Juegos de sangre en Sochi
Año 6. Edición número 294. Domingo 05 de enero de 2014
Los Juegos Olímpicos de invierno en febrero próximo
están pensadas por Moscú para respaldar el hegemonismo ruso en la zona
del Cáucaso, pero la inteligencia saudita complica el evento con
atentados terroristas.
Bajo el impacto de los atentados suicidas de Volgogrado del 29 y 30
de diciembre y la certeza de que otros los seguirán, este 1° de enero
Rusia asumió por un año la presidencia del G8 buscando restablecer su
rol como potencia mundial y afirmar su dominio en el Cáucaso, pero su
competencia con la monarquía saudí en Siria repercute en el apoyo de
ésta al terrorismo salafista que amenaza la realización de los Juegos
Olímpicos de Invierno en Sochi, a orillas del Mar Negro.
La explosión en un trolebús la mañana del lunes pasado en Volgogrado, en el sur de Rusia, ha dejado al menos 14 muertos y 28 heridos. Ya el día antes una atacante suicida hizo detonar un artefacto explosivo en la estación de tren de dicha ciudad. El pasado mes de octubre, a su vez, una explosión en un ómnibus se cobró en la misma ciudad la vida de seis personas y otras 40 resultaron heridas.
Ante la preocupación que los atentados han generado en el mundo deportivo, el gobierno ruso ha garantizado la seguridad de los atletas y espectadores que asistirán del 7 al 23 de febrero próximos a los Juegos Olímpicos de Invierno en la villa de vacaciones de Sochi, a orillas del Mar Negro y al pie del Cáucaso Norte. Considerando la situación geográfica de la pequeña ciudad, los expertos en seguridad no dudan que las autoridades puedan asegurar el desarrollo pacífico del evento, pero la posibilidad de que se produzcan atentados contra objetivos civiles en el extenso y abierto sur de Rusia es alta.
Andrew Kutchins, investigador en el Center for Strategic and International Studies, sostiene que “Sochi está prácticamente sitiada por las fuerzas armadas y de seguridad rusas y es casi imposible que alguien pueda vulnerar esa muralla, pero la finalidad probable de los terroristas es crear una extendida sensación de inseguridad dentro y fuera de Rusia”.
Desde que el Comité Olímpico Internacional aprobó en 2007 la realización de estos juegos, numerosos observadores, gobiernos y organizaciones civiles han manifestado sus preocupaciones. Sochi colinda con seis repúblicas autónomas de la Federación Rusa en el Cáucaso Norte, una región signada desde 1994 por los alzamientos chechenos. Según un trascendido del diario británico Daily Telegraph, en negociaciones con representantes rusos sobre Siria el Príncipe Bandar bin Sultan, jefe de la inteligencia saudita, habría amenazado con atentar contra los juegos de Sochi, si no se avenían a sus reclamos. “Yo estoy en condiciones de garantizarles la seguridad de los juegos, ya que los grupos chechenos que los amenazan están controlados por nosotros”, advirtió.
A los problemas internacionales y regionales en torno a los juegos se suman los locales. Sochi está en la zona del histórico pueblo circasiano, un grupo de origen caucásico que residía en la zona desde que existen referencias históricas y es mayoritariamente musulmán. Este pueblo fue conquistado por el Imperio Ruso en 1864, la mayoría de su población fue masacrada y los sobrevivientes expulsados hacia el antiguo Imperio Otomano. Sin embargo, cerca de 700.000 circasianos habitan todavía la región o residen en otras zonas de Rusia. Los patriotas circasianos ven los juegos como especialmente ofensivos, porque se realizan exactamente en el 150° aniversario de su derrota ante Rusia. Algunas de sus principales organizaciones reclaman la cancelación del acontecimiento, si el Estado ruso no se disculpa antes por el genocidio contra su pueblo, pero otras sólo demandan que los organizadores del evento respeten y destaquen los sitios de la memoria circasiana.
A la reivindicación nacionalista se añade la protesta de las organizaciones LGBT de todo el mundo por el rechazo de la Justicia rusa a la instalación de una “Casa del Orgullo”, como se hizo en anteriores eventos olímpicos, y por la nueva legislación rusa discriminatoria contra la diversidad sexual.
Al mismo tiempo, a pesar de los informes técnicos negativos sobre la construcción de instalaciones olímpicas en la reserva de la biósfera del Cáucaso, que está protegida por la UNESCO, y en terrenos del Parque Nacional de Sochi, el Comité Olímpico Internacional aprobó los planes.
Las construcciones de lujo en la zona de Sochi han impulsado también la especulación inmobiliaria, haciendo imposible la vida allí para la mayoría de los pobladores que no pueden sostener los altos costos de la propiedad. En consecuencia, la pequeña villa de veraneo promovida originalmente por Josef Stalin se está convirtiendo en un barrio cerrado para millonarios rusos.
Al realizar los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi, Vladimir Putin pretende reforzar la presencia de la Federación Rusa en la región del Cáucaso creando un enclave de lujo. Con la misma lógica de sus antecesores zaristas en el siglo XIX, desarrolla inversiones bajo protección militar, para desarticular las economías locales y absorberlas dentro del gran mercado ruso. No obstante, el presidente ruso choca con los intereses estadounidenses, turcos y, sobre todo, sauditas que buscan contener el avance ruso y establecer hegemonías regionales propias. La historia de los Juegos Olímpicos siempre estuvo mezclada con sangre, pero sobre la nieve ésta se ve con particular claridad.
La explosión en un trolebús la mañana del lunes pasado en Volgogrado, en el sur de Rusia, ha dejado al menos 14 muertos y 28 heridos. Ya el día antes una atacante suicida hizo detonar un artefacto explosivo en la estación de tren de dicha ciudad. El pasado mes de octubre, a su vez, una explosión en un ómnibus se cobró en la misma ciudad la vida de seis personas y otras 40 resultaron heridas.
Ante la preocupación que los atentados han generado en el mundo deportivo, el gobierno ruso ha garantizado la seguridad de los atletas y espectadores que asistirán del 7 al 23 de febrero próximos a los Juegos Olímpicos de Invierno en la villa de vacaciones de Sochi, a orillas del Mar Negro y al pie del Cáucaso Norte. Considerando la situación geográfica de la pequeña ciudad, los expertos en seguridad no dudan que las autoridades puedan asegurar el desarrollo pacífico del evento, pero la posibilidad de que se produzcan atentados contra objetivos civiles en el extenso y abierto sur de Rusia es alta.
Andrew Kutchins, investigador en el Center for Strategic and International Studies, sostiene que “Sochi está prácticamente sitiada por las fuerzas armadas y de seguridad rusas y es casi imposible que alguien pueda vulnerar esa muralla, pero la finalidad probable de los terroristas es crear una extendida sensación de inseguridad dentro y fuera de Rusia”.
Desde que el Comité Olímpico Internacional aprobó en 2007 la realización de estos juegos, numerosos observadores, gobiernos y organizaciones civiles han manifestado sus preocupaciones. Sochi colinda con seis repúblicas autónomas de la Federación Rusa en el Cáucaso Norte, una región signada desde 1994 por los alzamientos chechenos. Según un trascendido del diario británico Daily Telegraph, en negociaciones con representantes rusos sobre Siria el Príncipe Bandar bin Sultan, jefe de la inteligencia saudita, habría amenazado con atentar contra los juegos de Sochi, si no se avenían a sus reclamos. “Yo estoy en condiciones de garantizarles la seguridad de los juegos, ya que los grupos chechenos que los amenazan están controlados por nosotros”, advirtió.
A los problemas internacionales y regionales en torno a los juegos se suman los locales. Sochi está en la zona del histórico pueblo circasiano, un grupo de origen caucásico que residía en la zona desde que existen referencias históricas y es mayoritariamente musulmán. Este pueblo fue conquistado por el Imperio Ruso en 1864, la mayoría de su población fue masacrada y los sobrevivientes expulsados hacia el antiguo Imperio Otomano. Sin embargo, cerca de 700.000 circasianos habitan todavía la región o residen en otras zonas de Rusia. Los patriotas circasianos ven los juegos como especialmente ofensivos, porque se realizan exactamente en el 150° aniversario de su derrota ante Rusia. Algunas de sus principales organizaciones reclaman la cancelación del acontecimiento, si el Estado ruso no se disculpa antes por el genocidio contra su pueblo, pero otras sólo demandan que los organizadores del evento respeten y destaquen los sitios de la memoria circasiana.
A la reivindicación nacionalista se añade la protesta de las organizaciones LGBT de todo el mundo por el rechazo de la Justicia rusa a la instalación de una “Casa del Orgullo”, como se hizo en anteriores eventos olímpicos, y por la nueva legislación rusa discriminatoria contra la diversidad sexual.
Al mismo tiempo, a pesar de los informes técnicos negativos sobre la construcción de instalaciones olímpicas en la reserva de la biósfera del Cáucaso, que está protegida por la UNESCO, y en terrenos del Parque Nacional de Sochi, el Comité Olímpico Internacional aprobó los planes.
Las construcciones de lujo en la zona de Sochi han impulsado también la especulación inmobiliaria, haciendo imposible la vida allí para la mayoría de los pobladores que no pueden sostener los altos costos de la propiedad. En consecuencia, la pequeña villa de veraneo promovida originalmente por Josef Stalin se está convirtiendo en un barrio cerrado para millonarios rusos.
Al realizar los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi, Vladimir Putin pretende reforzar la presencia de la Federación Rusa en la región del Cáucaso creando un enclave de lujo. Con la misma lógica de sus antecesores zaristas en el siglo XIX, desarrolla inversiones bajo protección militar, para desarticular las economías locales y absorberlas dentro del gran mercado ruso. No obstante, el presidente ruso choca con los intereses estadounidenses, turcos y, sobre todo, sauditas que buscan contener el avance ruso y establecer hegemonías regionales propias. La historia de los Juegos Olímpicos siempre estuvo mezclada con sangre, pero sobre la nieve ésta se ve con particular claridad.
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Eduardo J. Vior