económico
Mundial, el concepto es de origen alemán. Con la denominación de
“Industria 4.0” el concepto fue presentado por primera vez en 2011 en la
Feria Industrial de Hannover. En 2012 el gobierno federal alemán formó
una comisión que un año después presentó sus recomendaciones. Después de
la publicación del informe, el grupo siguió trabajando como parte de la
“Plataforma industrial 4.0”, una iniciativa conjunta de tres cámaras
industriales. A través de la concertación con cámaras empresarias,
sindicatos, partidos y universidades, la Plataforma está creando el
consenso para la reforma integral de la sociedad alemana en función del
nuevo proyecto. Esta breve historia sirve para ilustrar el carácter
político de la iniciativa. Se está organizando la sinergia entre varias
TICs y biotecnologías, para reducir márgenes de error, reducir costos y
adecuarlas a las necesidades específicas de usuarios y las realidades
cada vez más divergentes.
Si bien en otros
países industriales hay iniciativas similares, ninguna alcanza el nivel
de las expuestas. Por esta razón, en 2016 Klaus Schwab puso la “Cuarta
Revolución Industrial” en la agenda de los próximos años.
Como en todos
los procesos anteriores de innovación tecnológica en la historia del
capitalismo, los beneficios o daños que el proceso pueda traer dependen
del entorno político-social y cultural, de los sistemas de valores
imperantes y del lugar de la respectiva economía en el sistema mundial.
Contra lo que
sostuvo el mito de la globalización, el caso del actual proceso de
innovación que algunos denominan “Industria 4.0” y otros “Cuarta
Revolución Industrial” subraya el rol de las decisiones éticas y
políticas en el cambio de la economía mundial.
La agresión
contra Libia en 2011, la invasión a Siria en 2012, el golpe de estado en
Ucrania en 2014, la expansión de la OTAN hacia el Este de Europa y el
golpe de Estado en Tailandia en 2014, persuadieron a Rusia y China de
que Estados Unidos estaba tratando de cercarlas desde la periferia.
Ambas respondieron consecuentemente. Rusia recuperó Crimea y sostiene en
el este de Ucrania a las repúblicas autónomas de Donetsk y Luhansk,
mientras intenta habilitar alguna ruta para construir el gasoducto que
la conecte con Europa Central. A fin de 2015 comenzó a auxiliar a Siria y
potenció su base naval en el puerto de Tartus, hasta poder neutralizar
todos los radares en el Mediterráneo Oriental, con lo que anuló la
ventaja estratégica del pasaje por el Canal de Suez. Además, se mantiene
como segundo exportador de armas del mundo, ejerce una gran influencia
sobre países emergentes, y el rol de Vladimir Putin –como interlocutor
privilegiado de Donald Trump– le da una gran influencia. Por su parte,
China modernizó sus sistemas defensivos y expandió su presencia naval
hasta la costa oriental de África. Mientras tanto, sus inversiones en
todo el mundo le aseguraron el abastecimiento sostenido de su industria.
Finalmente, el plan Made in China 2025 y la decisión de
reconvertir su parque automotor a vehículos eléctricos hasta 2030
decidieron el cambio tecnológico de la industria alemana, su principal
proveedora en varios rubros.
Esta descripción
del nuevo contexto mundial muestra que las diferencias entre los grupos
globalistas y las corporaciones vinculadas a la producción tienden a
agudizarse. La elección de Donald Trump en 2016 representa el intento de
un sector productivista de la elite norteamericana por reducir la
exposición internacional de su poder. Sin embargo, abre demasiados
frentes a la vez y arriesga a quedar entrampado en conflictos
interminables. En este contexto de relaciones de fuerza, el Papa
Francisco es una gran novedad. Su apelación a la política de los
pueblos, a los movimientos populares y al diálogo rompe con la lógica de
las políticas de potencia.
Si bien Gran
Bretaña es un actor secundario de la política mundial, finalmente, no
puede despreciarse el rol que desempeña. Su ruptura con la Unión Europea
coincide con su intento por convertir a Londres en la principal plaza
financiera mundial, el rearme de su marina, el renovado control sobre el
Atlántico y su retorno al Golfo Pérsico.
La “Cuarta
Revolución Industrial” puede dar a Alemania y China el liderazgo de la
economía mundial, pero el poder de ambas todavía está limitado a Eurasia
y no han roto el cerco marítimo de las potencias anglosajonas. Mientras
que América Latina ha quedado en la retaguardia de este último bloque,
la batalla por la supremacía mundial se va a librar en el amplio espacio
entre el centro de África y el Oriente Medio ampliado. Las naciones se
resguardan en bloques regionales o en acuerdos de pares limitados a
temas precisos.
Todo indica que
el gobierno de salvación nacional que –esperamos– asuma en diciembre de
2019 lo hará en condiciones de extrema debilidad del Estado, una
soberanía muy limitada, probablemente sin aliados regionales de
envergadura y en el marco de un mercado crediticio internacional
concentrado y de una aguda competencia por la hegemonía mundial. En esas
condiciones, la tarea principal del nuevo gobierno debería consistir en
recuperar soberanía territorial y monetaria, y en explorar la
recuperación de alianzas estratégicas que le permitan ampliar su campo
de juego internacional. La consigna es ganar tiempo e ir ampliando el
poder del Estado. Hay que ser prudentes y silenciosos, evitando
conflictos de los que no se sepa con seguridad que se ganan y acumulando
el máximo poder material y cultural posible. Argentina no puede imponer
las condiciones de desarrollo de la Cuarta Revolución Industrial y el
mundo multipolar, pero puede elegir cómo integrarse a ellos.
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Eduardo J. Vior