Medio Oriente: Al Qaeda enciende Irak
Año 6. Edición número 295. Domingo 12 de enero de 2014
Los rápidos realineamientos de la milicia islámica
en Medio Oriente se combinan con las reorientaciones estratégicas de las
grandes potencias, generando un gran desorden.
Desde principios de este año las guerras civiles en Irak y Siria se
han vinculado por el protagonismo que el Estado Islámico de Irak y el
Levante (ISIL, por sus siglas en inglés), expresión de Al Qaida en la
región, tiene en ambas. Sin embargo, mientras que en Siria retrocede en
el norte del país, en Irak ha conquistado partes de Faluya y Ramada, en
la occidental provincia de Al Ánbar, que el ejército iraquí pretende
ahora recuperar con el apoyo de drones norteamericanos y tribus locales.
El número y radicalidad de los actores en Siria e Irak ha aumentado, en
tanto las grandes potencias cambian sus alianzas. Por la combinación de
ambos factores se ha roto el equilibrio regional.
Más de 200 personas han muerto en Irak en atentados y enfrentamientos entre rebeldes salafistas y tropas gubernamentales desde el 1° de enero. Después de que el primer ministro chiíta Nuri Al Maliki anunció que el ejército iraquí pronto intentará recuperar las ciudades ocupadas, miles de habitantes de Faluya huyeron de la ciudad. No se trata de dos partidos, como proclama el gobierno iraquí, sino por lo menos de tres, ya que las milicias étnicas locales hacen su propio juego. Aún no está claro tampoco cuántos combatientes tiene ISIL en ambas ciudades ni el grado del apoyo que tengan de las comunidades locales, ya que los sunitas de la región también odian al gobierno chiíta, pero rechazan sus métodos terroristas.
Al mismo tiempo ISIL –desarrollada con distintos nombres en la resistencia a la ocupación norteamericana después de 2003– está siendo expulsada de ciudades del norte de Siria por una amplia coalición de grupos cansados de su rigidez ideológica y su violencia. El jefe del Frente Al Nusra, Abu Mohammed al-Golani, llamó el miércoles a un alto el fuego en los enfrentamientos en los que ya murieron más de 270 personas y propuso la formación de un concejo jurídico islámico que resuelva las disputas, así como el retorno a una postura unitaria contra el presidente Bashar al-Assad. Sin embargo, horas después el jefe de ISIL Abu Bakr Al Bagdadi, rechazó la oferta.
Desde la semana pasada tres grandes alianzas rebeldes (el recién creado Frente Islámico, el ejército de los muyaidines y el laico Frente Revolucionario Sirio) han lanzado la llamada “segunda revolución” y expulsado a los combatientes de ISIL de sus posiciones en Alepo, Idlib y Hama. El miércoles ocuparon juntos el comando de ISIL en Alepo y los desplazaron parcialmente en Raqqa, la mayor ciudad bajo su dominio. Éste ha respondido con el estallido de coches-bomba que han causado muchas muertes y amenazado de muerte a todos sus contrincantes. Se supone que el retiro de milicianos en el norte obedece a una orden táctica, mientras esperan refuerzos de Irak y del oeste de Siria. En abril pasado el líder de ISIL, Abu-Bakr Al Bagdadi, proclamó la fusion del Frente Al Nusra con su organización y a sí mismo su jefe en Irak y el Levante, pero el líder de Al Nusra se resistió y el líder de Al Qaida, Ayman Al Zawahiri, mantuvo ambas organizaciones separadas.
La verdadera diferencia entre ambas ramas de Al Qaida parece ser étnica, dado que Al Nusra es mayoritariamente sirio, mientras que ISIL se compone sobre todo de extranjeros que al principio de la guerra civil fueron bien recibidos, pero cuyos métodos rápidamente generaron rechazo. Paradójicamente, si ISIL retrocede en Siria, se concentraría en Irak, mientras que en Siria se fortalece Al Nusra. De un modo u otro triunfa Al-Qaida. El Frente Al Nusra se originó en los grupos apoyados por el gobierno sirio en su lucha contra la invasión norteamericana en Irak en los 2000. El año pasado creció por la afluencia de militantes libaneses y palestinos que le aseguraron además el financiamiento. Al Nusra también recibió apoyo turco y está vinculada con Qatar. Parece ser el único grupo rebelde con ramificaciones en el Estado, el aparato de seguridad y unidades militares. Particularmente en Damasco su sistema de espionaje es altamente sofisticado.
Sin dudas, uno de los motivos fuertes de la violencia sectaria de ISIL en Irak ha sido el sectarismo del gobierno de Nuri Al Maliki contra los sunitas, pero al carecer de una base social importante, su aislamiento lo induce al extremismo y a dejarse influir por los voluntarios extranjeros. Por el contrario, el Frente Al Nusra supo rápidamente transformar su experiencia de combate en Irak en una alianza con las masas sunitas del norte de Siria. Prefiere satisfacer las necesidades básicas de la población en los territorios ocupados a aplicar estrictamente la Shar'ia. Ha sabido ganar apoyos internacionales, sin romper con Al Qaida y en diciembre formó el Frente Islámico con otras organizaciones sunitas. Finalmente, la semana pasada se alió con grupos laicos para expulsar a ISIL. Aunque Al Golani mantiene el discurso salafista, se mueve con realismo y combina la movilización de sus militantes con el respeto hacia la población, sus aliados e interlocutores internacionales.
Ante la ofensiva yihadista en Irak y los combates entre fuerzas rebeldes en Siria, EE.UU. ha adoptado lo que Barack Obama llama “la estrategia de declarar tablas”, o sea, perpetuar los conflictos, porque cualquier actor que venciera en ambos países (Irán o Al Qaida) sería enemigo de EE.UU. Espera a que ambos se desangren, hasta que Washington pueda influir.
Para la batalla de Faluya el Pentágono propone bombardear con drones, sin pedir permiso a Irak, donde el gobierno de Obama no puede volver a intervenir, después de haberse retirado en diciembre de 2011, pero puede ayudar. Sin embargo, la solución definitiva depende de que Al Maliki incluya a otros grupos. Esta nueva versión de la política del equilibrio suena atrayente, pero es irreal. En el Medio Oriente no es posible el vacío de poder. Si EE.UU. no interviene lo harán otros, como Assad en Siria o Teherán en Irak.
Estados Unidos combina su política del equilibrio con un creciente entendimiento con Irán, mientras las monarquías del Golfo sostienen a los sunitas en Siria e Irak, para debilitar a Irán y obligar a Washington a cumplir los pactos preexistentes. Probablemente los salafistas no conquisten el poder, pero se convertirán en partícipes en cualquier salida política. A su vez, si el conflicto se extiende a otros países, estallará el equilibrio pensado por Obama.
A Israel, por su parte, no se le escapa que la nueva constelación en la región la obliga a buscar aliados entre sus antiguos enemigos, pero la extrema ideologización de la política israelí dificulta este cambio de frente. Al contrario, Moscú ocupa una posición tras otra en el Medio Oriente, reemplazando a Washington como interlocutora de los actores locales. No tardará mucho hasta que se convierta también en una opción para los comandantes. ¿De qué equilibrio hablará entonces el presidente norteamericano?.
Más de 200 personas han muerto en Irak en atentados y enfrentamientos entre rebeldes salafistas y tropas gubernamentales desde el 1° de enero. Después de que el primer ministro chiíta Nuri Al Maliki anunció que el ejército iraquí pronto intentará recuperar las ciudades ocupadas, miles de habitantes de Faluya huyeron de la ciudad. No se trata de dos partidos, como proclama el gobierno iraquí, sino por lo menos de tres, ya que las milicias étnicas locales hacen su propio juego. Aún no está claro tampoco cuántos combatientes tiene ISIL en ambas ciudades ni el grado del apoyo que tengan de las comunidades locales, ya que los sunitas de la región también odian al gobierno chiíta, pero rechazan sus métodos terroristas.
Al mismo tiempo ISIL –desarrollada con distintos nombres en la resistencia a la ocupación norteamericana después de 2003– está siendo expulsada de ciudades del norte de Siria por una amplia coalición de grupos cansados de su rigidez ideológica y su violencia. El jefe del Frente Al Nusra, Abu Mohammed al-Golani, llamó el miércoles a un alto el fuego en los enfrentamientos en los que ya murieron más de 270 personas y propuso la formación de un concejo jurídico islámico que resuelva las disputas, así como el retorno a una postura unitaria contra el presidente Bashar al-Assad. Sin embargo, horas después el jefe de ISIL Abu Bakr Al Bagdadi, rechazó la oferta.
Desde la semana pasada tres grandes alianzas rebeldes (el recién creado Frente Islámico, el ejército de los muyaidines y el laico Frente Revolucionario Sirio) han lanzado la llamada “segunda revolución” y expulsado a los combatientes de ISIL de sus posiciones en Alepo, Idlib y Hama. El miércoles ocuparon juntos el comando de ISIL en Alepo y los desplazaron parcialmente en Raqqa, la mayor ciudad bajo su dominio. Éste ha respondido con el estallido de coches-bomba que han causado muchas muertes y amenazado de muerte a todos sus contrincantes. Se supone que el retiro de milicianos en el norte obedece a una orden táctica, mientras esperan refuerzos de Irak y del oeste de Siria. En abril pasado el líder de ISIL, Abu-Bakr Al Bagdadi, proclamó la fusion del Frente Al Nusra con su organización y a sí mismo su jefe en Irak y el Levante, pero el líder de Al Nusra se resistió y el líder de Al Qaida, Ayman Al Zawahiri, mantuvo ambas organizaciones separadas.
La verdadera diferencia entre ambas ramas de Al Qaida parece ser étnica, dado que Al Nusra es mayoritariamente sirio, mientras que ISIL se compone sobre todo de extranjeros que al principio de la guerra civil fueron bien recibidos, pero cuyos métodos rápidamente generaron rechazo. Paradójicamente, si ISIL retrocede en Siria, se concentraría en Irak, mientras que en Siria se fortalece Al Nusra. De un modo u otro triunfa Al-Qaida. El Frente Al Nusra se originó en los grupos apoyados por el gobierno sirio en su lucha contra la invasión norteamericana en Irak en los 2000. El año pasado creció por la afluencia de militantes libaneses y palestinos que le aseguraron además el financiamiento. Al Nusra también recibió apoyo turco y está vinculada con Qatar. Parece ser el único grupo rebelde con ramificaciones en el Estado, el aparato de seguridad y unidades militares. Particularmente en Damasco su sistema de espionaje es altamente sofisticado.
Sin dudas, uno de los motivos fuertes de la violencia sectaria de ISIL en Irak ha sido el sectarismo del gobierno de Nuri Al Maliki contra los sunitas, pero al carecer de una base social importante, su aislamiento lo induce al extremismo y a dejarse influir por los voluntarios extranjeros. Por el contrario, el Frente Al Nusra supo rápidamente transformar su experiencia de combate en Irak en una alianza con las masas sunitas del norte de Siria. Prefiere satisfacer las necesidades básicas de la población en los territorios ocupados a aplicar estrictamente la Shar'ia. Ha sabido ganar apoyos internacionales, sin romper con Al Qaida y en diciembre formó el Frente Islámico con otras organizaciones sunitas. Finalmente, la semana pasada se alió con grupos laicos para expulsar a ISIL. Aunque Al Golani mantiene el discurso salafista, se mueve con realismo y combina la movilización de sus militantes con el respeto hacia la población, sus aliados e interlocutores internacionales.
Ante la ofensiva yihadista en Irak y los combates entre fuerzas rebeldes en Siria, EE.UU. ha adoptado lo que Barack Obama llama “la estrategia de declarar tablas”, o sea, perpetuar los conflictos, porque cualquier actor que venciera en ambos países (Irán o Al Qaida) sería enemigo de EE.UU. Espera a que ambos se desangren, hasta que Washington pueda influir.
Para la batalla de Faluya el Pentágono propone bombardear con drones, sin pedir permiso a Irak, donde el gobierno de Obama no puede volver a intervenir, después de haberse retirado en diciembre de 2011, pero puede ayudar. Sin embargo, la solución definitiva depende de que Al Maliki incluya a otros grupos. Esta nueva versión de la política del equilibrio suena atrayente, pero es irreal. En el Medio Oriente no es posible el vacío de poder. Si EE.UU. no interviene lo harán otros, como Assad en Siria o Teherán en Irak.
Estados Unidos combina su política del equilibrio con un creciente entendimiento con Irán, mientras las monarquías del Golfo sostienen a los sunitas en Siria e Irak, para debilitar a Irán y obligar a Washington a cumplir los pactos preexistentes. Probablemente los salafistas no conquisten el poder, pero se convertirán en partícipes en cualquier salida política. A su vez, si el conflicto se extiende a otros países, estallará el equilibrio pensado por Obama.
A Israel, por su parte, no se le escapa que la nueva constelación en la región la obliga a buscar aliados entre sus antiguos enemigos, pero la extrema ideologización de la política israelí dificulta este cambio de frente. Al contrario, Moscú ocupa una posición tras otra en el Medio Oriente, reemplazando a Washington como interlocutora de los actores locales. No tardará mucho hasta que se convierta también en una opción para los comandantes. ¿De qué equilibrio hablará entonces el presidente norteamericano?.
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Eduardo J. Vior