En el Bósforo se amplía la falla tectónica
Las sanciones recíprocas entre EE.UU. y Turquía y el acercamiento de ésta a Rusia ahondan la fosa entre el Este y el Oeste
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
17 de agosto de 2018
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17 de agosto de 2018
Una
enseñanza básica de la sismología indica que, cuando aumenta el ancho
de las fallas tectónicas entre dos grandes bloques de la corteza
terrestre, se incrementa la probabilidad de terremotos. En todo el talud
de Eurasia tiembla la tierra, pero especialmente desde Ucrania hasta el
Golfo de Adén. El más reciente movimiento se está dando en la conexión
entre el Mar Negro y el Mediterráneo.
“Nos
hallamos en un punto de inflexión entre el orden bipolar y uno
multipolar”, declaró el miércoles 15 el ministro ruso de Exteriores,
Serguei Lavrov, en una conferencia de prensa celebrada en Ankara junto a
su colega turco Mevlut Cavusoglu. “Las sanciones norteamericanas contra
Rusia y Turquía minan los cimientos del comercio global”, señaló, “y
afectan el rol del dólar como moneda de referencia”. Lavrov añadió que
ambos países siguen negociando la implementación de los acuerdos
alcanzados en Astana (Kazajistán) que prevén la erección de zonas de
distensión en Siria.
“Ankara
adoptará medidas legales en conformidad con el derecho internacional, si
Washington se niega a entregarle los F-35 adquiridos por las
autoridades turcas”, declaró a su vez este miércoles 15 el portavoz del
presidente turco Recep Tayyip Erdogan. El 23 de julio el Senado de
EE.UU. prohibió la entrega de estos cazas furtivos de quinta generación a
Turquía, hasta tanto se evalúen los riesgos concomitantes con la
posible compra por ese país de sistemas rusos de defensa aérea S-400.
El
10 de agosto siguiente el presidente Donald Trump agudizó aún más el
conflicto, al aumentar los aranceles de importación para la importación
de productos metalíferos turcos por la continuada detención allí del
pastor evangélico Andrew Brunson. Éste y otros norteamericanos están
presos en Turquía desde el fallido golpe de estado de 2016, acusados de
complicidad con la organización terrorista kurda PKK (Partido de los
Trabajadores del Kurdistán) y con el grupo de iluminados dirigido desde
EE.UU. por Fetulá Gülen a quien Ankara responsabiliza por el alzamiento.
El pastor Brunson solicitó recientemente ser liberado de su detención
domiciliaria durante el juicio, pero la corte de Esmirna rechazó el
pedido.
El pasado miércoles 14 el
vocero presidencial turco Ibrahim Kalin afirmó que Turquía no busca una
guerra económica con EE.UU., pero que responderá si es atacada. El
portavoz de Erdogan también pidió a EE.UU. que respete el proceso
judicial que en Turquía se está siguiendo contra los estadounidenses
detenidos.
Según añadió Kalin,
Turquía está discutiendo con Rusia y China la posibilidad de comerciar
en las respectivas divisas, ya que el dólar ha dejado de ser confiable.
Sus declaraciones se dieron después de que el 1º de agosto EE.UU.
decidiera sancionar
a dos ministros turcos, así como en respuesta a manifestaciones de la
vocera de la Casa Blanca, Sarah Sanders, quien el martes 14 expresó la
sensación de “frustración” que experimenta el presidente Trump por la
reticencia turca a liberar a Brunson y sus compañeros.
Entre
tanto, el entredicho hizo subir la cotización del dólar. Esta semana
alcanzó su valor más alto en trece meses frente a una canasta de
monedas, obteniendo además un impulso adicional por la venta masiva de
bonos de los países emergentes debido al temor de que la crisis con
Turquía se extienda a otras regiones.
EE.UU.
se ha convertido en una aspiradora de dólares que permiten a la Reserva
Federal seguir reduciendo el circulante, sin por ello disminuir la
oferta crediticia en el mercado interno. Si bien la suba de su divisa
daña coyunturalmente la exportación de productos estadounidenses, la
devaluación de las monedas de países emergentes y las sanciones rebajan
el valor de mercado de sus compañías y las hacen fácilmente adquiribles
por sus rivales de EE.UU.
Mientras
tanto, en los medios norteamericanos se multiplican los pedidos, para
que se excluya a Turquía de la OTAN. Con el segundo ejército más
importante de la alianza (detrás del de EE.UU.), la nación euroasiática
asegura el flanco suroriental del pacto y su influencia sobre los
estrechos que conectan el Mar Negro con el Mediterráneo. Desde la
intervención rusa en Siria en noviembre de 2015 y el fallido golpe de
estado contra Erdogan en julio de 2016 las relaciones entre Turquía y
EE.UU. se han enfriado sensiblemente, tanto como se han intensificado
los vínculos de Ankara con Teherán y Moscú. A esto se añade el interés
de las grandes empresas constructoras turcas (que han sostenido al
presidente desde que era alcalde de Istanbul, hace 20 años) en
participar en la reconstrucción del norte de Siria (lo que Baschar al
Assad resiste) y la oferta de financiamiento chino.
Olvidado
del apoyo que dio durante años a los movimientos islamistas y de su
propio origen en la Hermandad Musulmana, Erdogan acordó el año pasado
comprar a Rusia cohetes antiaéreos S-400, anunció que no dejaría de
comerciar con Irán a pesar de las sanciones estadounidenses y participa
activamente en el proceso de Astana para la paz en Siria.
A
pesar de que el Washington Post reclamó recientemente la expulsión de
Turquía de la OTAN, los estatutos de la alianza no prevén tal
procedimiento. El bloque militar tampoco tiene interés en la partida de
Ankara. Pertenece al acuerdo desde 1952 y tiene cerca de la frontera
siria la base aérea de Incirlik desde donde la aviación aliada realiza
sus misiones en todo Oriente Próximo. La OTAN necesita a Turquía, pero
ésta ya no precisa de la alianza atlántica, mucho menos si no tiene
ninguna chance de ingresar a la Unión Europea.
Sin
embargo, los oficiales de sus fuerzas armadas están formados en la
estrategia, las tácticas, la organización y las armas occidentales y no
aceptarán sin más cambiar de aliados. Por ahora el presidente se
limitará a amenazar a EE.UU. con su salida, para mejorar su posición
negociadora. Aliarse con Rusia rompería el equilibrio regional imperante
desde hace dos siglos. En las fallas entre dos grandes placas
tectónicas puede temblar la tierra, pero, si el Mar Negro se desborda
sobre el Mediterráneo, el maremoto resultante sería imparable.
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Eduardo J. Vior