En Ucrania, la Guerra Fría también se gana con gas
Año 6. Edición número 290. Domingo 8 de Diciembre de 2013
Tensión entre Rusia y la Unión Europea.
El intento de golpe de Estado que aprovechó las multitudinarias
protestas que ocuparon las calles de Kiev el fin de semana pasado para
intentar derrocar al gobierno ucraniano fue vencido por la chequera
llena de gas del gobierno ruso y esta victoria es estratégica.
Cuando el presidente Viktor Yanukovich volvió de su reunión con Vladimir Putin el pasado 20 de noviembre y anunció que no firmaría el tratado de asociación con la Unión Europea (UE) urdido en trabajosas y largas negociaciones, la Comisión Europea cometió el terrible error de presionarlo públicamente y de incitar, junto con el gobierno norteamericano, al levantamiento popular, para evitar el fracaso de la cumbre europea que se reuniría en Vilna (Lituania) los días 28 y 29 de noviembre. Con la incorporación de Ucrania ambos esperaban cerrar aún más el cerco en torno de Rusia, pero se olvidaron de dos factores determinantes: en tiempos de crisis económica la UE no está en condiciones de equiparar las compensaciones que Rusia puede hacer para conquistar al remiso y, ante la cercanía del invierno boreal, a sus miembros en Europa central y oriental les importa más asegurarse el gas ruso para sobrevivir que seguir los jueguitos estratégicos de Washington y Bruselas.
Aunque las protestas populares contra el gobierno ucraniano llegaron a congregar el domingo 1° a 300.000 personas en Kiev y a ocupar el gobierno municipal, después de que el Parlamento ucraniano (Rada) rechazó el pasado martes 3 la moción de censura contra el primer ministro Mykola Azarov, las manifestaciones perdieron masividad. La esperanza opositora de que diputados del oficialista Partido de las Regiones se adhirieran a la moción fracasó, porque las facciones oligárquicas que financian a los parlamentarios les ordenaron mantener la lealtad al presidente y a su primer ministro. Por ahora se mantendrá el delicado equilibrio político del país.
En el cambio de decisión presidencial sobre la asociación con la Unión Europea pesó la amenaza rusa de aumentar las tarifas aduaneras sobre los productos ucranianos y los precios del gas que vende a su vecino, así como de pagar un canon menor por el gas ruso que pasa hacia Europa central por Ucrania.
La mayoría de las exportaciones ucranianas se comercializan con la Unión Europea y sus vecinos rusos y bielorrusos. El país depende en gran medida de los suministros rusos de energía, especialmente petróleo y gas natural. Si bien produce el 25% del gas natural que necesita, importa cerca del 35% de Rusia y el 40% de Asia Central a través de ductos controlados por Rusia. Al mismo tiempo, el 85% del gas ruso se transporta a Europa continental a través de Ucrania.
La dependencia estructural que Europa continental y Ucrania tienen del suministro ruso de gas explica que la solución de la crisis política ucraniana no viniera de políticos o diplomáticos, sino de los ejecutivos de Gazprom, el gigante mundial ruso del gas. De acuerdo con versiones e informaciones coincidentes, como premio por el rechazo de la moción de censura contra el gobierno, la empresa otorgó a Ucrania el miércoles 4 una rebaja extraordinaria en el precio del gas, mientras sus representantes negociaban en Bruselas un acuerdo con la Comisión Europea en el proceso que ésta le sigue por prácticas monopólicas, a cambio de que la Comisión redujera su presión sobre Kiev para que firme el tratado de asociación. A cambio de los favores recibidos, Ucrania redujo los aranceles que cobra de Gazprom por el pasaje del gas hacia Occidente.
En octubre pasado, Gazprom había protestado ante el gobierno ucraniano por la falta de pago de sus compras de gas y amenazado con exigir pagos por adelantado, pero, apenas Ucrania desistió del tratado de asociación con la UE, Gazprom le prorrogó sine die sus pagos. La moratoria obtenida es tanto más importante para Ucrania, en cuanto la deuda gasífera contraída asciende ya a los dos mil millones de dólares y sus reservas de divisas se han esfumado en los últimos meses.
Ucrania está tratando de salir de su tercera recesión desde 2008. Hace poco debió romper las negociaciones con el FMI para obtener 15 mil millones de dólares por las exageradas demandas de ajuste que éste puso. Por su parte, tampoco la Unión Europea se negó a concederle préstamos por arriba de los 610 millones de euros ya acordados, argumentando con los beneficios que Ucrania tendría como miembro asociado a la Unión. Esta mezquindad muestra que en tiempos de crisis la UE no tiene demasiado espacio de maniobra para presionar a propios y ajenos.
A lo largo de varios años la UE ha negociado con Ucrania el tratado de asociación y libre comercio más abarcador de su historia. De firmarlo el país del sureste europeo debería adoptar centenares de leyes, regulaciones y estándares europeos y reformar profundamente sus instituciones políticas, legales y estatales. Sin embargo, aunque está lleno de promesas, el acuerdo se detiene a un paso de la total incorporación de Ucrania a la UE. Por las condiciones políticas y económicas que impone el tratado es de tipo colonial.
Vladmir Putin rompió el cerco y derrotó a la alianza UE-EE.UU. Ahora debe consolidar la unión aduanera y golpear rápido en otro punto (probablemente, en el Medio Oriente), para alejar el riesgo de nuevos ataques a su inmediata esfera de poder. Sin embargo, en la Segunda Guerra Fría los pueblos son aún más importantes que en la primera. La situación económica ucraniana debe mejorar aceleradamente, si Yanukovich quiere evitar un 2014 ardiente. Así como la coexistencia pacífica evitó el desastre nuclear, sin acabar con la Primera Guerra Fría, la gasífera puede evitar el choque frontal en la segunda, pero no traer la paz. La batalla de Ucrania ha sido sólo un episodio.
Cuando el presidente Viktor Yanukovich volvió de su reunión con Vladimir Putin el pasado 20 de noviembre y anunció que no firmaría el tratado de asociación con la Unión Europea (UE) urdido en trabajosas y largas negociaciones, la Comisión Europea cometió el terrible error de presionarlo públicamente y de incitar, junto con el gobierno norteamericano, al levantamiento popular, para evitar el fracaso de la cumbre europea que se reuniría en Vilna (Lituania) los días 28 y 29 de noviembre. Con la incorporación de Ucrania ambos esperaban cerrar aún más el cerco en torno de Rusia, pero se olvidaron de dos factores determinantes: en tiempos de crisis económica la UE no está en condiciones de equiparar las compensaciones que Rusia puede hacer para conquistar al remiso y, ante la cercanía del invierno boreal, a sus miembros en Europa central y oriental les importa más asegurarse el gas ruso para sobrevivir que seguir los jueguitos estratégicos de Washington y Bruselas.
Aunque las protestas populares contra el gobierno ucraniano llegaron a congregar el domingo 1° a 300.000 personas en Kiev y a ocupar el gobierno municipal, después de que el Parlamento ucraniano (Rada) rechazó el pasado martes 3 la moción de censura contra el primer ministro Mykola Azarov, las manifestaciones perdieron masividad. La esperanza opositora de que diputados del oficialista Partido de las Regiones se adhirieran a la moción fracasó, porque las facciones oligárquicas que financian a los parlamentarios les ordenaron mantener la lealtad al presidente y a su primer ministro. Por ahora se mantendrá el delicado equilibrio político del país.
En el cambio de decisión presidencial sobre la asociación con la Unión Europea pesó la amenaza rusa de aumentar las tarifas aduaneras sobre los productos ucranianos y los precios del gas que vende a su vecino, así como de pagar un canon menor por el gas ruso que pasa hacia Europa central por Ucrania.
La mayoría de las exportaciones ucranianas se comercializan con la Unión Europea y sus vecinos rusos y bielorrusos. El país depende en gran medida de los suministros rusos de energía, especialmente petróleo y gas natural. Si bien produce el 25% del gas natural que necesita, importa cerca del 35% de Rusia y el 40% de Asia Central a través de ductos controlados por Rusia. Al mismo tiempo, el 85% del gas ruso se transporta a Europa continental a través de Ucrania.
La dependencia estructural que Europa continental y Ucrania tienen del suministro ruso de gas explica que la solución de la crisis política ucraniana no viniera de políticos o diplomáticos, sino de los ejecutivos de Gazprom, el gigante mundial ruso del gas. De acuerdo con versiones e informaciones coincidentes, como premio por el rechazo de la moción de censura contra el gobierno, la empresa otorgó a Ucrania el miércoles 4 una rebaja extraordinaria en el precio del gas, mientras sus representantes negociaban en Bruselas un acuerdo con la Comisión Europea en el proceso que ésta le sigue por prácticas monopólicas, a cambio de que la Comisión redujera su presión sobre Kiev para que firme el tratado de asociación. A cambio de los favores recibidos, Ucrania redujo los aranceles que cobra de Gazprom por el pasaje del gas hacia Occidente.
En octubre pasado, Gazprom había protestado ante el gobierno ucraniano por la falta de pago de sus compras de gas y amenazado con exigir pagos por adelantado, pero, apenas Ucrania desistió del tratado de asociación con la UE, Gazprom le prorrogó sine die sus pagos. La moratoria obtenida es tanto más importante para Ucrania, en cuanto la deuda gasífera contraída asciende ya a los dos mil millones de dólares y sus reservas de divisas se han esfumado en los últimos meses.
Ucrania está tratando de salir de su tercera recesión desde 2008. Hace poco debió romper las negociaciones con el FMI para obtener 15 mil millones de dólares por las exageradas demandas de ajuste que éste puso. Por su parte, tampoco la Unión Europea se negó a concederle préstamos por arriba de los 610 millones de euros ya acordados, argumentando con los beneficios que Ucrania tendría como miembro asociado a la Unión. Esta mezquindad muestra que en tiempos de crisis la UE no tiene demasiado espacio de maniobra para presionar a propios y ajenos.
A lo largo de varios años la UE ha negociado con Ucrania el tratado de asociación y libre comercio más abarcador de su historia. De firmarlo el país del sureste europeo debería adoptar centenares de leyes, regulaciones y estándares europeos y reformar profundamente sus instituciones políticas, legales y estatales. Sin embargo, aunque está lleno de promesas, el acuerdo se detiene a un paso de la total incorporación de Ucrania a la UE. Por las condiciones políticas y económicas que impone el tratado es de tipo colonial.
Vladmir Putin rompió el cerco y derrotó a la alianza UE-EE.UU. Ahora debe consolidar la unión aduanera y golpear rápido en otro punto (probablemente, en el Medio Oriente), para alejar el riesgo de nuevos ataques a su inmediata esfera de poder. Sin embargo, en la Segunda Guerra Fría los pueblos son aún más importantes que en la primera. La situación económica ucraniana debe mejorar aceleradamente, si Yanukovich quiere evitar un 2014 ardiente. Así como la coexistencia pacífica evitó el desastre nuclear, sin acabar con la Primera Guerra Fría, la gasífera puede evitar el choque frontal en la segunda, pero no traer la paz. La batalla de Ucrania ha sido sólo un episodio.
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Eduardo J. Vior