La cuestión coreana
Mientras Corea del Norte prueba
misiles, dos estrategias políticas diferentes –y varios conflictos
laterales– chocan en torno al país liderado por Kim Jong-Un.
Después de que el domingo por la mañana Corea del Norte (RDPC, por su
nombre oficial) probó en una explosión subterránea una bomba de
hidrógeno, un vacuo discurso belicista se apoderó de Washington. Kim
Jong-un aprovechó que la semana se abriría con la cumbre de los BRICS en
el sureste de China y se cierra con un foro económico en Vladivostok,
para poner brutalmente la cuestión coreana en la agenda multilateral.
Paradójicamente, esto puede servir para que los aliados de Estados
Unidos en la región le hagan entender a éstos que existe una alternativa
pacífica.
Vladímir Putin y Xi Jinping han acordado este domingo “manejar
apropiadamente” la prueba nuclear norcoreana, informó la agencia china
de noticias Xinhua. Los mandatarios se reunieron en Xiamen, en la costa
de la suroriental provincia de Fujian, donde las naciones del BRICS
(Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica) estuvieron reunidos domingo y
lunes con el objetivo originario de fortalecer la asociación que
debieron modificar, cuando la prueba nuclear norcoreana se coló y dominó
la agenda.
China ha expresado una “categórica protesta” sobre el ensayo y en un
comunicado entregado este lunes a la embajada de la RDPC en Beijing ha
reafirmado la doble propuesta ruso-china de que Pyongyang congele su
programa nuclear y que, simultáneamente, EE.UU. y Surcorea (RdC, por su
nombre oficial) desistan de sus maniobras militares conjuntas.
Dmitri Peskov, el portavoz del presidente de Rusia, explicó el lunes
que Putin y Xi Jinping han coincidido en que es importante “evitar el
caos” y que todas las partes involucradas “manifiesten discreción”.
Después de reunirse con Xi Jinping, el presidente ruso ha mantenido un
diálogo telefónico con el primer ministro japonés, Shinzo Abe, en el que
insistió en el valor de las soluciones políticas y diplomáticas. Lo
mismo dijo el lunes en la conversación telefónica con su homólogo de la
RdC, Moon Yae-in. Peskov informó asimismo que Putin todavía no planea
reunirse con Kim Jong-un.
La discusión sobre este tema continuará en el Foro Económico Oriental
que se reúne del 6 al 8 de septiembre en la ciudad costera rusa de
Vladivostok en la que está planeada una reunión cumbre entre los
presidentes de Rusia y la RdC con el primer ministro japonés, quizás
también con algún representante chino.
Por
el contrario, Corea del Sur y Estados Unidos están discutiendo el
despliegue de un portaviones y bombarderos estratégicos, según informó
la agencia de noticias surcoreana Yonhap. El ejército estadounidense
instalará próximamente cuatro lanzadores del sistema de defensa
antimisiles THAAD en su nueva base, 300 kilómetros al sur de Seúl, y
militares surcoreanos realizarán este mes un simulacro unilateral de
fuego vivo con cohetes de alcance medio Taurus. La agencia agregó que la
inteligencia surcoreana había detectado “indicios” de que Pyonyang se
prepara para llevar a cabo más lanzamientos de cohetes balísticos y por
eso quiere demostrar “fuerza”.
Este lunes, asimismo, Donald Trump ha confirmado en una conversación
telefónica con Shinzo Abe que su país “está preparado para usar armas
nucleares contra Corea del Norte en caso de necesidad”. La sucesión de
mensajes que ha dado el presidente desde el domingo a la mañana ha
incentivado los rumores de que está en marcha una operación en gran
escala. Repitiendo modelos anteriores, entonces, la embajadora ante las
Naciones Unidas, Nikki Haley, pidió que el lunes se reuniera el Consejo
de Seguridad, pero tras varias horas de discusión no hubo acuerdo.
Mientras que EE.UU., Gran Bretaña y Japón pedían sanciones más severas
contra Corea del Norte, China y Rusia advirtieron sobre la inutilidad de
las mismas y abogaron por la diplomacia.
Entre tanto, para forzar a China a presionar a Corea del Norte para
que abandone su programa nuclear, el presidente estadounidense declaró
este domingo que su país puede poner fin al comercio “con cualquier país
que haga negocios con Corea del Norte”, lo que las autoridades chinas
rechazaron inmediatamente. El año pasado Pyonyang comerció por un total
de 6.550 millones de dólares, un 4,7% más que en 2015, el 90% del cual
se realiza con China. Un pequeño volumen para ésta, pero Beijing no
quiere romper el diálogo con su vecino y menos aún por imposición de
Estados Unidos.
Rusia y China quieren tratar la cuestión coreana en un marco
multilateral, porque está estrechamente vinculada con el cerco que los
Estados Unidos han montado desde Asia Nororiental hasta la frontera
chino-india. Rusia tiene pendiente con Japón el contencioso sobre las
islas Kuriles, que la antigua URSS ocupó en los días finales de la
Segunda Guerra Mundial. China y Japón, en tanto, tienen permanentes
roces por la posesión de islas y atolones en el Mar Oriental de China.
Al ya antiguo conflicto con Taiwán se sumó desde hace pocos años la
construcción por China de islas artificiales en el Mar Meridional que ha
agudizado la tensión con Vietnam, Malasia y Filipinas. Para echar nafta
al fuego, además, el Pentágono ha decidido realizar regularmente
patrullas navales en dichas aguas que los chinos ven como flagrante
provocación. Finalmente, recién el pasado 28 de agosto China e India
acordaron retirar sus tropas de un paso del Himalaya, junto a la
frontera con Bután, donde durante dos meses estuvieron al borde de la
guerra. El apretón de manos entre el presidente Xi y el primer ministro
indio Modi en el BRICS selló la reconciliación que ahora será cimentada
con acuerdos económicos.
La complejidad e interrelación de estos conflictos impide resolver
aisladamente la cuestión coreana. Kim lo sabe y presiona con su
armamento nuclear, para obligar a China y Rusia a facilitarle
negociaciones directas con Estados Unidos. Los aliados asiáticos de
Washington también lo saben, pero no logran torcer el rumbo de éste,
porque, desde que Donald Trump perdió el control de la política exterior
a manos de los militares, la lógica diplomática ha sido remplazada por
la de la zanahoria y el palo.
Corea del Norte está intentando conseguir que EE.UU. se siente a la
mesa de negociaciones para poner oficialmente fin a la guerra de Corea
(1948-53), mientras que Washington persiste en su
negativa a dialogar con potencias más pequeñas y sigue actuando, como si
todavía dominara la situación.
Los líderes norteamericanos saben que la guerra no es una solución a
la crisis coreana, pero insisten en intimidar a los norcoreanos y no
vislumbran que una negociación integral hoy se avizora como el único
camino hacia la distensión regional. Lo contrario sería una larga noche, negra y fría.
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Eduardo J. Vior