Un fantasma recorre el Bundestag
Tras el crecimiento de la
extrema derecha, Merkel diseñó una coalición inédita que deberá sostener
el liderazgo alemán y neutralizar a la vez la amenaza xenófoba y
euroescéptica.
Ya es un lugar común decir que la elección parlamentaria alemana del
domingo fue “histórica”. En efecto, los co-gobernantes de la CDU/CSU, de
la canciller Angela Merkel, y el SPD sufrieron fuertes pérdidas,
mientras que los liberales del FDP y la derecha extrema aumentaron
sensiblemente su votación. Los primeros volvieron al parlamento y los
segundos ingresaron ingresó por primera vez desde la Segunda Guerra
Mundial. La jefa de gobierno se prepara a organizar el próximo gabinete
con una inédita alianza de cuatro partidos. Con un equipo tan diverso,
las crisis serán frecuentes, pero la líder demócrata cristiana espera
fortalecerse con ellas y quebrar a la ultraderecha. Alemania mantendrá
el timón de Europa y afirmará el lugar de ésta en el mundo, pero habrá
perdido su previsibilidad.
Ante la magnitud de la derrota (el peor resultado desde 1949), ya el
domingo a las 18 horas el candidato del SPD, Martin Schultz, anunció que
su partido pasaba a la oposición. Podría haberse pensado entonces en un
gobierno de minoría de la CDU/CSU en solitario o en otro –también sin
mayoría– con el FDP, pero como la opinión popular alemana ama la
estabilidad, el lunes a la tarde ya el 54% de los encuestados se definía
por una coalición de la CDU/CSU con el FDP y Alianza 90/Los Verdes,
llamada “Jamaica”, porque reúne el negro de la CDU con el amarillo del
FDP y el verde de los ecologistas, igual que la bandera de ese país
antillano.
El SPD se retiró a la oposición, primero, porque Angela Merkel se
apropió de todas las propuestas socialdemócratas y la gran coalición
(2005-09 y 2013-17) no les redituó, pero también, segundo, para evitar
que el líder de la derechista Alternativa por Alemania (AfD, por sus
siglas en alemán), Alexander Gauland, aproveche que ésta se ha
convertido en tercera fuerza para presentarse como jefe de la oposición
en el parlamento. El 80% de sus votantes están sólo insatisfechos con la
situación del país, pero pueden ser manipulados por este espacio de
extrema derecha.
Curiosamente, el 84% de los habitantes ve positivamente la situación
económica nacional y la propia. La mayoría también piensa que la
democracia funciona bien. Sin embargo, sólo el 51% aprueba el trabajo de
la gran coalición, el 70% teme que se profundice la fractura de la
sociedad en ricos y pobres, dos tercios temen el aumento de la
criminalidad, casi la mitad piensa que el Islam tiene demasiado poder en
Alemania y más de un tercio de la población opina que en Alemania viven
demasiados extranjeros.
La mayoría de estas preocupaciones tiene que ver con el más de un millón de refugiados que Alemania recibió entre 2015 y 2016 y con las dificultades para incorporarlos a la mayoría social. Surgido en 2013 como partido antieuropeo, AfD se montó sobre la ola antiinmigrante y asumió banderas racistas y xenófobas que le dieron este triunfo electoral.
También los liberales se beneficiaron de su dureza en la política de refugio. Después de haber perdido status parlamentario en 2013, ahora se convirtieron en el cuarto bloque parlamentario.
La Canciller sigue teniendo un poder de convocatoria sin par. De todos modos, casi la mitad piensa que 12 años de gobierno Merkel son suficientes y la acusan de ambivalente. Sin embargo, ella valora esa cualidad como reflexividad y no tiene miedo de formar una coalición tan heterogénea como la que se anuncia.
A partir de la experiencia de décadas pasadas, la Canciller confía en que la derecha populista se fracture apenas confrontada con decisiones parlamentarias complejas. Por ejemplo, la todavía presidenta del partido, Frauke Petry, anunció en la conferencia de prensa del lunes a la mañana que formará un bloque unipersonal extrapartidario. Petry aboga por construir una derecha “civilizada” dentro del arco constitucional, en tanto el electo jefe del bloque parlamentario, Alexander Gauland, es un provocador a quien sólo interesa la banca como tribuna de agitación. Para aprovechar estas contradicciones, la Canciller va a derechizar las políticas de refugio y de seguridad y a cooptar a dirigentes.
Nadie se imaginaba la coalición que ahora se anuncia y las negociaciones van a ser largas y duras, ya que en algunos temas las diferencias son enormes. Por ejemplo, los verdes exigen que hasta 2030 se cierren todas las usinas eléctricas alimentadas con carbón y que, a partir de entonces, no se patenten más coches con motor de combustión, lo que los liberales rechazan. Sin embargo, aunque la CDU también está en contra, Merkel ratificó el objetivo de, en el mismo lapso, reducir sustancialmente la emisión de gases de efecto invernadero.
En tanto, ante el rechazo de los futuros socios, los ecologistas deberán guardar en el cajón su propuesta de universalización de la protección médica, que quitaría a las cajas de seguros un negocio muy lucrativo.
La mayoría de estas preocupaciones tiene que ver con el más de un millón de refugiados que Alemania recibió entre 2015 y 2016 y con las dificultades para incorporarlos a la mayoría social. Surgido en 2013 como partido antieuropeo, AfD se montó sobre la ola antiinmigrante y asumió banderas racistas y xenófobas que le dieron este triunfo electoral.
También los liberales se beneficiaron de su dureza en la política de refugio. Después de haber perdido status parlamentario en 2013, ahora se convirtieron en el cuarto bloque parlamentario.
La Canciller sigue teniendo un poder de convocatoria sin par. De todos modos, casi la mitad piensa que 12 años de gobierno Merkel son suficientes y la acusan de ambivalente. Sin embargo, ella valora esa cualidad como reflexividad y no tiene miedo de formar una coalición tan heterogénea como la que se anuncia.
A partir de la experiencia de décadas pasadas, la Canciller confía en que la derecha populista se fracture apenas confrontada con decisiones parlamentarias complejas. Por ejemplo, la todavía presidenta del partido, Frauke Petry, anunció en la conferencia de prensa del lunes a la mañana que formará un bloque unipersonal extrapartidario. Petry aboga por construir una derecha “civilizada” dentro del arco constitucional, en tanto el electo jefe del bloque parlamentario, Alexander Gauland, es un provocador a quien sólo interesa la banca como tribuna de agitación. Para aprovechar estas contradicciones, la Canciller va a derechizar las políticas de refugio y de seguridad y a cooptar a dirigentes.
Nadie se imaginaba la coalición que ahora se anuncia y las negociaciones van a ser largas y duras, ya que en algunos temas las diferencias son enormes. Por ejemplo, los verdes exigen que hasta 2030 se cierren todas las usinas eléctricas alimentadas con carbón y que, a partir de entonces, no se patenten más coches con motor de combustión, lo que los liberales rechazan. Sin embargo, aunque la CDU también está en contra, Merkel ratificó el objetivo de, en el mismo lapso, reducir sustancialmente la emisión de gases de efecto invernadero.
En tanto, ante el rechazo de los futuros socios, los ecologistas deberán guardar en el cajón su propuesta de universalización de la protección médica, que quitaría a las cajas de seguros un negocio muy lucrativo.
No obstante, liberales y verdes coinciden en acelerar la
digitalización del país y en proteger los derechos civiles y la
privacidad de los datos, un ámbito en el que chocarán con los demócrata
cristianos afectos al control policial. De todos modos, los cuatro
partidos quieren más policías en las calles.
Tanto la política europea como las
intervenciones militares fuera de Europa van a ser temas de
controversia. Mientras que los liberales rechazan la propuesta del
presidente francés Emmanuel Macron para dotar a la zona del euro con una
política presupuestaria común, los verdes y partes de la CDU podrían
aceptarla. Por su parte, la Bundeswehr (el ejército federal alemán)
realiza misiones antiterroristas en Mali y en Afganistán que los verdes
cuestionan contra la opinión de liberales y demócrata cristianos.
La discusión sobre la política de refugio, finalmente, se va a
concentrar sobre el número máximo de personas que el futuro gobierno
estaría dispuesto a recibir por año. Sólo los ecologistas se niegan a
fijar dicho límite. Los demás partidos, en tanto, no piensan ni pueden
ceder en esta cuestión, si quieren parar a AfD.
Formar una coalición tan amplia como la “Jamaica” será una tarea de
titanes y, seguramente, su gobierno estará plagado de contradicciones y
conflictos. Conociendo a Angela Merkel, puede predecirse que la
Canciller gobernará a los bandazos, dejando que las crisis maduren
durante un tiempo, hasta tomar una decisión repentina que la deja como
única ganadora. Europa y el mundo deberán acostumbrarse a una Alemania
cambiante e inconstante. Es el precio que todos tendrán que pagar para
seguir dialogando con Angela Merkel a quien todos conocen, muchos
estiman y pocos fuera del país aman.
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Eduardo J. Vior