domingo, 27 de octubre de 2013

La incoherencia del gobierno francés sobre la inmigración

Leonarda desnuda a Hollande

Año 6. Edición número 284. Domingo 27 de Octubre de 2013
Xenofobia. El caso Leonarda reavivó los prejuicios sociales en torno a los gitanos en Francia.
Las contradicciones del gobierno socialista francés en torno de la expulsión de la adolescente romaní Leonarda Dibrani habilitaron la escenificación mediática.

Después que la adolescente romaní Leonarda Dibrani fue bajada de un ómnibus escolar el pasado 9 de octubre y expulsada del país hacia Kosovo, estalló en Francia un escándalo que el presidente François Hollande no supo manejar y puede costarle la carrera política.
La estudiante de 15 años fue expulsada de Doubs, en el este de Francia, porque habría sido denegada la solicitud de asilo interpuesta por la familia, pero el escándalo estalló recién cuando el 15 de octubre el Partido de la Izquierda denunció la expulsión. Al día siguiente, el ministro de Educación, Vincent Peillon, demandó que la escuela sea “santuarizada” y Claude Bartolone, presidente socialista de la Asamblea Nacional pidió que “la izquierda no pierda su alma”. Por su parte, el Partido Comunista (PCF) reclamó la renuncia del ministro del Interior y el defensor de los derechos, Dominique Baudis, anunció que ordenaría una investigación del caso. Solamente el presidente François Hollande seguía sin reaccionar, en tanto el primer ministro Jean-Marc Ayrault anunciaba una posible revisión de la decisión.
Por el contrario, muy calmo, el ministro del Interior Manuel Valls llamó a mantener la sangre fría. “Las expulsiones son necesarias”, continuó. “Sé que es un tema difícil, pero una política migratoria requiere el respeto de la ley, de las personas y una gran firmeza. Es la misión que me encomendaron el presidente y el primer ministro de la que debo darles cuenta a ellos y a los franceses”. De todos modos anunció un sumario administrativo sobre las condiciones de la expulsión de la familia.
La viralización del caso provocó al día siguiente, 17 de octubre, masivas manifestaciones de estudiantes secundarios, reclamando el retorno de todos los colegiales expulsados, entre ellos Leonarda. En París bloquearon veinte colegios. La propia pareja del presidente, Valérie Trierweiler, pidió el retorno de la adolescente.
Apresuradamente regresado de las Antillas el 19 de octubre, Manuel Valls recibió un informe sobre la expulsión que, aun justificando la expulsión de Leonarda, critica el modo de su ejecución y recomienda prohibir las intervenciones durante “el tiempo escolar”.
Ante el cariz que tomaba el caso, el sábado 19 el presidente Hollande se dirigió solemnemente al país, un recurso extraordinario de los presidentes franceses, para defender el informe ministerial y ofrecer a la joven retornar a Francia, pero sola. Anunció también que los tiempos escolares, pre y post-escolares serán intocables. Tan sólo cinco minutos más tarde, Leonarda le respondió por un canal privado francés de TV desde Kosovo, rechazando separarse de su familia. ¡La niña “gitana” replicaba al presidente de Francia!
Entre tanto, una encuesta de opinión registra el ascenso del ministro del Interior en las simpatías populares. Mientras que Manuel Valls convence por su “estilo directo”, François Hollande parece “indeciso”. El 63% de los franceses aprueba la conducta del ministro. No obstante, entre los votantes socialistas perdió el 7% y entre los del Frente de Izquierda, 15%, aunque mantiene el apoyo del 37%. A la inversa, el 60% de los simpatizantes de la Unión por un Movimiento Popular (UMP), el partido del ex-presidente Sarkozy, 21 puntos más que en setiembre, apoyan al ministro. El 56% de los votantes del Frente Nacional lo aprueba (+28%). Según la empresa Harris Interactive, “la competencia, la coherencia y la sinceridad” de Manuel Valls son sus cualidades más destacadas, al igual que “su estilo directo, que traduce su sentido de la responsabilidad”. Tampoco los simpatizantes de la izquierda atacan al ministro, porque éste “usa mucho el término República”.
Si Manuel Valls es el gran ganador en la “polémica Leonarda”, el presidente de la República es el gran perdedor. Sólo el 25% aprueba la actitud de François Hollande. No obstante, mantiene su nivel de aprobación: el 82% de los votantes socialistas sigue apoyándolo (+3% que en setiembre). En el Frente de Izquierda llega al 45% (-1%), 7% entre los del FN y 2% entre los de la UMP (-1%). “François Hollande parece indeciso”, afirma la encuesta.
Aprovechando la crisis, Jean-François Copé, presidente del bloque de diputados de la UMP, anunció el miércoles 23 un proyecto de ley para que los hijos de padres extranjeros que nazcan en Francia no reciban más automáticamente la nacionalidad francesa. El plan fue aprobado el miércoles por el comité político de su partido.
Por su lado, Jean-Vincent Placé, presidente del grupo de senadores de Europa Ecología-Los Verdes (EELV), convocó el martes a los estudiantes secundarios a retomar la movilización por Leonarda después de las vacaciones de otoño. “Vamos a tener decenas de Leonardas que van a expulsar y que van a regresar de modo ilegal”, previno. “Para evitarlo, necesitamos la movilización”.
Sin acuerdo en la cuestión de la inmigración, los socialistas evitan discutirla, pero en el gobierno chocan las líneas contrapuestas: Manuel Valls defiende una posición de firmeza contra Cécile Duflot (EELV), ministra para la Igualdad Territorial y el Hábitat, quien pide una definición presidencial. Los socialistas tienen que decidirse.
En el caso Leonarda el presidente cometió errores de peso: en el manejo de los tiempos, en la selección de la persona que debía aparecer y en el momento de su exposición pública, ausencia del gobierno de las redes sociales, una comunicación presidencial que no prevé la viralización, así como falta de cohesión y organización en el gobierno. El caso Leonarda evidenció que el gobierno francés no sabe hacer política en la escena pública mediatizada.
No sólo el Partido Socialista, toda la izquierda francesa sigue presa del mito republicano: defiende el derecho a la ciudadanía de los nacidos en suelo francés y proclama el imperativo humanitario de acoger a los fugitivos del mundo, pero cuando éstos llegan, les impone la laicidad y –tema sensible para los nómades romanís– la regularidad escolar. Su argumentación suena falaz. Este descrédito del discurso republicano alcanza también a la derecha conservadora que persiste en defender la República “una e indivisible”.
Quien gana es Marine Le Pen, presidenta del Frente Nacional (FN), que quiere expulsar a los inmigrantes indocumentados e impedir la reunificación familiar. Si lo hiciera violaría la Constitución y la legislación europea. Llevada consecuentemente su política rompería la Unión Europea, pero buena parte de su base vive de ella y no lo permitirá.
O sea que ningún actor político tiene una respuesta coherente para organizar civilizadamente la pluriculturalidad de Francia. En estas condiciones, las disputas sobre la inmigración se convierten en fuegos de artificio con los que se hace mucho ruido, para justificar políticas inhumanas, antidemocráticas y antisociales.

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Eduardo J. Vior