Erdoğan cruza la estrategia de Estados Unidos
Contragolpe y movimientos que estimularán el aumento de
la inestabilidad en una región clave por vincular Asia, Europa y
Oriente Medio.
Por Eduardo J. Vior
Luego de derrotar el golpe militar del 15 y 16 de julio, el
presidente turco RecepTayyipErdoğan está purgando enérgicamente todas
las instituciones del Estado de elementos opositores y preparando la
reforma de la Constitución para instaurar un régimen presidencialista
autoritario, pero legitimado democráticamente e inspirado por el
islamismo conservador. Al mismo tiempo cruza la política norteamericana
para el Levante acercándose a Irán y mejorando sus lazos con Rusia. Ante
la debilidad de Europa después del Brexit, explora sus márgenes de
autonomía aunque Estados Unidos no se lo va a permitir. El próximo golpe
de Estado estará mejor preparado.
El sábado el primer ministro Binali Yildirim informó que habían sido
detenidos 2.839 militares ligados al golpe, 265 personas resultaron
muertas durante los enfrentamientos y 1.440 fueron heridas. Diecisiete
oficiales de la policía fueron muertos por un ataque con helicópteros en
Ankara en la noche del viernes y otras doce personas murieron por el
estallido de una bomba en el Parlamento. Simultáneamente con sus
declaraciones se supo que el Alto Consejo de Jueces y Procuradores
(HSYK, por su sigla en turco) había exonerado a 2745 jueces en todo el
país y 1563 militares fueron detenidos, muchos de ellos jóvenes. Algunas
versiones refieren también la detención de uno o más miembros de la
Corte Constitucional. El primer ministro anunció asimismo la
reimplantación de la pena de muerte y un “severo castigo” contra los
golpistas. Estas declaraciones dan la razón al Presidente quien, al
iniciarse el golpe, afirmó que se trataba de “un regalo de Dios”. No se
sabe si el gobierno provocó el levantamiento, pero es seguro que estaba
informado y lo esperaba.
Según Telesur, después de que huyó de su país por el golpe de Estado y
de que Alemania le negara asilo, el presidente de Turquía fue acogido
en Irán. Inmediatamente llamó al pueblo a movilizarse en defensa de la
democracia y las leyes. Gracias a la multitud que ocupó las plazas y
avenidas y rodeó a las tropas apostadas en los puentes sobre el Bósforo,
el sábado el jefe de Estado pudo retornar triunfante a Estambul.
En la tarde de ese día el diario sensacionalista británico
DailyMirror informó que el general AkinOzturk –comandante de la Fuerza
Aérea turca entre 2013 y 2015- estaba sindicado como jefe de las fuerzas
golpistas.
Desde agosto del año pasado el general Ozturk era miembro
del Supremo Consejo de Justicia Militar y, según informa el medio, se
habría visto obligado a lanzar el golpe ante la inminencia de una
reunión del Consejo en la que se ventilarían sus vínculos con Hizmet,
una cofradía islámica muy infiltrada en el Estado que está liderada
desde Estados Unidos por el ex–clérigo y antiguo aliado del presidente
FetuláGülen.
No se conocen todavía las dimensiones de la conspiración, pero es
evidente que en su apresuramiento las fuerzas rebeldes no estaban
preparadas para derrocar al gobierno. Según el Jefe interino del Estado
Mayor (el titular fue detenido por los golpistas), general UmitDundar,
la mayoría de los alzados provienen de la Fuerza Aérea, la Policía
Militar y las fuerzas blindadas.
Hay muchos indicios de que Erdoğan provocó el golpe para sacarse de
encima a Hizmet. Este grupo místico y tecnocrático ha penetrado
ampliamente las fuerzas armadas, la Justicia, las universidades y las
cámaras empresarias, constituyendo un riesgo para el islamismo
conservador, pero institucional, del mandatario.
Al mismo tiempo que en Turquía se desarrollaban el golpe y el
contragolpe, el secretario de Estado norteamericano John Kerry acordaba
en Moscú con su colega Serguei Lavrov un plan para imponer en Siria el
cese del fuego y combatir no solo al Estado Islámico sino también a al
Nusra, el brazo local de al Qaeda. El fin de las hostilidades es el
prerrequisito para iniciar conversaciones políticas. Sin embargo, al
mejorar las relaciones turco-rusas, refugiarse en Irán durante el golpe y
derrotar a los militares aliados de EE.U., Erdoğan cruzó la estrategia
regional de Washington.
Después de Gran Bretaña y Alemania, Turquía es el tercer aliado más
importante de Estados Unidos dentro de la OTAN. Con 640.000 hombres en
armas (en Turquía rige el servicio militar obligatorio), su ejército es
el segundo más numeroso de la alianza. La Fuerza Aérea norteamericana y
las de otros aliados usan la base de Incirlik, en la costa sur, para las
misiones de bombardeo contra el Estado Islámico en Siria. Al mismo
tiempo Turquía es un país del frente en la estrategia estadounidense de
cerco contra Rusia. Si la alianza entre Washington y Ankara se debilita,
se quiebra el centro del dispositivo antirruso de Estados Unidos.
Erdoğan no se va a enfrentar con Estados Unidos, pero ambiciona una
mayor autonomía externa e interna. Mientras Obama gobierne en Washington
o Clinton lo suceda, no hay espacio para líberos en Levante. A menos
que Donald Trump gane las elecciones presidenciales de noviembre próximo
e imponga su política de neutralidad armada con Rusia, el próximo golpe
de Estado está anunciado y esta vez lo prepararán mejor.
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Eduardo J. Vior