Fuego cruzado por la paz siria
Año 7. Edición número 296. Domingo 19 de Enero de 2014
Las diplomacias de Washington y Moscú colisionan a
días de comenzar una significativa cumbre internacional en Suiza que
busca destrabar el largo conflicto en Damasco.
Al acercarse la Conferencia Internacional de Paz sobre Siria que
comienza el miércoles 22 en Montreux, Suiza, los Estados Unidos esperan
que el gobierno sirio haga alguna concesión que permita incorporar a la
oposición laica a las negociaciones, mientras el creciente peligro
islamista induce a los servicios de inteligencia occidentales a dialogar
con el régimen sirio. La diplomacia rusa, en tanto, aparece como la
conciliadora que incluye a Irán en las negociaciones, controla al
gobierno sirio y acepta incorporar a las oposiciones laicas. Nadie
espera que la conferencia traiga la paz, sino que permita concertar
algunas treguas locales para atender a las poblaciones.
El encuentro ministerial, conocido como Ginebra II, fue convocado por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Rusia y China) y cuatro países del Cercano Oriente (Siria, Turquía, Arabia Saudita y Qatar), como continuación de su antecesora –Ginebra I–, reunida en junio de 2012. La convocatoria preveía la formación de un gobierno provisional concertado y la transición hacia una democracia constitucional. Cerca de 30 países fueron invitados.
Pocos días antes de la reunión, los jefes de la diplomacia norteamericana, John Kerry, y rusa, Serguei Lavrov, multiplican sus viajes y reuniones con objetivos diferentes, pero confluyentes. Rusia está afinando la sintonía para su presentación en Suiza junto con sus aliados sirios e iraníes. El miércoles estuvo en Damasco el ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Mohammad Javad Zarif, quien se reunió con el presidente Assad. Éste aprovechó la visita para alertar contra el islamismo saudí (el wahabismo), subrayar que el objetivo central de la conferencia debe ser la “lucha contra el terrorismo” y rechazar su renuncia como condición para la participación oficial.
Por su parte, el ministro iraní viajó el jueves a Moscú junto con su colega sirio, Walid Muallem. Allí se reunieron con su colega ruso Lavrov. Previamente, Zarif había estado en Líbano y Jordania. Irán quiere participar en la conferencia sin condiciones, mientras que los occidentales exigen que acepte una democracia representativa en Siria. Según Estados Unidos y sus aliados, los acuerdos de Ginebra I suponen también la renuncia previa del presidente Assad, mientras que Rusia y sus socios lo quieren como cabeza del futuro gobierno provisional. La participación de Irán es vital para el gobierno sirio por su auxilio militar y financiero y el apoyo de las milicias chiítas. Para Moscú es un aliado central en el Medio Oriente. Teherán, a su vez, quiere convalidar su rol como potencia regional.
Aunque Lavrov descartó el jueves que Rusia tenga “una agenda oculta” para la conferencia, el ministro sirio de Reconciliación Nacional, Ali Haidar, afirmó que “la solución [de la crisis] se dará a través del triunfo militar contra los enemigos que buscan su colapso”. Estas manifestaciones del gobierno sirio dificultan aún más el esfuerzo norteamericano para incluir a Turquía, Arabia Saudita y Qatar y controlar al Frente Islámico, algo más moderado que el EIIS. La situación en los frentes de combate urge aún más a Occidente a alcanzar en negociaciones lo que los rebeldes no impusieron en batalla. Todos saben que nadie puede alcanzar un triunfo militar definitivo, pero todos quieren adelantar posiciones antes de la reunión. Por eso, en los últimos días se han agudizado los combates.
En la actualidad, las fuerzas gubernamentales tienen la iniciativa, pero en general hay un empate estratégico. Los enfrentamientos se han concentrado en torno de la carretera que une Damasco con Homs y lleva más al norte y hacia el nordeste, donde se concentra la gobernante minoría alauita. La ruta fue cortada recientemente por los rebeldes durante tres semanas y faltaron combustibles en la capital, pero el gobierno logró recuperar Nabak, a mitad de camino, aunque las fuerzas rebeldes todavía pueden interrumpir el tráfico. Las fuerzas oficiales también han recuperado terreno al sur de Alepo, la mayor ciudad del país, en el norte, que sigue dividida desde hace un año y medio. Una dura ofensiva del gobierno en la frontera con Jordania logró cortar las líneas de abastecimiento rebeldes en el sur. Sin embargo, a pesar de meses de continuos combates, el gobierno no pudo retomar el control de los suburbios de Damasco.
El ejército tiene un mando militar centralizado y mejores recursos que los rebeldes. Ha hecho masivos (y no muy eficaces) bombardeos aéreos y con cohetes tierra-tierra, pero le faltan efectivos para consolidar las posiciones que ocupa. Assad intentó mitigar el problema organizando una gran milicia alauita de “Defensa Nacional”, pero sus principales refuerzos son las milicias libanesas de Hizbola y las brigadas chiítas iraquíes. Bajo estas condiciones el régimen de Assad no puede vencer militarmente, pero especula con las divisiones entre sus enemigos.
Sin embargo, lo que más alarma a los gobiernos occidentales es el creciente flujo de combatientes europeos y norteamericanos hacia las facciones islamistas, incluida Al Qaeda. Más de 700 jóvenes han ido de Francia a combatir con los yihadistas sirios, otros 240 voluntarios salieron de Alemania y 70 habrían concurrido desde Estados Unidos. Evidentemente, los gobiernos occidentales temen la formación de una nueva generación de yihadistas que serían una grave amenaza al regresar a sus países. Por ello, el miércoles pasado el viceministro sirio de Relaciones Exteriores Faisal Mekdad informó que representantes de varios servicios de inteligencia occidentales habían visitado recientemente Damasco para combinar la lucha contra el terrorismo.
Paradójicamente, estos contactos pueden reforzar la excelente cooperación ruso-norteamericana, existente desde que se superó en setiembre la crisis por las armas químicas, y la colaboración iraní. Mientras tanto, son más efectivas las treguas locales, los intercambios de prisioneros y los salvoconductos para las expediciones de auxilio a la población civil. Por ese motivo, Estados Unidos, Rusia y la ONU están tratando de alcanzar un alto el fuego en Alepo. En toda Siria han muerto en los tres años de guerra 130.000 personas, dos millones han salido como refugiados, seis millones son desplazados internos y más de nueve millones necesitan algún tipo de ayuda.
Las dimensiones del drama humanitario subrayan el fracaso de la conferencia de donantes que se reunió el miércoles 15 en Kuwait. Mientras que se pretendía recaudar 6.500 millones de dólares, sólo se comprometieron ayudas por 2.400 millones. Dada la situación empantanada, lo mejor que puede esperarse de Ginebra II es que dé inicio a negociaciones específicas entre los contendientes y sus aliados, para incluir a los islamistas moderados y aislar al EIIS, pero hoy sería perentorio ayudar a las víctimas civiles de la guerra a sobrevivir.
El encuentro ministerial, conocido como Ginebra II, fue convocado por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Rusia y China) y cuatro países del Cercano Oriente (Siria, Turquía, Arabia Saudita y Qatar), como continuación de su antecesora –Ginebra I–, reunida en junio de 2012. La convocatoria preveía la formación de un gobierno provisional concertado y la transición hacia una democracia constitucional. Cerca de 30 países fueron invitados.
Pocos días antes de la reunión, los jefes de la diplomacia norteamericana, John Kerry, y rusa, Serguei Lavrov, multiplican sus viajes y reuniones con objetivos diferentes, pero confluyentes. Rusia está afinando la sintonía para su presentación en Suiza junto con sus aliados sirios e iraníes. El miércoles estuvo en Damasco el ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Mohammad Javad Zarif, quien se reunió con el presidente Assad. Éste aprovechó la visita para alertar contra el islamismo saudí (el wahabismo), subrayar que el objetivo central de la conferencia debe ser la “lucha contra el terrorismo” y rechazar su renuncia como condición para la participación oficial.
Por su parte, el ministro iraní viajó el jueves a Moscú junto con su colega sirio, Walid Muallem. Allí se reunieron con su colega ruso Lavrov. Previamente, Zarif había estado en Líbano y Jordania. Irán quiere participar en la conferencia sin condiciones, mientras que los occidentales exigen que acepte una democracia representativa en Siria. Según Estados Unidos y sus aliados, los acuerdos de Ginebra I suponen también la renuncia previa del presidente Assad, mientras que Rusia y sus socios lo quieren como cabeza del futuro gobierno provisional. La participación de Irán es vital para el gobierno sirio por su auxilio militar y financiero y el apoyo de las milicias chiítas. Para Moscú es un aliado central en el Medio Oriente. Teherán, a su vez, quiere convalidar su rol como potencia regional.
Aunque Lavrov descartó el jueves que Rusia tenga “una agenda oculta” para la conferencia, el ministro sirio de Reconciliación Nacional, Ali Haidar, afirmó que “la solución [de la crisis] se dará a través del triunfo militar contra los enemigos que buscan su colapso”. Estas manifestaciones del gobierno sirio dificultan aún más el esfuerzo norteamericano para incluir a Turquía, Arabia Saudita y Qatar y controlar al Frente Islámico, algo más moderado que el EIIS. La situación en los frentes de combate urge aún más a Occidente a alcanzar en negociaciones lo que los rebeldes no impusieron en batalla. Todos saben que nadie puede alcanzar un triunfo militar definitivo, pero todos quieren adelantar posiciones antes de la reunión. Por eso, en los últimos días se han agudizado los combates.
En la actualidad, las fuerzas gubernamentales tienen la iniciativa, pero en general hay un empate estratégico. Los enfrentamientos se han concentrado en torno de la carretera que une Damasco con Homs y lleva más al norte y hacia el nordeste, donde se concentra la gobernante minoría alauita. La ruta fue cortada recientemente por los rebeldes durante tres semanas y faltaron combustibles en la capital, pero el gobierno logró recuperar Nabak, a mitad de camino, aunque las fuerzas rebeldes todavía pueden interrumpir el tráfico. Las fuerzas oficiales también han recuperado terreno al sur de Alepo, la mayor ciudad del país, en el norte, que sigue dividida desde hace un año y medio. Una dura ofensiva del gobierno en la frontera con Jordania logró cortar las líneas de abastecimiento rebeldes en el sur. Sin embargo, a pesar de meses de continuos combates, el gobierno no pudo retomar el control de los suburbios de Damasco.
El ejército tiene un mando militar centralizado y mejores recursos que los rebeldes. Ha hecho masivos (y no muy eficaces) bombardeos aéreos y con cohetes tierra-tierra, pero le faltan efectivos para consolidar las posiciones que ocupa. Assad intentó mitigar el problema organizando una gran milicia alauita de “Defensa Nacional”, pero sus principales refuerzos son las milicias libanesas de Hizbola y las brigadas chiítas iraquíes. Bajo estas condiciones el régimen de Assad no puede vencer militarmente, pero especula con las divisiones entre sus enemigos.
Sin embargo, lo que más alarma a los gobiernos occidentales es el creciente flujo de combatientes europeos y norteamericanos hacia las facciones islamistas, incluida Al Qaeda. Más de 700 jóvenes han ido de Francia a combatir con los yihadistas sirios, otros 240 voluntarios salieron de Alemania y 70 habrían concurrido desde Estados Unidos. Evidentemente, los gobiernos occidentales temen la formación de una nueva generación de yihadistas que serían una grave amenaza al regresar a sus países. Por ello, el miércoles pasado el viceministro sirio de Relaciones Exteriores Faisal Mekdad informó que representantes de varios servicios de inteligencia occidentales habían visitado recientemente Damasco para combinar la lucha contra el terrorismo.
Paradójicamente, estos contactos pueden reforzar la excelente cooperación ruso-norteamericana, existente desde que se superó en setiembre la crisis por las armas químicas, y la colaboración iraní. Mientras tanto, son más efectivas las treguas locales, los intercambios de prisioneros y los salvoconductos para las expediciones de auxilio a la población civil. Por ese motivo, Estados Unidos, Rusia y la ONU están tratando de alcanzar un alto el fuego en Alepo. En toda Siria han muerto en los tres años de guerra 130.000 personas, dos millones han salido como refugiados, seis millones son desplazados internos y más de nueve millones necesitan algún tipo de ayuda.
Las dimensiones del drama humanitario subrayan el fracaso de la conferencia de donantes que se reunió el miércoles 15 en Kuwait. Mientras que se pretendía recaudar 6.500 millones de dólares, sólo se comprometieron ayudas por 2.400 millones. Dada la situación empantanada, lo mejor que puede esperarse de Ginebra II es que dé inicio a negociaciones específicas entre los contendientes y sus aliados, para incluir a los islamistas moderados y aislar al EIIS, pero hoy sería perentorio ayudar a las víctimas civiles de la guerra a sobrevivir.
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Eduardo J. Vior