domingo, 22 de diciembre de 2013

Aunque espía, EE.UU. urge el acuerdo de libre comercio

El Times ya dispara contra Merkel

Año 6. Edición número 292. Domingo 22 de Diciembre de 2013
Cambio de línea. el NYT modificó su mirada sobre Angela Merkel.
El influyente medio informa sobre una “colérica conversación” de la Canciller alemana con Barack Obama.

No bien asumió el gobierno alemán, el NYT intentó desprestigiarlo y separarlo de sus aliados europeos.
Con la evidente intención de debilitar al nuevo gobierno alemán que asumió el lunes pasado, el New York Times publicó al día siguiente un informe desestimando el esfuerzo de Berlín por concluir con EE.UU. un tratado de no espionaje y cuestionando que la Cancillería Federal se arrogue el control de los servicios secretos. La grieta entre ambos aliados se agranda por los contrapuestos intereses económicos, sensibilidades disímiles y la polarización entre EE.UU. y Rusia. Por eso, el diario neoyorquino trata de meter la cuña entre Berlín y sus aliados europeos.
Según el Times, la propuesta de tratado de renuncia al espionaje mutuo germano-norteamericano propuesto por Alemania habría fracasado por la negativa de Washington. Aparentemente, los EE.UU. no quieren crear un precedente al que recurran otros países. El gobierno norteamericano estaría especialmente molesto con el relevo del socialcristiano bávaro Hans-P. Friedrich del Ministerio del Interior y la creación en la Cancillería Federal de una Secretaría de Estado para los Servicios Secretos. Ambas medidas reducen la influencia de los servicios estadounidenses sobre la inteligencia alemana y colocan a ésta bajo la directa dependencia de la canciller. Una de las tareas de la nueva secretaría será cooperar con la comisión parlamentaria de control de los servicios secretos, con lo que se la pone en el centro de la coalición, pero se la controla políticamente.
En el mismo artículo el New York Times informa sobre una "colérica conversación" de Merkel con Obama en octubre pasado, en la que la canciller habría dicho al Presidente que el espionaje de la NSA le recordaba a la policía secreta de la antigua Alemania oriental.
De acuerdo con la respuesta oficial a un pedido de informes presentado por dos diputados de La Izquierda, en los seis meses pasados desde las primeras revelaciones sobre el espionaje norteamericano en Alemania no se ha avanzado mucho. Tampoco hubo respuestas claras sobre la protección de los datos individuales. Según el gobierno, de ellos se encargará la reforma de la respectiva legislación europea, que apenas limita la intervención de los servicios secretos en Internet y cuya negociación no avanza por el desinterés alemán. En cambio, el gobierno elogia la resolución germano-brasileña votada por la Asamblea de la ONU esta semana condenando el espionaje de los datos personales, aunque sin recomendaciones.
En círculos vinculados con la negociación del Tratado de Libre Comercio Transatlántico, en tanto, crece el pesimismo sobre la posibilidad de ratificarlo durante la presidencia de Obama que termina en enero de 2017. Sería necesario alcanzar un acuerdo hasta mitad de 2014, para que los respectivos parlamentos (y, en algunos casos, también los votantes) lo aprueben hasta la primavera de 2016. Después comienza la campaña electoral en EE.UU. y hay que olvidarse. Como entretanto la Organización Mundial del Comercio (OMC) acordó en Bali en noviembre una importante liberalización de los servicios, se relativiza la importancia de los acuerdos bilaterales. Los problemas son principalmente políticos ya que, después del affaire de espionaje, la canciller federal perdió interés en el acuerdo y la mayoría de los alemanes lo rechaza. Sin embargo, si Berlín rechaza el acuerdo, deberá ofrecer a sus aliados europeos una compensación importante.
Rápidamente comienza a entenderse por qué Angela Merkel se esforzó tanto para formar una gran coalición con los socialdemócratas: la dimensión de los cambios mundiales y en Europa requiere el apoyo de enormes mayorías parlamentarias. El actual enfrentamiento entre Alemania y EE.UU. muestra que firmar el Tratado de Libre Comercio del Atlántico implicaría romper con Rusia, lo que Alemania –dependiente del gas ártico– no puede hacer. Ahora bien, si Alemania no firma el acuerdo comercial, debe ofrecer a sus aliados europeos una alternativa. El ataque del Times busca colocar aquí una cuña. No es el primero, pero tampoco será el último.

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Eduardo J. Vior